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lunes, 29 de septiembre de 2014

"Escribir es precisamente enfrentarse al misterio" – Entrevista a Paola Cadena Pardo por Raquel Abend van Dalen


Tu primer poemario, Hotel, está concebido arquitectónicamente como un hotel: habitaciones, lobby, bar, lugares que el lector puede ir visitando a medida que lee. Y a su vez, historias sobre los huéspedes que ocupan estos lugares. ¿Quiénes son ellos? , ¿qué hacen ahí?

Nunca me lo pregunté. Ahora que lo pienso me vienen a la cabeza dos alternativas que tal vez no se excluyen. Por un lado, pienso que todos son una versión de mí misma afrontando cada uno de esos espacios que el “hotel” de la vida nos va ofreciendo en la estadía aquí. Pero también pienso que, simultáneamente, eso huéspedes del hotel encarnan los seres que la vida nos pone en frente con su trascurrir, esa gama de personajes que vamos encontrando con el tiempo y que por una u otra razón nos dejan una marca, un recuerdo, algo.

¿Qué lugar le das al misterio en tu escritura?

Para ser sincera le doy un lugar central. Para mí escribir es precisamente enfrentarse al misterio, a todo aquello que no podemos afrontar desde una posición racional y lógica, sino que sólo desde la intuición y desde una disposición de apertura a ese acontecer del acto poético, puede ser logrado. El misterio  para mí es algo que está ahí, que está y que es, ¿qué? me podrían preguntar, y entonces yo diría como Nicanor Parra: "Que cada cual lo llame como quiera:/
Ese es un problema personal".

¿Cómo vives la relación entre migración y poesía?

Creo que la migración es un ejercicio saludable para la escritura, no necesario, pero sí saludable, por lo menos así lo fue en mi caso. Pienso, sobre todo, que la capacidad de sorprenderte de nuevo, como un niño, que te da el estar lejos de todo lo que siempre has considerado como tuyo, como usual, es una ganancia enorme. Es abrir los ojos a algo que no habías visto y ver de nuevo lo conocido desde otro punto. Yo creo que la poesía está hecha de asombro, asombro ante la realidad, ante el hombre, ante el misterio, ante todo lo que nos rodea; entonces, es ahí donde la migración se hace saludable para la poesía, de cualquier forma, te obliga a mirar, nuevamente, con un asombro genuino todo lo que te rodea.

¿Te consideras una poeta cuya extranjería es independiente del lugar donde viva?

Si y no, no de forma tan radical. Digamos que estar lejos de mi país de origen me ha dado cierta conciencia de ese sentimiento de extranjería que muchas veces he llegado a experimentar en mi propia ciudad. Sin embargo, creo que no se debe confundir cierta sensación, que muchas veces podemos experimentar, de aislamiento frente a un mundo que nos resulta ajeno en cualquier lugar, con la idea de extranjería. Creo que la tierra en que nacemos, inevitablemente, construye una porción de nosotros, qué tan grande o pequeña sea, dependerá de cada quien, supongo, pero creo que mi extranjería, en el sentido absoluto de la palabra, la siento fuera de mi país, que soy colombiana de cualquier modo, e inevitablemente, aquí y en Colombia, aunque la sensación de lo ajeno pueda suceder también en cualquier lugar.


El proyecto de realizar un poemario titulado Cinema, en el que cada poema hace alusión a una película, ¿fue una idea premeditada o se fue desarrollando a medida que fuiste escribiendo los textos?

Bueno, en realidad el poemario surgió sin planeación, es decir, no decidí inicialmente escribir un poemario sobre películas sino que más bien una película específica me llevó a escribir el primer poema, de hecho fue Dogville de Vontrier. El poema surgió inmediatamente después de ver la cinta, cuando las sensaciones y los pensamientos que me provocó estaban latentes aún, así que en ese momento me di cuenta de que el cine causaba una serie de experiencias muy fuertes en mí que trasladas a la escritura podrían convertirse en poemas. Fue así como unos meses más tarde decidí empezar a ver de nuevo todas aquellas películas que por una u otra razón me habían marcado, pero esta vez con la intención de escribir sobre ellas. Por supuesto, no todos los intentos salieron exitosos, hubo poemas, de películas que amo, que no lograron ser, por lo menos no lo que yo esperaba de ellos, así que quedaron por fuera del poemario, otros tantos sobre los que tuve que volver varias veces después de la primera escritura y algunos pocos que surgieron casi que terminados en el primer intento.
Cinema es un libro bastante peculiar, tanto desde el punto de vista de su composición como desde el punto de vista de su temática, ¿cuál es la relación que guardan sus poemas con los films que les dan título?

Siento que es una relación bastante arbitraria, la verdad. Creo que el poema intenta poetizar simultáneamente la experiencia del personaje dentro de su mundo cinematográfico y mi propia experiencia como espectadora que tiene una realidad diferente pero que a la vez se refleja en la película. Además, creo que varía un poco de poema a poema. Tal vez en algunos casos el poema es un collage de las impresiones más fuertes que tuve de la película, pero, en otros tantos, se trata de una mezcla de las imágenes fílmicas con las imágenes de mi propia experiencia, podría ser algo así como un diálogo entre la realidad de la película y mi propia realidad.


¿Qué relaciones fértiles crees que pueden sostenerse entre la poesía y otras artes?

Creo que un escritor parte siempre de sus experiencias y sobre todo de sus pasiones para darle vida a su obra; entonces,  pienso que no sólo los libros alimentan su proceso creador, sino todo aquello que lo apasiona y dentro de esto, puede estar cualquier otra manifestación artística diferente a la literatura. En mi caso particular el cine es uno de esos grandes amores que en un momento dado se infiltró en mi escritura como una forma de expresar mi experiencia frente a las películas y lo que de la vida pude observar a través de ellas. Pero como el cine, creo que puede ser la pintura, la música o cualquier otro tipo de arte el que funcione como semilla que para el acto creador.

¿Cómo fue el proceso de selección de las películas que aparecen en el poemario? Me llama la atención que el color tiene una gran preponderancia en ellas.

De las películas que escogí creo que no hubo otro criterio diferente al plenamente subjetivo, son películas que en su momento me hicieron vivir una experiencia muy fuerte, de esas con las que uno llora y reí a plenitud o que nos dejan algo así como sumergidos en otra dimensión personal, durante horas, después de verlas. Como ya dije, cuando decidí Cinema como proyecto de libro, empecé a ver nuevamente las películas que ya hacían parte de mi catálogo personal; ya luego, acudí a las recomendaciones de ciertos amigos cinéfilos que me conocen bastante y saben qué tipo de película me puede llegar encantar, uno de ellos las llama películas paolescas (sabe que son cintas que me van a hacer llorar), lo cual no tengo muy claro, pero generalmente logra atinar, así que tal vez eso del color que te llamó la atención puede tener algo que ver con lo que él paolesco sin que yo haya sido consciente de ello.

Al leer tu libro me encontré con la presencia de giros coloquiales, en los que de pronto se puede sentir el manejo de cierto erotismo. ¿Es un tema que llame tu atención?, ¿quieres profundizarlo en proyectos venideros?

Bueno, la verdad no creo que sea un tema que me llame la atención particularmente. Tal vez el contenido de varias de las películas me llevó a tocarlo en diferentes ocasiones, y aunque me parece interesante como faceta de lo humano,  no creo que llegaría a centrar un proyecto poético completamente en él. Sin embargo, sí creo que el erotismo es sí mismo una cuestión bastante poética, que como la poesía, tiene mucho que ver son lo sensorial y la vez con lo creativo, con la imagen, tal vez sea eso lo que más atrae mi atención.

Dado a que estás llevando a cabo tus estudios doctorales, ¿has pensado en incursionar en el género ensayístico?

Es una pregunta interesante, efectivamente el género ensayístico es algo que debo visitar con mucha frecuencia debido a mis estudios ahora mismo, y aunque siento mucho respeto por el trabajo académico y es algo que disfruto (valga decir, la mayoría de las veces, no todas), creo que ahora mismo no tendría un proyecto claro en este campo. Tal vez a futuro, por qué no, especialmente si hablamos de ensayo literario, que es algo que me gusta mucho.

¿En qué estás trabajando ahora?

Aunque no surgió tampoco como la idea de un libro, he estado ya un buen tiempo trabajando en un grupo de poemas que giran en su mayoría en torno a la experiencia del exilio. Luego de estar dos años en Estados Unidos, regresar a Bogotá durante un año fue como tener la oportunidad de procesar y exteriorizar esa experiencia de lo extranjero, la lejanía, la diferencia, en fin. Así que fueron surgiendo una serie de textos al respecto que ahora pienso que podrían llegar a conformar un nuevo libro. Ahora, ya de vuelta en Estados Unidos seguiré trabajando en eso y veremos qué resulta.


Paola Cadena Pardo Nació en Bogotá en 1983. Es Licenciada en Español e Inglés de la Universidad Pedagógica Nacional y Magister en Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Cincinnati.  Publicó su primer libro  titulado Hotel en el 2008 con la editorial Ulrika, y su segundo poemario Cinema está próximo a aparecer en Venezuela con Bid & co. Editor. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas y antologías de Colombia, España y México. Además, ha participado en varios encuentros como el Festival Internacional de Poesía de BogotáPoesía en Abril de Chicago, entre otros. Finalista del VI Certamen Internacional de Poesía Martín García Ramos, 2007. Ha colaborado en revistas nacionales y extranjeras, así como en organizaciones para la promoción cultural y literaria. Actualmente se desempeña como docente de literatura de la Universidad Pedagógica Nacional.

viernes, 19 de septiembre de 2014

"Lo erótico flota siempre por encima de mi obra" – Entrevista a León Felix Batista por Raquel Abend van Dalen


¿Qué lugar le das a la sátira en tu escritura?
Sátira, exactamente, no sé si haya en mi escritura, salvo en cierta atmósfera lúdica que me fascina recrear, en la que me gusta nadar. Pero me distancio de lo burlesco y de las moralinas: no son terrenos donde camino fácil. Mucha ironía y algo de parodia, seguramente sí aparecen.

¿Y a lo erótico?
Lo erótico sí que ha sido medular en mi escritura, al grado de que escribí distribuida en 3 libros lo que considero una Erótica (como quien escribe una Metafísica o una Política). Esos libros fueron “Negro eterno” (1997), “Vicio” (1999) y “Burdel nirvana” (2001), editados posteriormente en Argentina (2006) en un solo tomo bajo el título de “Prosa del que está en la esfera". Fue una etapa medular para mí, cerrada con esa publicación. Pero lo erótico flota siempre por encima de mi obra, como nata sobre el café con leche.

Cuéntame sobre tu diccionario–poemario, al cual titulaste Delirium Semen.
Ahí tienes la parodia extrema: tomar entradas de Diccionario, con sus correspondientes usos, acepciones, origen, etc., terminología exclusivamente erótica, ordenarlas alfabéticamente, pero presentar bajo el título textos densos y personalísimos, bajo un manto (o una sábana) erótico. Es un libro que me fascina, y al parecer también a mis lectores, que no se cansan de hablar de él (bueno, al fin coincidimos). Fue publicado en México por la fabulosa editorial Aldus en 2010. Allá lo presentaron Rocío Cerón y Héctor Hernández Montecinos, mientras que en Santo Domingo lo presentó Adolfo Castañón. Trae un prólogo de Hernán Bravo Varela. La edición está completamente agotada, y eso lastima. Ojalá se pudiera sacar otra edición.

Dime: bolero, balada y poesía.
El propósito de “Negro eterno” fue ese mismo: el trazado en la experiencia personal de la incidencia de las canciones populares vertida en poemas. No hay dudas de la posibilidad de recrear una línea vital de cada uno de nosotros montándola sobre las melodías y las letras que nos fueron moldeando. El nombre Negro Eterno le viene de una cápsula de tinte de pelo, negrísimo, muy de modo en mi niñez dominicana. Mi abuela se teñía las canas con esas pastillas. Lo cierto es que los desgraciados por amor descubrieron que el negro eterno era un veneno infalible, y abundaban las noticias de suicidios con canciones y negro eterno. Fue además el primer libro con el que me sentí cómodo, como que había encontrado (o estaba en vías de encontrar) mi propia voz poética.

¿Qué lecturas recuerdas que te hayan nutrido más como escritor?
A esta edad, ya he leído muchísimo (aunque sin duda siempre es menos de lo deseable). Hay autores que me han marcado por épocas, cortas o largas; pero por fortuna para nosotros los lectores el caudal de buenos escritores es inagotable. Recuerdo que he amado por épocas, y algunos para siempre, a Pessoa, a García Vega, a Beckett, a Herberto Helder, a José Kozer, a Clarice Lispector, a Paul Celan, a Lezama Lima, a René Char, a Perlongher, a Alberto Girri, a los poetas de el OULIPO, a David Huerta, a Octavio Armand, a Ashbery, a todo L=A=N=G=U=A=G=E, a Octavio Paz, a Francis Ponge, a Jorge Guillén, a Ramos Sucre, a Ekeloff, a Perec, Rilke, Cummings, Hughes, Sedar Senghor, Cesaire, Walcott, ¡uf!, no termino nunca… Y, claro, libros específicos que sería supernumerario enumerar.

¿Es verdad que escribes a mano y semidesnudo?
Pues, sí, y con tinta roja. Ya he cogido un par de neumonías por escribir sin ropa en invierno.

¿Ves como una “cárcel” el adaptarte a una tradición de poetas dominicanos?
Adaptarse no es opción ni alternativa. A veces este estado te desborda. Lo que sí es opción es tratar de romper con estéticas castrantes, limitantes o reductivas, como es el caso de la que corresponde a mi generación poética dominicana: la de los 80s, llena de camisas de fuerza retóricas. Yo sí me inscribo en una tradición poética dominicana más amplia, antigua y trascendente: aquella que va desde Vigil Díaz y Zacarías  Espinal, pasa por La Poesía Sorprendida  y Manuel del Cabral, y  llega hasta Cayo Claudio Espinal y Alexis Gómez Rosa, y desemboca en Neronessa.


¿Y a los neobarrocos (o neobarrosos)? ¿Por qué?
El caso del neobarroco es distinto: no te adhieres a él: te insertan arbitrariamente ahí, lo cual es mucho más peligroso, pero más elegante (en el sentido de que el llamado neobarroco cuenta con nombres impresionantes y por su traza internacional, luso y latinoamericana). Pero, a mí no me seducen las etiquetas de ningún tipo, aunque dejo a los críticos hacer. Me da lo mismo, me importa un bledo, me importa un pepino y me lo como en ensalada. La poesía pasa y sigue, rebasa esas limitantes. Léaseme a la luz con que a usted le dé la gana.

¿Qué buscas al desmitificar el concepto de “poeta”?
Busco acercar al poeta a nuestros tiempos. El poeta ha sido tradicionalmente el rapsoda de su atmósfera, así que sólo basta mirar en derredor de cada uno para hallar la realidad elevable hasta el poema. Nada de mesianismo ni de endiosamientos: el poeta es un hombre, la poeta una mujer, gente de carne y hueso, alguien corriente que crea objetos llamados poemas con el lenguaje. Además, una cosa es el poeta y otra cosa los poemas, éstos últimos libres de doblar el lomo o pagar impuestos, sublimes en su estar estético.

¿En qué consistió el “Atentado poético” que dirigiste en Nueva York, año 2003?
Aquello fue una tentativa de sutura de la herida, a dos años del derribo de las Torres Gemelas. Nueva York es la ciudad donde he vivido la mitad de mi vida, espacio natal de mis hijos y de mi poesía (escribí y publiqué mi primer libro viviendo en esa ciudad). El atentado poético era una acción tan simple como convocar a todo el mundo a dejar abandonado un libro en parques, paradas de buses, vagones de tren, restaurantes, etc,, para que fuese recobrado por hipotéticos lectores interesados. No imaginé en la convocatoria que mi atentado sería replicado en varias partes del mundo, siendo algo tan local, focalizado, en el dolor de una ciudad. Una iniciativa inútil, si se quiere, y hasta maniquea si a uno le apetece. Pero reactiva a un estallido vital, eso sí fue.

También te dedicas a impartir talleres. ¿Cómo afecta esto tu escritura?
Imparto talleres, pero ya no tanto, sobre todo a partir de mi vida de editor. Hace más de 10 años que estoy al frente de la Editora Nacional del Ministerio de Cultura dominicano. Ese oficio sí que es complicado para cualquier escritor. Tantas y tantas horas leyendo cosas que no te interesa leer sino por trabajo… eso es duro. Pero a la vez me gratifica bastante. Imagínate: trabajo hasta pulir un libro, llevar un manuscrito en bruto a diamante. ¿Qué más se puede pedir? Mantengo mi escritura lejos de mi oficio.

¿Qué es la EXcritura?
Excritura es lo que hago desde mi segundo libro, “Negro eterno”: escribir y excribir (es decir, borrar) mis libros, para escribirlos otra vez. Lo he hecho casi con todos, y aparecen ediciones en distintos países de los excritos que antes fueron escritos. La excritura más reciente es “El hedor de lo real en la nariz imaginaria” (Ruido Blanco, Quito), y creo que en ese libro me excedí. Está compuesto por excrituras parciales de otros 3 libros. Una locura que me excede.

¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy enfrascado en traducciones y en varios libros propios a la vez (así escribo siempre), al menos 3. Publiqué “Música ósea” (Cascahuesos, Perú, 2014), y sin embargo he seguido escribiéndolo, no terminó con la edición.  El principal de estos libros en proceso –o al que más fe le profeso– es una especie de autobiografía poética motivada por mi llegada a los 50 años de edad, lo que ocurrirá el 30 de octubre de 2014. 
50 es una cifra digamos que redonda y singular. No creí que viviría tanto, y ahora siento que estoy empezando a vivir. Ese milagro merece al menos un libro ¿no?


León Félix Batista (Santo Domingo, República Dominicana, 1964), ha publicado los libros de poesía El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme”),  Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este, Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, BsAs, 2000), Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, BsAs, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007), Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Delirium semen (Aldus, México, 2010),  Caducidad (Amargord, Madrid, 2011),  Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012) y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014).
Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005) y Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010). En 2003 se publicó en Brasil la antología español-portugués Prosa do que está na esfera. Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e indi.
Fue director de la editorial “Cantus Firmus” en Nueva York, donde vivió 18 años e hizo estudios académicos en Mercy College y Maestría por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

"Prefiero asumir una escritura desde el cuerpo" – Entrevista a Claudia Salazar Jiménez por Raquel Abend van Dalen


Tu novela "La sangre de la aurora", ganadora del Premio Las Américas 2014, comenzó siendo un breve texto para una clase de ficción con la escritora chilena Diamela Eltit. ¿Cuándo y por qué decidiste retomarlo para convertirlo en un proyecto más extenso?
Fue en el mismo momento en que presenté ese breve texto para el taller, pues la reacción casi unánime de los participantes era que ese texto era el germen de una novela. Yo también lo pensé así y decidí continuar la escritura, lo que implicó iniciar también el proceso de investigación y documentación. Desde que presenté aquel pequeño texto en el taller de ficción hasta que se convirtió en “La sangre de la aurora”, pasaron casi 6 años.

¿Cuéntame sobre esa M de Mujer que está en los nombres de las tres protagonistas: Marcela, Melanie y Modesta? ¿Quiénes son ellas?
Son tres mujeres que provienen de clases sociales y contextos muy distintos. Tres mujeres con sus propios deseos e ideas sobre el mundo, la vida y la comunidad. Me interesaba crear estos tres personajes como una expresión de la diversidad de la experiencia femenina atravesada por ese momento de violencia extrema en el Perú. Si elegí sujetos subalternos (mujeres, lesbianas, indígenas) como personajes centrales fue porque, precisamente, intentaba ver qué otra mirada se podría elaborar sobre el conflicto armado, para mostrar las fracturas aún no resueltas en la configuración de la nación peruana.

¿Cómo vives la relación entre cuerpo y política?
Es una relación que está encarnada en la vida cotidiana y trato de referirme a ella en mi escritura. Es un aspecto que está planteado de manera central en la novela: la sexualidad y el orden del deseo. Sabemos bien que las relaciones entre sexualidad y poder configuran matrices de dominación que afectan todos los ámbitos. Desde ese punto de vista, la sexualidad femenina, que es obviada, temida, odiada, desconocida o repudiada, es un lugar privilegiado para plantear otras miradas sobre la historia. Si revisamos el corpus de la literatura peruana sobre el conflicto armado peruano (y quizás la de toda nuestra tradición literaria) vemos que la mirada femenina aún necesita seguir siendo explorada,  así que hay ahí un trabajo pendiente.  
En “La sangre de la aurora”, diría que se trata de escribir el cuerpo desde el cuerpo mismo. Plantear una dicotomía cuerpo-escritura o cuerpo-discurso podría ser inoperante, así que prefiero asumir una escritura desde el cuerpo, como una postura política donde se hace necesario romper con ciertos discursos y gramáticas dominantes.

¿Cómo fue el proceso de selección de los hechos históricos que tomaste para trabajar la novela?
Para escribir “La sangre de la aurora” fue muy importante el trabajo de documentación en los archivos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que reúne más de 16 mil testimonios. Más que los detalles históricos, me interesaba capturar el clima de terror y violencia de aquellos años. Mi interés no era reproducir miméticamente los hechos, ese tipo de realismo no me llama la atención. Sí quería tomar las tensiones micropolíticas que subyacían a esos hechos, intentar dar cuenta de las razones por las que se llegó a esos extremos de violencia, qué había detrás de los actos de perpetradores, víctimas y del poder y, centralmente, cómo esos hechos impactaron los cuerpos de las mujeres.

¿Cómo se golpea con el lenguaje?
Para golpear con el lenguaje hay que romper la gramática, entendida no solamente como pura organización lingüística sino también como un medio de articulación de sistemas de dominación, así que ese golpe del lenguaje no habría que verlo como una medida efectista sino como una manera de incomodar al lector para hacerlo consciente de estos sistemas, de darle un espacio para que él mismo ponga de su experiencia al momento de la lectura. Que se sumerja en el texto, que ponga también el cuerpo.

Hiciste la selección y el prólogo del libro, recién publicado, “Escribir en Nueva York. Antología de narradores hispanoamericanos”. Cuéntame de este proyecto.
Es un proyecto que tenía en mente hace algunos años y pudo concretarse gracias al interés de la Editorial peruana Caja Negra. Mi idea ha sido reunir textos de ficción y no ficción de escritores hispanoamericanos que hubieran vivido al menos un año en la ciudad de Nueva York y que tuviesen un nuevo libro publicado recientemente. La antología pretende dar cuenta de la movida literaria en español que se desarrolla actualmente en la ciudad y que, me parece, se distancia de ciertos reclamos identitarios que marcaron la escritura en español de décadas anteriores.

¿Te sientes afiliada a una tradición de escritoras peruanas?
Si tuviera que afiliarme a una tradición de escritoras, trascendería los límites geográficos (aquí pienso sobre todo en Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar, Clarice Lispector, Marguerite Duras y Elena Garro). Pero haciendo honor a tu pregunta, me siento cercana a escritoras peruanas como Mercedes Cabello, Clorinda Matto, Blanca Varela y Laura Riesco.

Qué me dices: Feminismo y literatura.

Son dos aspectos muy importantes de mi vida, entre los cuales hay mucho de complemento. Creo que los feminismos buscan la igualdad de hombres y mujeres frente a la ley y en la vida social, para lo cual es importante recuperar las experiencias femeninas. Como te comentaba en una pregunta anterior, creo que la representación de estas experiencias en nuestras literaturas es aún un trabajo pendiente. Obviamente no pienso que la literatura deba tener una orientación panfletaria en este sentido, sino que puede hablar de estas experiencias a través de una propuesta estética, de un cuidado trabajo con el lenguaje y proponiendo una intervención en los imaginarios.
También hay que recordar que ser mujer no nos hace escribir necesariamente experiencias femeninas o desde una perspectiva feminista. Yo entiendo la “mirada femenina” como la mirada del Otro, del diferente, del que no ocupa un lugar central en las estructuras de poder.

¿Qué influencia ha tenido el cine en tu escritura?
Un influencia muy importante, casi a la par de la fotografía, dado que gran parte de mi escritura se desarrolla a partir de imágenes. Incluso hay quienes que me han dicho que “La sangre de la aurora” es una novela muy visual, muy cinematográfica. Si bien mi mayor influencia artística viene de la literatura, el cine ocupa un lugar importante, de la mano de directores como:  Kubrick, Lynch, Campion, Tarantino, Kurosawa, von Trier, Potter, Buñuel, Wong Kar Wai, Kieslowski, Aronofsky, Renoir, entre muchos otros.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Después de la novela, he estado escribiendo varios relatos breves (cuentos y microficciones) y estoy comenzando una novela corta.

Claudia Salazar Jiménez (Lima, Perú) Es escritora, crítica literaria y gestora cultural. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es Doctora en Literatura por la Universidad de Nueva York (NYU). Dirigió la revista literaria Fuegos de Arena. Ha fundado y dirige Perufest, el primer festival de cine peruano en Nueva York. Es catedrática en Sarah Lawrence College. Editó las antologías Escribir en Nueva York (Lima, 2014) y Voces para Lilith (Lima, 2011). Sus relatos han aparecido en diversas publicaciones electrónicas y en las antologías: Basta. 100 mujeres contra la violencia de género (Lima, 2012), Denominación de origen: Perú. Antología de cuento peruano (Bogotá, 2014) y próximamente en 201. Lado B 201. Lado B (Lima, 2014) y Al final de la batalla, de próxima aparición. La sangre de la aurora (Lima, 2013) es su primera novela y es ganadora del Premio Las Américas a la mejor novela en español publicada en 2013. Actualmente vive en Nueva York.