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viernes, 21 de junio de 2013

"Utilizo la narrativa y la poesía porque conozco sus reglas" - Entrevista a Víctor Alarcón por Raquel Abend van Dalen


Acabas de ganar el Premio de Cuentos Oswaldo Trejo, con el libro Y nos pegamos la fiesta. Sin embargo, tu primer libro, que también fue premiado, es un libro de poesía Mi padre y otros recuerdos. ¿Desde siempre has sentido la necesidad de escribir en ambos registros?

Sí. Más aún, me acerqué primero a la narrativa que a la poesía. De hecho, entré en el Taller de Poesía de Miguel Marcotrigiano tratando de entender cómo se leía ese género. Creo que el hecho de que haya escrito primero una compilación de poemas que un libro de cuentos se debe a la aguda labor pedagógica del coordinador de ese taller.

¿Jerarquizas entre los géneros?, ¿hay alguno que te parezca más importante o más valioso?

No jerarquizo, tampoco considero que ningún género carezca de importancia. Los géneros son simples modos para dirigirse a un público. Dependiendo del efecto que quieras causar en el lector utilizas uno u otro. A veces la materia de escritura se impone en la selección, otras la intención del autor. En cierta medida son estrategias de canalización que están presentes en el campo literario antes de que tú llegues. Los géneros nacen, tienen un momento de plenitud (la novela hoy en día, por ejemplo) y luego irremediablemente mueren, como pasa con las lenguas y con todo lo vivo. Quizás se transforman, como creo que ocurrió con la poesía después de Baudelaire. Pero en muchos casos esta transformación parece significar la muerte por los cambios drásticos que se dan.
En todo caso y volviendo a la pregunta, para mí los géneros son vías de comunicación presentes. Utilizo la narrativa y la poesía porque conozco sus reglas y me siento cómodo cuando me dispongo a escribir ajustándome a ellas. No hay un buen género o mal género, del mismo modo que no hay malos o buenos usos de la lengua; el uso depende de la circunstancia, lo mismo pasa con la narrativa o la poesía.

Se ha señalado la influencia de Gerbasi en tu primer libro. Sin embargo, esa influencia parece ser más "temática" que estilística, ¿De quién te consideras heredero en el estilo, en la manera de escribir?

Pues en realidad creo que la influencia es tanto temática como estilística. Me explico. El tema del padre estaba muy trabajado en la poesía venezolana y, en este sentido, considerar que la herencia solo va por ese plano no sería justo. Por otro lado, Gerbasi utiliza muchísimo el recurso del símbolo y creaba unas imágenes sorprendentes que yo trataba de emular porque en esos años estaba obsesionado con estos recursos; siempre recuerdo su definición del hombre: “Un relámpago extasiado entre dos noches”. También está el tono nostálgico y, en cierta medida, romántico que, me parece, se traspasa a mi libro. Quizás la distancia está en que Mi padre, el inmigrante es un poema expansivo, como los de Neruda o Whitman, y en esos años no tenía  la capacidad para emplear esa estrategia.
Sin embargo ahora no me siento tan cerca de esos usos, como tampoco creo necesario referir un único poeta del cual uno es heredero. Considerar un único estilo al cual adscribirse es un poco tiránico, así como también esto significa cerrarse a vías expresivas que si bien hoy no necesitas quizás en un futuro te sean esenciales. Pero mejor no me pongo testarudo. Si tengo que decir un nombre sin lugar a dudas elijo a César Vallejo –quizás el mejor poeta latinoamericano– y entre los venezolanos me gusta mucho Eugenio Montejo.

Por lo que se ha dejado ver en la revista web literaria Las Malas Juntas, donde publicaste uno de los cuentos de tu libro Y nos pegamos la fiesta, hay en este un manejo importante del humor. A diferencia de tu poemario Mi padre y otros recuerdos, en el que manejas una escritura exenta de ironía. ¿Sientes que el humor es una frontera entre los géneros literarios que manejas?

No diría que Mi padre y otros recuerdos es un libro exento de ironía. Creo que hay textos donde la ironía tiene un papel importante. Pero sí es verdad que no tiene el papel recalcitrante que le doy en los cuentos.
No considero que el humor sea la frontera entre esos géneros. Me gusta la poesía de Nicanor Parra o de Carlos Colmenares Gil, por mencionar a un amigo, sobre todo porque incluyen la risa en sus poemas. Esto es importantísimo; si hay algo que nos permite sobrellevar los problemas más difíciles es la capacidad de reírnos de ellos. Además, la poesía muchas veces sigue leyéndose revestida con un manto de seriedad que tendríamos que quitarle. Es cierto que en mi libro de poesía no hay casi humor, por no decir nada, pero me gusta pensar que es porque lo escribí cuando me colocaba en la cómoda posición del sufrido. Por otro lado, el humor es un modo de ver las cosas y por eso puede filtrarse en cualquier aspecto de la vida. Incluso en las tragedias de Shakespeare, trabajadas tan seriamente, hay escenas en las que puedes partirte de risa. Me es imposible no reírme en las primeras escenas de Otelo donde se explica cómo Desdémona está haciendo “el animal de dos espaldas” por toda Venecia.

¿Sientes que hay equilibrio entre los registros que utilizas o que se oponen entre sí?

No sé si se tiene que hablar de un equilibrio o no. Sé que respondieron a momentos diferentes y dieron respuesta a determinadas circunstancias y necesidades expresivas. Son diferentes porque diferentes fueron las razones que permitieron su desarrollo. No se oponen, si parecen contradictorios es porque así es la vida.
A la gente suele gustarle la idea de un escritor que viene con un plan trazado y sólo tiene que ejecutarlo. Estamos obsesionados con la idea del escritor completo y cerrado en cuya obra no hay nada desarticulado. En buena medida esto daña mucho nuestra lectura porque no nos permite aceptar que diferentes hombres en diferentes momentos no pueden, ni tienen por qué, ajustarse al mismo ideal. La realidad es muy distinta: el escritor escribe en una comunidad compleja, contradictoria, inabarcable, de allí que siga una suerte de intuición, la elaboración de un fragmento; solo después de que ha escrito viene otra persona y dice que él ya tenía todo eso planeado antes de sentarse a redactar.

Tu formación universitaria es considerable, tomando en cuenta que tienes dos Másters y actualmente cursas un doctorado. ¿Has considerado poner este bagaje académico al servicio de una obra ensayística o prefieres practicar con exclusividad la narrativa y la poesía?

No he sentido la necesidad de escribir ensayos, al menos no de forma sistemática con miras a elaborar un libro. Tampoco estoy seguro de que tenga talante para ello. Por otro lado, he desarrollado una escritura académica. Lo saco a colación por la referencia que haces a mis estudios de posgrado. Una participación en un congreso o un trabajo académico sobre algún autor no es lo mismo que un ensayo. No se necesitan estudios universitarios para escribir ensayos, prueba de ello es Guillermo Cabrera Infante que sin másteres ni doctorados es uno de los mejores ensayistas sobre cine que he leído.
Sobre la exclusividad de los géneros, reincido en que no tengo una posición determinante. Las decisiones prescriptivas o restrictivas pocas veces tienen sustancia. Si algún día quiero escribir un ensayo lo intentaré.

¿Cuáles son los autores que más han influido en ti como escritor?, ¿por qué?

Creo que antes comenté un par de poetas determinantes para mí, no sé si agregaría alguno más porque soy muy irresponsable con mis lecturas de poesía. Parra, a quien también mencioné, es impresionante porque te obliga a repensar muchísimos prejuicios que tienes sobre el género, además tiene una sinceridad que te impacta, es como si dijera: “a ver, dejemos las pendejadas, todos cagamos y cogemos” y de allí en adelante sí se puede escribir de verdad. Un nombre que he leído con atención recientemente es Cesare Pavese, otro poeta que cambia estructuras y quita imposturas. Pero insisto en que esto es en este momento, si me preguntaras en un par de meses quizás diría otros.
En narrativa me gusta La tienda de muñecos, de Julio Garmendia. Quizás esté trillado y estoy fastidiando al nombrarlo de nuevo, pero a veces siento que no se le da el lugar que se merece a ese libro en el imaginario literario de Venezuela. En la academia tiene un lugar clave, eso es cierto, ha sido trabajado hasta la saciedad. Por eso mismo me pareció curioso cuando escuché a una amiga poniéndolo entre sus lecturas iniciales de juventud y ya, como si fuera un escritor simpático para niños. A veces siento que esto es más común de lo que parece y por eso creo necesario reivindicar el título que recoge ocho cuentos extrañísimos y geniales. Los otros libros de Garmendia tienen menor calidad, no son malos pero no consiguen el mismo pico.
También tendría que recordar a Guillermo Cabrera Infante. De hecho, uno de los cuentos de mi libro es una suerte de relectura de u homenaje a Tres tristes tigres. Esa novela es, en cierto modo, mi libro imposible, ese que siempre habría querido escribir. Por último, entre los recientes me encanta Junot Díaz, cosa evidente si se leen algunos de los cuentos de mi libro.
           
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

Por ahora estoy dedicado a la tesis doctoral y eso me tiene bastante consumido.


Víctor Alarcón (Caracas, 1985). Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello, cum laude. Magíster en Literatura Comparada: Estudios Literarios y Culturales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Magíster en Literatura Venezolana por la Universidad Central de Venezuela. Ha participado en talleres de poesía y narrativa en distintas instituciones, entre ellas el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y la Universidad Católica Andrés Bello. Ha publicado poemas en la antología La imagen, el verbo, coordinada por Miguel Marcotrigiano Luna. Con su obra Mi padre y otros recuerdos se hizo acreedor del Premio del Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, mención Poesía, edición 2008. Siendo publicado este título al año siguiente en dicha casa editorial. Con el libro Y nos pegamos la fiesta se hizo acreedor del I Premio Equinoccio de Cuento Oswaldo Trejo 2012. Ha publicado artículos críticos en diversas revistas académicas. Ha ejercido como docente en diversas universidades venezolanas, entre las cuales cabe destacar la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar. Actualmente cursa estudios de doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona.

domingo, 9 de junio de 2013

"La poesía es un placer y todo lo demás sale de ahí" - Entrevista a Alejandro Sebastiani por Raquel Abend van Dalen


Manejas varios géneros literarios simultáneamente. En tu plaquette Posdatas, manejas por igual la prosa y el verso, sin embargo, más allá de este poemario también te dedicas al ensayo, a la crítica literaria y a la escritura de diarios. ¿Cómo logras el equilibrio entre estos registros? 

No hay tanto equilibrio sino inestabilidad, un ir y venir –un jaleo– entre los registros; de pronto, hay algo con el deseo…o las manifestaciones de un mismo impulso expresivo (esto último se lo escuché a Victoria De Stefano y me fascinó). No veo –ahora– contradicción entre la prosa y el verso. Hay, sí, un sentido del ritmo, casi musical. A veces, estoy oyendo una melodía y me pregunto: ¿cómo sonará esto en palabras? Hay cosas que pueden decirse en un poema y no en un ensayo, en una entrada de diario y no en un relato. No importa la forma sino el tránsito. Pasa o no pasa. Cuaja o no. Eso sí: mi interés principal está en la poesía y trato de encontrarme con sus manifestaciones en otros lugares (no podemos reducirla al poema nada más). Algunos científicos, a su manera, son poetas. Y esto ya lo advertía Perse cuando ganó el Nobel en 1960 (“sostienen la misma interrogación sobre un mismo abismo, y únicamente difieren sus modos de investigación”). Entonces, la poesía es un placer y todo lo demás sale de ahí. Ahora bien, el interés por “ensayar” se afinó con mis estudios en Letras. Me gusta suponer que intento un tipo de ensayo, más o menos personal, a veces juguetón. Quisiera andar más cerca de la imagen y un punto lejos de lo meramente conceptual (encontrar eso que Gerbasi llamó “documento de los sentidos”). Ahí, en ese arte ensayístico –y, digamos, rapsódico– hay varias corrientes: Lezama, Gramcko, Ossott, Rojas Guardia, Borges, Zambrano, Sucre, Paz, Montejo, Armand, Sarduy, Rossi, Cadenas, Palacios, Castillo Zapata, Pitol, Silva Estrada.

¿Sientes que los géneros literarios que manejas se trasvasan entre sí?

En mí no estoy seguro. A veces pienso que sí. Pero lo pienso ahora. Es una sospecha que no exploro. En literatura, parece, y quizá en todo lo demás, hay certezas que no sirven de mucho. Trato de hacer un ejercicio de la mirada a partir de algunas afinidades, dudas, incertidumbres…y desde ahí, supongo, me acerco a la poesía. Tampoco me siento en pleno manejo –o posesión– de algo. Ahora, sobre esta pregunta, puedo decir algo más desde mi experiencia de lectura: en un momento determinado –y en buena medida gracias a Roberto Pérez León– empecé a notar que la poesía no es algo que se queda solamente en el poema. Ver cómo aborda –desborda– otros géneros me pareció un ejercicio estimulante. Pensemos en esos vasos comunicantes a partir de Gramcko, Breton, Rilke, Nabokov, Lispector, Duras, Yourcernar (aunque estas últimas no son, “formalmente”, poetas, piensan y se expresan como tales, pensemos en La pasión según G.H, Fuegos y Memorias de Adriano). Para mí, hay un libro que concentra lo que intento decir: La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. Es la desmesura: ahí está el equilibrio y el desequilibrio, la historia y el mito, la prosa y el verso, la imagen y el concepto, la escritura toda. Por momentos olvido que debo “entender” y solo me dejo llevar. Que un escritor te lleve a ese trance es fascinante. Rompe con nuestra educación del pensar y para mí eso es digno de celebrarse.

¿Cuáles son las ventajas y peligros de la poligrafía?

El polígrafo funda un territorio y yo más bien voy en una expedición. Hay una entrega instintiva, simplemente. Y con ella, supongo, riesgos. Las imágenes me van llevando y trato de escuchar. Ahora que me lo preguntas, a veces me gusta pensarme como alguien que “traduce”: va y viene de distintos lugares y en el camino –¿hacia dónde, hacia sí mismo?– irá encontrando sonidos que alguna vez, si acaso felizmente, desembocarán en la página. ¿Que si salió prosa, verso? ¡No importa! Solo voy migrando-mirando. Desde luego, es un modo algo caprichoso de asumir la escritura. Tengo una gran urgencia caleidoscópica. A veces sin buscarlo tanto, algo en mi inclinación va tras eso. Lispector decía: “Hay que entregarse a la desorientación”.

Has publicado varios artículos y entrevistas en la prensa, revistas web y blogs. ¿Cómo combinas la labor de periodista con la de escritor?

En rigor, no hay tal combinación. De vez en cuando me solicitan colaboraciones. Por lo demás, nunca he trabajado formalmente en una sala de redacción. La única vez que hice algo parecido, hace unos diez años, fue en un semanario: La razón. Después de hacer mis pautas, tenía que esperar las correcciones. En esas horas muertas, mientras aprendía algo de ajedrez, ponía el oído a lo que hablaba Jesús Sanoja Hernández con los escritores que tenían la costumbre de reunirse allí.

Has publicado ensayos bajo seudónimos. ¿Estás construyendo un heterónimo?



A veces me atrae la heteronimia. Por ahí andan paseándose algunas voces volubles. Es un divertimento. Así empezaron los carteos entre Giacomo Scardanelli y Aleister Creeley (diario Tal Cual). Por otro lado: yo no creo, al menos para mí, en esas teorías casi brujiles de Pessoa sobre los heterónimos. Solo advierto un estado lúdico, una suerte de ebriedad: algo anda revoloteando y trato de atenderlo; quizá, como una antena, intento dar con una señal. Cuando estoy ante un texto muy reescrito, dejo de reconocerlo, le pongo otro nombre. Así, a rajatabla, la noción de propiedad en literatura me resulta algo dudosa. Un escritor, me agrada pensar, es un extraño palimpsesto, el resultado –y el encontronazo– entre muchos influjos, la metamorfosis y la antropofagia.

Tus diarios serán publicados próximamente por Bid&Co. Editor. Siendo los diarios una escritura íntima por definición, ¿por qué escoger publicarlos, especialmente tratándose de tu primer libro?

La opción de publicarlos fue muy fortuita. Apareció. Y tras pensarlo un poco, me pregunté si tenía algo que perder. Y la respuesta fue no, no tengo (es posible que en el futuro me arrepienta de esta liviandad). En todo caso, Derivas, mi diario correspondiente al año 2010, ya no era tan “privado”. Digo esto porque lo presenté como trabajo de grado. Tampoco considero una idea radical de intimidad en el diario, sobre todo si está escrito por alguien que lee.

¿Pueden los diarios no ser literatura una vez publicados?

Cada diario, en sí mismo, encarna un modelo distinto y no todos pueden leerse igual; ahora, si es o no literario, dependerá de quien lo escriba y sus búsquedas. Yo lo veo en la encrucijada de los géneros: colinda con el ensayo, la narración personal…y cierto rapto lírico, al menos en Pizarnik lo siento así. A veces es solo fragmentario, caótico. Una escritura meramente catártica, pongamos, quizá no sea muy literaria, pero seguro tiene por ahí su “venenito”, ¿no? Tampoco “debe” escribirse el diario todos los días: puede tener baches, saltos, silencios…hay una tensión con la materia.

Aparte de ir y venir en los modos de la escritura, también te dedicas al trabajo visual a través de los collages. ¿Qué relación hay entre éstos y tu quehacer literario? ¿Por qué collage y no pintura o escultura?

La pintura y escultura exigen una preparación, una disciplina y un pulso anímico que no tengo. Ambas me sobrepasan. El collage, en cambio, es con lo que puedo. Me gusta ver cómo se producen nuevas combinaciones y texturas a partir de elementos en principio disímiles. Siempre ando en una “cacería”, hay algo muy divertido en la elección de los materiales y los soportes; el momento de rasgar y pegar me lleva a territorio extraño, casi festivo. Todo lo anterior, visto así, es muy parecido al ejercicio de observación que supuestamente debe hacer un escritor. ¿No? También hay textos algunos en mis collages. Allí, supongo, hay un diálogo y un impulso (¿volvemos con De Stefano?). Después de todo, en la escritura hay algo de com-posición y juego, impresiones que van asentándose, entran en una superficie y van fugándose.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Un poemario y una serie de collages.


Alejandro Sebastiani Verlezza: periodista, licenciado en Letras (UCV, 2013). Textos suyos han sido publicados ProdavinciImagenAteneoLetraliaCorriente AlternaEl Universal, La Razón, El Nacional  Tal Cual y Voces nuevas (Celarg, 2005-2006). Participó en la IV edición de la Semana de la Narrativa Urbana, así como también en las exposiciones colectivas Ciudad volátil: arquitecturas transitivas de la vanguardia caraqueña (La Caja, Centro Cultural Chacao, 2011) y Confluencias (UCV, 2012). Actualmente cursa el diplomado en Estudios Liberales de la Universidad del Valle San Francisco y se desempeña como docente en el instituto ICREA.  Posdatas es su primera plaquette editada por El pez soluble (2011).