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viernes, 24 de mayo de 2013

"Soy un recolector" - Entrevista a José Delpino por Raquel Abend van Dalen


Dicen que te tomas un tiempo más bien extenso corrigiendo tus textos, es decir, que deben tener bastante historia.

Escribir, para mí, es una actividad obsesiva hasta el agotamiento. Al principio me generaba padecimientos, pero desde hace algunos años más que todo disfruto mucho la escritura, aunque deje en ella toda la energía de semanas en unas pocas horas. Escribir es para mí una actividad de exploración y combinación; y no porque escriba todos los días; vuelvo a ella cada tanto. Realmente, soy un escritor que acumula frases y percepciones, ideas y restos. Soy un recolector. Ando por ahí trabajando todo el tiempo en posibilidades no realizadas de letras; trabajando en borradores irreales, en frases potenciales. Quizás por eso me gusta tanto caminar, descubrir cosas, sintonizar. A veces me parece que un escritor en estos tiempos debe ser algo así como un receptor de radio.
Digamos entonces que mi obsesión con la escritura tiene básicamente dos caras. Una cara es constante: la cara de la recolección incansable, del escudriñamiento del presente, la historia, de la memoria; cara que depende marcadamente de la exigencia de una especie de culto profano a la necesidad y el azar. La otra cara de mi obsesión con la escritura es la de las teclas, la del impulso, la el rapto ritualizado y la combinatoria insistente. Es esa labor de construcción, pero también de extracción y proyección, la revisión de notas, de trazos, el desarrollo de tentativas, de tanteos. 

¿En qué consiste tu método de escritura poética?

Escribo cada tanto, pero cuando me siento, puedo pasar 12 horas componiendo uno o dos textos sin parar; o dos días seguidos de trabajo en varios textos. Escribir un poema me puede tomar varias horas previas de nada, de divagación, de vacío, de dilipendio del tiempo. Incluso cuando escribo de corrido, luego vienen muchas versiones de los poemas, de combinar, mover; de leer y releer una y otra vez todo en voz alta. Suelo visitar cada poema en varias ocasiones después de algunos meses o años, y repetir el trabajo incansable de retar al poema, de combinar y recombinar, para probar sus asís resistencias y sus posibilidades. Hay poemas más seguros desde el principio y otros que son más como maquetas titubeantes… exploraciones iniciales que empiezan a tomar forma sólo meses después.

¿Cuál es la historia que está detrás de Fanes? ¿Es un libro concebido de antemano como conjunto coherente o es una recopilación de poemas?

Fanes es mi primer libro y tardé 6 años en escribirlo (2003-2009). Es un libro objeto que se disgrega, que explora los movimientos disgregatorios de la palabra, la imagen y el deseo a medida que avanza en sus cantos. Se fue haciendo a sí mismo, poco a poco fue tomando forma. Yo fui parte de ello y forcejeé, pero no tuve todo el control del asunto. No es un libro concebido de antemano, es un proyecto que fui haciendo ladrillo a ladrillo, por medio de una meditación verbal cada vez menos sosegada, cada vez más violenta; “meditación” en relación al deseo, el cuerpo, la imaginación, la fragmentariedad y el azar. Desde el principio (2002-2003), hay algo que siempre tuve bastante claro, incluso cuando Fanes no se llamaba Fanes sino El mordido pecho del que mira: tenía claro que buscaba un libro ritual, letánico, que intentara crear una mitología del padecimiento, y que intentara hilvanar una paradójica “religiosidad” profana, profanadora. 
Realmente empecé a escribir poesía en serio en 1998, a los 17 años y, en ese sentido, este primer poemario, luce tardío… producto de un muy largo proceso. Pero lo cierto es que en él se manifiesta una continuidad de 11 años de exploraciones. De hecho, podría decirte sin duda que Fanes surgió de la destrucción de mis tres primeros intentos de libros: La fiebre de los ojos y otros dos con títulos impresentables que no te diré de ningún modo. Poemas destruidos como “Germen” o “Parque” sirvieron también para empujar esta idea.

¿Por qué lo titulaste Fanes?

Fanes es un nombre de la mitología que no suena ya a nada, que no recuerda nada, que se ha vaciado y queda como huella. En la portada del libro aparece como una marca que alude al deseo y que terminó siendo el título. El libro también podría llamarse Naipes, o Caída. Pero se terminó llamando Fanes y así parece un objeto esotérico falso, un objeto religioso ficticio.

¿Quiénes fueron tus referentes a la hora de escribirlo?

Mis referentes eran disímiles: Baudelaire, Huidobro, Octavio Paz, César Vallejo, T.S. Eliot, Nerval, Rimbaud, Artaud, Hanni Ossott, Juan Sánchez Peláez, Armando Rojas Guardia, Celan, Michaux, Kerényi. Poco a poco la pretensión de construir poemas desde la exploración contemporánea de alguna posibilidad de lo mítico fue convirtiéndose en la imposibilidad contemporánea del mito; en esa medida el libro se adentra, a medida que  avanza en el tiempo y en sus páginas, en la dispersión del canto, en la fragmentariedad y la combinatoria de la imagen y sus sonidos. El canto es cadáver vivo sobre el espacio de la hoja, cuerpo artificial y tentativa de mostrar la imposibilidad del mito, la ficción del mito y cualquier tentativa religiosa como salida de emergencia de la historia.

En tus textos se hace evidente un manejo de la imagen sin afán explicativo o denotativo. ¿Cuál es tu intención?

Primero está la pretensión de hacer una poesía que explore lo real en la tensión de la imagen, en la tensión de la paradoja y de lo posible. La imagen, en ese sentido no es nunca una explicación, sino más bien una “apertura”, una apuesta sobre las cosas, una gnosis profanada y tentativa. Luego, en un segundo momento está el abandono de toda posibilidad de construir una palabra auténtica, esencial o más verdadera. Las imágenes tensionan la existencia, abren puertas, pero no estoy nada seguro que se trate con ellas de develar o revelar el Ser ni nada por el estilo. Tampoco la imagen poética me parece algo absolutamente autónomo, ni tan sólo un juego o un artificio. Me parece que toda imagen poética se desangra en la contingencia de la historia y de la Historia. Mi precaria intención es pensar con imágenes y paradojas lo real, que es inaccesible de cualquier modo pero que puede atravesarse en la combinación de los desconciertos.

En tu libro, textos cortos se alternan con textos largos. ¿Siempre fueron de esas longitudes?, ¿tienes preferencia con respecto a la extensión de los poemas?

Últimamente los poemas largos y medianos me interesan más que nada en el mundo, pero no tengo preferencias definitivas. Tiendo, eso sí, a irme a los extremos. Necesito el poema muy corto y el poema muy largo para generar recorridos, para dejarle al lector esos contrastes. En el caso de Fanes, esa variedad de longitud creo que hay que entenderla en relación a la gran variedad de registros, de voces, por las cuáles uno se va deslizando, un poco hechizado por cierto tono letánico de falsa monotonía y falsa constancia. En Cercados Rotos, el próximo libro, esta variedad es radicalmente mayor.

En cuanto a las lecturas que haces cuando estás trabajando en un libro de poesía, ¿te restringes a un género en particular?

En general nunca me restrinjo. Leo fragmentariamente, discontinuamente (con fugacidad o detenimiento, depende) todo lo que me cae en las manos o en el disco duro. Y en eso hay un poco de azar, un poco de tanteo exploratorio y un poco de la contingencia de mis otros trabajos: la docencia y la investigación en la universidad. Mi interés en la mitología, en la literatura latinoamericana, en el teatro, en la música y el cine, en la sociología y la antropología de la palabra escritura, en ciencia y la tecnología contemporánea y en la teoría crítica, son motivaciones que nunca han estado divorciadas de mi poesía. Leo mucha poesía, pero también textos teóricos y ensayos.

En poemas publicados recientemente a través de medios electrónicos se nota que estás acudiendo a un cúmulo de referencias cotidianas que no están en Fanes, ¿qué estás explorando?, ¿hacia dónde estás escribiendo?

En efecto, el agrietamiento y la dispersión de mi escritura, desde 2007, está dando lugar a textos con referencias concretas, identificables, de distinta índole, y que remiten a otros espacios de lo cotidiano, de la historia, de los hábitos presentes, de nuestras perplejidades del aquí y ahora con nombre y apellido.

Esto se realiza de diversas formas en los poemas: por inserción, por montaje, por collage o recreación, por apropiación, mutación o traducción, por alteración, contaminación, y un cúmulo de técnicas que no he logrado definir, ya que son una posibilidad en apertura. Se trata un poco de hacer visible los entretelones de la producción poética, y de convertir esos entretelones y entresijos en la verdadera pulpa de la escritura, en la maquinaria de los versos.

Estoy trabajando con fuerza en ello desde 2010. Pero ya empecé a avisorar esa posibilidad en 2007. El último poema de Fanes, “XII”, de manera velada,  y algunos apuntes y versos escritos entre 2006 y 2009, son los textos que inician esa búsqueda nueva. La propuesta comenzó a tomar más clara forma en textos como “Guaire” y “Agradecidos de la nada”, escritos en 2010, entre Caracas y Madrid. Creo que mi dislocación entre las dos ciudades terminó de contribuir al proceso.

En esta dirección tengo ya dos libros de poesía en marcha, Cercados Rotos y Poemas inducidos, además de un blog de ensayos, apuntes, poemas, improvisaciones y grabaciones, Autopista Inmóvil. El blog está apenas en sus inicios, y los primeros textos tuvieron mucho que ver con los acontecimientos políticos de marzo-abril de 2013. Poemas inducidos es un proyecto secreto de poesía que tiene que ver con mi melomanía, con mi obsesión por la música y con una serie de técnicas de contaminación y alteración que estoy poniendo en práctica.

Cercados Rotos lleva más camino andado y debería salir a la calle a finales de 2014. Allí, a través de toda esta propuesta de montaje y mixtura obscena que ya te he descrito, busco quizás lanzar una mirada al presente babélico. El verso es aquí es una máquina de espeleología, una cámara combinatoria, una herramienta filosa de disección espacio-temporal; una grúa, un riel, un vehículo aéreo para hacer recorridos violentos a través del espacio y el tiempo. La idea es experimentar vías para pensar la historia presente, sin inmovilizarla, para pensar la historia en su inmanencia, en el aquí y en el ahora histórico y sus genealogías posibles; en el aquí y el ahora de Caracas, y de otras ciudades y lugares de Venezuela y el mundo. Es un intento, también, para pensar e imaginar la experiencia contemporánea y la práctica de la vida sin esencializarlas. En esa dirección, la metáfora del verso-cámara me parece decisiva y esclarecedora.

Está anécdota puede ayudar a entender el camino que transito ahora. En 2006, estuve 6 meses en un trabajo bastante intenso en ente del Estado; al mes, tenía que visitar dos ciudades distintas del interior. En esa época, entre los aeropuertos, los aviones, los autobuses, los hoteles, los taxis y una suerte de erupción simultánea de memorias de mi infancia y adolescencia, fue que empecé a maquinar Cercados Rotos. En cierta forma ese estado de movilidad sigue siendo el motor del libro.


José Delpino (Maracaibo, 1981) vive en Caracas desde 1997 y se dedica a la poesía y al ensayo. Entre sus intereses más acendrados están la poesía, el cine, la literatura, y la teoría crítica y cultural. Su primer libro, Fanes (2010), ganó el III Premio Nacional Universitario de Literatura (2009) y fue publicado por la editorial Equinoccio. Sus textos han aparecido en diversas revistas y blogs de Venezuela (Letralia, Las Malas Juntas, El Cautivo, Poesía, Arepa y El Salmón), España (Quimera y Alhucema) y Chile (Afinidades Electivas y Los Poetas del 5). Actualmente es investigador y profesor de literatura en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) y trabaja en dos libros de poesía, que se titulan Cercados Rotos y Poemas inducidos. Con cierta frecuencia, publica ensayos, poemas y traducciones en su blog, Autopista Inmóvil.