¿Recuerdas el momento en el que
comenzaste a escribir poesía? ¿En qué momento se convirtió en una decisión?
En aquel entonces yo contaba con 21
años y dos hechos más propios de un juego azaroso me iniciarían en el mundo de
la escritura. En primer lugar, la experiencia de leer por vez primera poesía con
el libro: Una temporada en el infierno
de Rimbaud; y, por otro lado, tomar el consejo de una amiga psicoterapeuta
quien recomendaba usar la escritura como terapia, es decir, escribir todo
aquello que ensombrecía mi ánimo y luego entregar todo eso al fuego. Esa fortuita
combinación de este par de eventos me inició como escritor pero no de poesía
sino como de alguien que sintió que escribiendo conseguía un espacio para la
catarsis y un momentáneo alivio personal. Por tal razón, toda esa producción que
ocupó algunos años no tenía ningún anhelo literario, solo textos sin pretensión
artística y sin ánimos de que otros los conocieran, pero sí me dio el hábito de
usar la hoja en blanco como lugar para la expresión, eso sí, siempre imitando
toda lectura que me gustaba generalmente venida de la poesía. Unos 7 años
después decidí escribir más allá de la terapia inmediata sobre un viejo plano
de la casa donde aún vivo y de ese experimento resultó La Rendija de la puerta, mi primer libro, publicado en el año
2012. Después de esta experiencia decidí tomar más en serio el oficio de
escritura y pensarla como proyecto artístico y la poesía como una manera de
estar en este mundo.
¿Por qué este género y no otro? ¿Qué
te da la forma poética?
También he intentado escribir cuentos o
ensayos pero el resultado siempre es una voz raquítica y bastante torpe. Admiro
esos géneros y no es que como poeta deslumbre o maneje el lenguaje de modo magistral
pero me gustan sus efectos y alcances. Supongo que tiene relación con mi manera
de pensar, es decir, en imágenes y porque con el paso del tiempo siento más libertad
de experimentar con el lenguaje en un poema para intentar decir o sugerir
aquellas dislocadas imágenes internas que también son comentarios personales
sobre el mundo circundante o de mi universo privado.
Tu poesía está llena de figuras
tutelares, como si se tratara de los fantasmas de la familia. ¿Qué estás
tratando de construir con estos personajes?
Algunos de estos personajes son puente
para tocar otros temas: el paisaje, algún tipo de cosmovisión, la infancia, la
muerte o algún mito. Me interesa trabajarlos porque me atrae la historia mínima,
la vida misteriosa y rica de cierto tipo de seres anónimos, de figuras
marginales siempre de espalda a los discursos totalizantes y grandilocuentes. Tengo
simpatía por los seres imposibilitados de encajar. Me gustaría conseguir que esas
figuras tutelares más otros elementos construyan una atmosfera enrarecida, permitiendo
así recrear ambientes indefinidos, difusos, ambiguos que den la posibilidad de
pensar en una realidad paralela. Que sea la afirmación de un referente a la par
que su negación.
La escena donde suelen desarrollarse
tus poemas es el espacio doméstico. ¿Hay una búsqueda consciente?
Como el paso del tiempo lo ordena todo,
ahora me he dado cuenta que existe una primera etapa en mi propuesta poética
cuyo marco lo forman dos vertientes: el paisaje y la familia. Seguramente tiene
que ver con aquello te que mencionaba anteriormente, la natural inclinación por
lo micro. La casa como lugar para la familia y también como un espacio posiblemente
en sintonía con esa idea de mirar lo inmediato a su vez que interrogarlo, la vivienda
como ámbito cerrado y del encierro, del aislamiento, una idea que vuelve rara
cualquier arquitectura.
¿Hacia dónde diriges tus lecturas?
¿Qué autores te han influido más?
En las lecturas soy más bien
desordenado. No hay plan sino una aleatoria exploración por intereses del
momento. Ahora me interesa cierta poesía latinoamericana como la de: Néstor
Perlongher, Héctor Viel Temperley, Antonio Cisneros, Mario Montalbetti, Eunice
Odio, Ida Gramcko, Coral Bracho, Mario Bellatin, Sergio Pitol, Nuni Sarmiento,
Levrero, Marosa Di Giorgio…
Tus poemas tienen un ritmo particular
gracias al manejo del espacio y de los signos de puntuación. ¿Por qué se te
hace necesaria esta forma de crear cadencia?
Creo que tiene relación con el aspecto
visual del poema. Me interesa su disposición espacial en la hoja en blanco. Es
buscar otras opciones más allá del verso ordenado y su esperada fluidez. Puede
que el Jazz o la Música Concreta tengan su influencia en cómo manejo los
silencios en el papel. Qué bueno sería hacer un poema como el tema “December
1952” de Earle Brown.
¿Tienes alguna rutina que necesites a
la hora de escribir?
Debo poner música antes de sentarme a
escribir.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora escribo un libro cuya imagen
inicial era el recorrido de un personaje por una ciudad en ruinas, pero, como
siempre, parece que está saliendo otra cosa.
Jairo Rojas Rojas
(Mérida, Venezuela, 1980). Licenciado
en Letras mención Historia del Arte
por la Universidad de los Andes. Ha publicado los libro de poesía La
Rendija de la puerta ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón
Palomares (2011) y La O azul premiado en el III Concurso Nacional de Poesía de
Venezuela (2012). Su tercer libro Casa para la sospecha fue merecedor del premio mención poesía
en la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013). Administra el blog: http://unardoble.blogspot.com/