El mar se te mete en el alma y te abre
inmensidades, inquietudes. Ver el horizonte te hace pensar que siempre hay algo
más allá, algo que está al otro lado. El mar es una puerta abierta a la
creación de historias. De la misma manera lo son los castillos de Puerto
Cabello y la zona colonial. Ver esos sitios, saber que allí alguna vez habitó
gente de otro tiempo y que vivieron historias posiblemente interesantes, te
crea también la inquietud de narrar.
Dime: cómic y
literatura
El cómic no es literatura, pero es una
máquina de contar historias fascinantes. El cómic te ayuda a pensar por
escenas y también te abre la imaginación hacia otras posibilidades temáticas.
Me gusta mucho el cómic que juega con temas fantásticos. El realismo sucio de
los cómics también me fascina. Las historias están en todas partes. En lo que
ves en la televisión, en el cine, en las historias que escuchas por la calle y, por supuesto, también en los cómics. Los cómics son fuente de inspiración. Debo
decir que desde hace rato no leo cómics. Leí mucho en 2009, en Iowa, pues la
ciudad tenía una maravillosa librería de cómics.
¿Qué extrañas de la vida en Iowa?
El recurso del tiempo y la tranquilidad, el poder caminar, la tienda de
cómics, las librerías, la comida india, algunas amistades.
¿Quiénes son los
hermanos Chang? ¿Qué comen?
Los hermanos Chang son un par de chinitos
muertos. Comían diversión, frescura, crítica, humor, alternativa. El desinterés
del mundo los mató. Espero que hayan dejado algo en los lectores y en los
narradores jóvenes.
¿Qué te atrae de
los mecanismos internos de la ciencia ficción? ¿Has tomado algo de ellos
conscientemente a la hora de escribir?
No soy un gran lector de ciencia ficción. Me
gusta, sí, el cine de ciencia ficción. Ahora, de la ciencia ficción en general
me atrae ese poder de contar y criticar el presente con imágenes del futuro. Te
permite decir mucho de una manera original, distinta… A ver, me explico un poco
más: el realismo literario no me va bien. No tengo nada contra quien lo escribe
ni contra el estilo, pero en mi caso, no me sale, siempre termino echando a
perder mis historias con un “toque” de algo imaginativo, algo exagerado o
fantástico que se alza por encima del realismo a secas. Es una tara en mí, nada
puedo hacer al respecto.
Le dedicas parte
importante de tu tiempo al manejo de las redes sociales. Escribes
constantemente en twitter y en facebook. ¿Por qué? ¿Crees que hay una relación
entre las redes sociales y el poder?
Ha quedado demostrado que al poder le
molesta la comunicación crítica de los ciudadanos. Ahora, no creo que las redes
sociales sean una panacea. Hay mucha tontería en las redes sociales: y déjame
decir que la superficialidad no me parece el peor de los males. Que haya
gente que habla de dietas y salidas a la playa, pues perfecto, eso está muy
bien. En cambio, aquellos que usan las redes sociales para lanzar opiniones
como si fueran los dueños de la verdad, de la episteme, pues esos sí que me
preocupan. También hay mucha furia indiscriminada, quiero decir, mucha furia
que se está volviendo contra todos, abarcándolo todo. Yo uso las redes sociales
para transmitir ideas, para divertirme, para opinar sobre las mediocridades y
los abusos del poder, como herramienta de mercadeo o herramienta egocéntrica, etc.
No existe una sola razón para usar las redes sociales, así como no existe una
sola razón para hablar o para callar.
Las listas están ahí, esperando a ser
llenadas. Hay listas inocuas, listas fatales, listas maravillosas… Y hay buenos
lectores de listas y malos lectores de listas, aquellos que quieren leer lo que
más les conviene en las listas. El lenguaje es una cosa compleja, oscura. En
muchas ocasiones queremos decir una cosa y decimos otra, o nos leen algo
totalmente distinto a lo que quisimos decir. ¡Oh salve dios Derrida!
Las listas son cajas, y dependen de su
contenido y de su contexto. No es lo mismo una lista de los libros que te
gustan puesta en Facebook, que una lista de admitidos a un postgrado de una
universidad. Jorge Luis Borges hizo una lista maravillosa en «El idioma
analítico de John Wilkins». Esa lista inspiró Las palabras y las cosas de Foucault. Por supuesto, la mayoría de las listas no son más que una visión
de la realidad. ¿Quién pretende una lista como un todo? Es absurdo.
¿Qué temas te
obsesionan que no se muestren evidentemente en tus libros?
Todo va saliendo, más o menos camuflado.
¿Cómo te relacionas
con la poesía?
Leo poesía para destrancarme en la
narrativa. Cuando mis recursos andan mal, voy a la poesía para traerlos de vuelta.
A veces la poesía es un abismo, a veces la serenidad. No me atormento con la
poesía ni me ahogo en vasos de agua. Hay ciertos radicalismos de la poesía que
me desagradan, eso quiero decir. También he escrito poesía, y en cada momento ha
sido diferente. Escribo poesía, en general, para buscar una escritura más
cercana a las imágenes superiores, para ser más compacto y para ser me menos
cursi. Lo juro que lo intento, no sé si lo logro.
¿Cómo vives la
labor del narrador en Venezuela? ¿Sientes la necesidad de incorporar la
situación actual en tus textos o, por lo contrario, de evadirlos?
Siempre está el país. En todos mis textos
eso queda claro.
¿Piensas que ha
existido un mejor lugar o momento histórico en el que hubieras preferido
desempeñarte como escritor?
En otro momento histórico preferiría no ser
escritor, y no ser yo. Me gustaría vivir en los tiempos de Sherlock Holmes, por
ejemplo, y ser Watson, con bastón e inclusive herida de guerra . Me hubiese
gustado también ser amigo del duque de Rocanegras.
¿A qué autor (a)
venezolano (a) desconocido recomendarías?
No te voy a decir que es un autor venezolano
desconocido, porque no lo es. Pero recomiendo leer a José Urriola. También
recomiendo volver a Los jardines de
Salomón de Liliana Lara. Ese libro debería ser reeditado. Y creo que el
poeta Eleazar León debería ser leído más a fondo.
¿Crees que el mundo
literario venezolano es cerrado?
El mundo literario venezolano es muchos
mundos. O quizás no es ninguno, sino una gran parcela dividida, no sé. Acá hay
gente que ha tenido suerte y publica con editoriales grandes, gente que gana
premios, gente que es muy nombrada, gente que se publica a sí misma, gente que
forma grupos y asociaciones para alabarse entre ellos, gente que envidia a otra
gente, gente con la sensibilidad a flor de piel, gente que dice que los de Caracas
son una mafia, gente que dice que en Caracas no hay ninguna mafia, gente que
prefiere mantenerse desconocida, gente que dice que prefiere mantenerse
desconocida o al margen porque no le ha ido bien ni con el público ni con la
«academia», gente que lee, investiga y lee en la academia, gente que critica
por criticar sin saber nada de nada, gente que no critica y que felizmente
dicen que no saben nada de nada, gente que desprecia a los escritores
venezolanos, gente que cree que nunca nos daremos a conocer fuera del país,
gente que dice que no importa que no nos demos a conocer fuera del país, gente
inocente a todo lo que pasa… Después de todo esto y más, ¿podemos decir que
somos cerrados? No sé. Cerrado quizás no sea la palabra. Creo que a veces no
somos tan cosmopolitas como creemos. Que tenemos mucho de campesinismo
cosmopolita, quizás. En verdad que no sé.
¿Qué es lo que más
te atrae de tus propios personajes?
Su miedo a no ser libres.
¿Qué opinas sobre
los escritores venezolanos que viven en el exterior? ¿Piensas que esto
permitirá que la literatura venezolana sea mejor conocida en el extranjero?
Opino que vivir fuera del país y escribir
fuera del país no tiene nada de malo, y que se ha vuelto tan normal como la
escasez en los mercados. Espero, que si algunos de ellos, o todos ellos, ven la
oportunidad de dar a conocer a otros escritores venezolanos en el sitio donde
ahora viven, pues que lo hagan. Se les agradecería.
¿En qué proyectos
estás trabajando ahora?
En otra novela, y en la revisión de un
poemario.
Fedosy Santaella (1970). Autor de libros de relatos y de las novelas Rocanegras, Las peripecias inéditas de Teofilus Jones, En sueños matarás y Los
escafandristas. En 2010 quedó entre los diez finalistas del Premio Cosecha
Eñe de España. En 2013 ganó el concurso de cuentos de El Nacional con su cuento
«Taxidermia» y resultó uno de los nueve finalistas del premio Herralde de
novela.