TC: De muy chico, le pedía a mi madre que dibujara para
mí. Luego, yo miraba maravillado esas apariciones que ella dejaba en el papel,
y mi maravilla se traducía en un deseo de repetirlas, ésta vez con mi propia
mano, a un lado o en otra hoja… tal como, por entonces, aprendía caligrafía en
cuadernos al borde del pentagrama. Creo que el cómic fue un desarrollo natural
de esa coexistencia del dibujo y de la escritura en mis pequeñas manos. Me
gustaría decir, de esta manera, que lo que vino primero fue una mezcla— algo
común en cualquier infancia sana. El haber aprendido Castellano a través de las
letras y ‘monos’ del hermoso Silabario
Hispano Americano de A. Dufflocq Galdames no es baladí.
Durante mis años de colegio, dirigí Arte Secuencial, una revista de comics con ediciones para educación
primaria y secundaria, y luego The
Georgian (2002), el anuario de mi generación— escribí y dibujé para ambos.
A los 18 años de edad, ser becario de la Fundación
Pablo Neruda me decidió a cambiar mi licenciatura en Letras -entonces en su
primer año- por una de Arte, convencido de que mi poesía debía buscar sus
formas “de güata”, como decimos en Chile (¿lo dicen ustedes también?). Tras ser
estudiante de intercambio en NYU,
hice una práctica en Christie’s,
escribiendo artículos para los catálogos, sobre las obras a subastar. También he
trabajado ilustrando libros… En fin, mi poliedro artístico-literario tiene
hartas caras (¡y eso que no hemos mencionado la música!). En su núcleo, pienso
que el flujo constante de imágenes de mi poesía debe tener que ver con mi entrenamiento en artes visuales.
RA: ¿Te consideras
parte de una tradición de poetas chilenos?
T.C. No. Pero podría dar algunos nombres-guía. Del pasado
profundo, me interesa Gabriela Mistral como poeta esotérica, y el Neruda denso,
antes de que se post-produjera a sí mismo. También, David Rosenmann-Taub: las
versiones originales de sus libros son tremendas, con poemas –esto lo ha dicho
primero Armando Uribe- en las cúspides de la literatura en nuestro idioma. Por
lo mismo, apena que sus reediciones, pesadamente reescritas, a veces perviertan
sus propios logros. Saltando décadas hacia el presente, me llaman la atención
los libros de Diego Maquieira. Y, de los más contemporáneos, Leonardo Sanhueza,
que es también uno de los mejores prosistas chilenos de hoy. Pienso por un
momento que si tuviera que “afiliarme”
a alguna tradición de la poesía chilena, ésta sería la de la Poesía...
pero luego recuerdo un apunte de los Cuadernos de Valéry: “nada más
despreciable que un poeta reducido a ser poeta”. Y decido limitarme la
limitación, es decir, lo discursivo, con un verso de los Four Quartets: “For us, there is only the trying. The rest is not our
business.”
T.C. Estar cara a cara con el poeta vivo más importante
de la lengua inglesa, oírlo recitar poemas de un libro aún inédito y presenciar
su agudeza y humor intactos a los 87 años de edad, fue un grandísimo privilegio.
Personalmente, me hizo muy feliz conversar de nuevo con él en Hudson, habiendo
traducido The Double Dream of Spring
y habiéndolo entrevistado en NYC el 2007. Durante otra lectura, oír al rapsoda
restaurado en toda su potencia durante el Hymn
to Life de Timothy Donnelly fue una conmoción que muchos compartimos. También,
tomé parte de un taller de creación con Adam Fitzgerald, quien, como sabrás, es
uno de los poetas jóvenes más sobresalientes de los EE.UU.. Y nos conocimos con
el poeta chileno Enrique Winter, ahora un amigo. En fin, la AHS fue una ocasión
feliz.
RA: Viviste dos años en
Nepal. ¿Por qué? ¿Qué hacías ahí?
T.C. Fui principalmente a aprender Tibetano, para lo cual tomé
parte de un entrenamiento intensivo de traducción en la International Buddhist Academy de Katmandú. Esto implicó vivir en un
monasterio budista tibetano –de tradición Sakya- durante casi dos años. Mirando
desde Hamburgo esa otra vida, valoro sobretodo las desilusiones vitales y el
contacto con poca y rara gente cuya bondad resplandecía.
RA: Actualmente vives
en Alemania y estás por empezar una tesis sobre Gramática Clásica Tibetana.
Cuéntame de este proyecto.
T.C. Este semestre, efectivamente, empiezo una edición crítica
del སྨྲ་སྒོ་ o
Má-go, un tratado de gramática -del s.IX, si no anterior- que goza de autoridad y
polémica. Emprendo este trabajo como una manera de instalar mi Tibetano Clásico
lo más firme que pueda, con el deseo de –luego- traducir poesía tántrica al
Castellano. Por el momento, trato
de aprovechar al máximo la fortuna de aprender bajo la tutela de Dorji Wangchuk
y Harunaga Isaacson, luminarias del estudio del Tibetano y Sánscrito,
respectivamente, a nivel mundial.
RA: Para algunas
personas sería insoportable tener que dejar el país en el que nacieron para ir
a vivir a otro, pero en tu caso pareciera ser algo necesario. ¿Es así?
T.C. Sí. Desde Santiago de Chile -y qué decir del Pelluhue de
mi niñez- habría sido imposible aprender Tibetano y cultura tántrica desde una
fuente viva. Un aprendizaje como éste -más bien técnico- justificaría, al menos
en superficie, la peripecia geográfica, kilometrable… Aunque, en el fondo, dejar el terruño valdrá la pena sólo si conmociona nuestra mente, si
nos saca de nuestros modos default. Sin
ese movimiento mental, en última instancia no nos habremos movido.
Creo, por otro lado, que esta pena del distanciarse puede
hacerle mucho bien a un autor. En Boudhanath, mientras
terminaba de escribir mi primer libro, leía la correspondencia entre Neruda y
Héctor Eandi. El aislamiento emocional del chileno durante ese tiempo en el
sureste asiático, su idioma extrañado y el idioma extraño que le rodeaba, sus
lecturas más abundantes en Inglés modernista— no me cabe duda de que todo esto
contribuyó a revolucionar su lenguaje al punto de concebir los poemas de Residencia en la Tierra I y II. Esto sugiere un hecho más general:
que la distancia con la lengua materna allega dones al poeta.
RA: Aparte de tu tesis,
¿en qué otros proyectos estás trabajando ahora?
T.C. El primer libro de poemas que publicaré ya
está listo, y en manos de editores. Hace poco más de un mes, leí en Brooklyn y en Santiago un
adelanto de él. Con otros escritores instalados en Hamburgo, hemos formado un Autorenkollectif y
organizado lecturas aquí y en Berlín.
Preparo también traducciones para una antología
poética de Timothy Donnelly y nuevos trabajos de ilustración. Y, como
riachuelos corriendo entre todo esto, los poemas que escribo y reúno para mi
segundo libro me sorprenden y alegran.
Tomás Cohen: estudió Musicología, Dibujo y Grabado en
la P.U.Católica, Historia del Arte en New York University y Tibetano en la
International Buddhist Academy de Katmandú, Nepal. Actualmente sigue estudiando
Tibetano y aprende Sánscrito en Universität Hamburg, Alemania.
Tomás formó parte de la Academia literaria del Saint George´s College y
fue becario de la Fundación Pablo Neruda el 2003. Desde entonces, ha publicado
cómics, poemas, ilustraciones y traducciones, y expuesto pinturas. El 2011
dirigió en Santiago, Chile, el ciclo de lecturas "La Fertilidad de Algunos
Muertos", que homenajeó a Paul Celan, A.Ginsberg, W.Blake y otros.
Recientemente co-fundó 'Found in Translation', un colectivo de autores
instalados en Hamburgo. Este año ha leído su poesía en Hamburgo, Berlín, Hudson
y Nueva York, donde formó parte de la primera Ashbery Home School en agosto
pasado. En septiembre leyó un adelanto de su primer libro en "La
Chascona", la casa santiaguina de Neruda.
Imagen 1: Autorretrato por Tomás Cohen.
Fotografía: Monika Sala.
Imagen 2: "El jardín de las Hespérides" por Tomás Cohen.
web: www.tomascohen.com
Imagen 2: "El jardín de las Hespérides" por Tomás Cohen.
web: www.tomascohen.com