Dicen que te tomas un tiempo más bien extenso
corrigiendo tus textos, es decir, que deben tener bastante historia.
Escribir, para mí, es una actividad obsesiva hasta el agotamiento. Al principio me generaba padecimientos, pero desde hace algunos años más que todo disfruto mucho la escritura, aunque deje en ella toda la energía de semanas en unas pocas horas. Escribir es para mí una actividad de exploración y combinación; y no porque escriba todos los días; vuelvo a ella cada tanto. Realmente, soy un escritor que acumula frases y percepciones, ideas y restos. Soy un recolector. Ando por ahí trabajando todo el tiempo en posibilidades no realizadas de letras; trabajando en borradores irreales, en frases potenciales. Quizás por eso me gusta tanto caminar, descubrir cosas, sintonizar. A veces me parece que un escritor en estos tiempos debe ser algo así como un receptor de radio.
Escribir, para mí, es una actividad obsesiva hasta el agotamiento. Al principio me generaba padecimientos, pero desde hace algunos años más que todo disfruto mucho la escritura, aunque deje en ella toda la energía de semanas en unas pocas horas. Escribir es para mí una actividad de exploración y combinación; y no porque escriba todos los días; vuelvo a ella cada tanto. Realmente, soy un escritor que acumula frases y percepciones, ideas y restos. Soy un recolector. Ando por ahí trabajando todo el tiempo en posibilidades no realizadas de letras; trabajando en borradores irreales, en frases potenciales. Quizás por eso me gusta tanto caminar, descubrir cosas, sintonizar. A veces me parece que un escritor en estos tiempos debe ser algo así como un receptor de radio.
Digamos entonces que mi
obsesión con la escritura tiene básicamente dos caras. Una cara es constante:
la cara de la recolección incansable, del escudriñamiento del presente, la
historia, de la memoria; cara que depende marcadamente de la exigencia de una
especie de culto profano a la necesidad y el azar. La otra cara de mi
obsesión con la escritura es la de las teclas, la del impulso, la el rapto
ritualizado y la combinatoria insistente. Es esa labor de construcción, pero
también de extracción y proyección, la revisión de notas, de trazos, el
desarrollo de tentativas, de tanteos.
¿En qué consiste tu método de escritura poética?
Escribo cada tanto, pero cuando me
siento, puedo pasar 12 horas componiendo uno o dos textos sin parar; o dos días
seguidos de trabajo en varios textos. Escribir un poema me puede tomar varias
horas previas de nada, de divagación, de vacío, de dilipendio del tiempo. Incluso
cuando escribo de corrido, luego vienen muchas versiones de los poemas, de
combinar, mover; de leer y releer una y otra vez todo en voz alta. Suelo
visitar cada poema en varias ocasiones después de algunos meses o años, y
repetir el trabajo incansable de retar al poema, de combinar y recombinar, para
probar sus asís resistencias y sus posibilidades. Hay poemas más seguros desde
el principio y otros que son más como maquetas titubeantes… exploraciones
iniciales que empiezan a tomar forma sólo meses después.
¿Cuál es la historia que está detrás de Fanes? ¿Es un libro concebido de
antemano como conjunto coherente o es una recopilación de poemas?
Fanes es
mi primer libro y tardé 6 años en escribirlo (2003-2009). Es un libro objeto
que se disgrega, que explora los movimientos disgregatorios de la palabra, la
imagen y el deseo a medida que avanza en sus cantos. Se fue haciendo a sí
mismo, poco a poco fue tomando forma. Yo fui parte de ello y forcejeé, pero no
tuve todo el control del asunto. No es un libro concebido de antemano, es un
proyecto que fui haciendo ladrillo a ladrillo, por medio de una meditación verbal
cada vez menos sosegada, cada vez más violenta; “meditación” en relación al
deseo, el cuerpo, la imaginación, la fragmentariedad y el azar. Desde el principio
(2002-2003), hay algo que siempre tuve bastante claro, incluso cuando Fanes no se llamaba Fanes sino El mordido pecho
del que mira: tenía claro que buscaba un libro ritual, letánico, que
intentara crear una mitología del padecimiento, y que intentara hilvanar una
paradójica “religiosidad” profana, profanadora.
Realmente empecé a escribir poesía en serio en 1998, a los 17 años y, en ese sentido, este primer poemario, luce tardío… producto de un muy largo proceso. Pero lo cierto es que en él se manifiesta una continuidad de 11 años de exploraciones. De hecho, podría decirte sin duda que Fanes surgió de la destrucción de mis tres primeros intentos de libros: La fiebre de los ojos y otros dos con títulos impresentables que no te diré de ningún modo. Poemas destruidos como “Germen” o “Parque” sirvieron también para empujar esta idea.
Fanes es un nombre de la mitología que no suena ya a nada, que no recuerda nada, que se ha vaciado y queda como huella. En la portada del libro aparece como una marca que alude al deseo y que terminó siendo el título. El libro también podría llamarse Naipes, o Caída. Pero se terminó llamando Fanes y así parece un objeto esotérico falso, un objeto religioso ficticio.
¿Quiénes fueron tus referentes a la hora de escribirlo?
Mis referentes eran disímiles:
Baudelaire, Huidobro, Octavio Paz, César Vallejo, T.S. Eliot, Nerval, Rimbaud,
Artaud, Hanni Ossott, Juan Sánchez Peláez, Armando Rojas Guardia, Celan,
Michaux, Kerényi. Poco a poco la pretensión de construir poemas desde la
exploración contemporánea de alguna posibilidad de lo mítico fue convirtiéndose
en la imposibilidad contemporánea del mito; en esa medida el libro se adentra,
a medida que avanza en el tiempo y en
sus páginas, en la dispersión del canto, en la fragmentariedad y la
combinatoria de la imagen y sus sonidos. El canto es cadáver vivo sobre el
espacio de la hoja, cuerpo artificial y tentativa de mostrar la imposibilidad
del mito, la ficción del mito y cualquier tentativa religiosa como salida de
emergencia de la historia.
En tus textos se hace evidente un manejo de la imagen
sin afán explicativo o denotativo. ¿Cuál es tu intención?
Primero está la
pretensión de hacer una poesía que explore lo real en la tensión de la
imagen, en la tensión de la paradoja y de lo posible. La imagen, en ese sentido
no es nunca una explicación, sino más bien una “apertura”, una apuesta sobre
las cosas, una gnosis profanada y
tentativa. Luego, en un segundo momento
está el abandono de toda posibilidad de construir una palabra auténtica,
esencial o más verdadera. Las imágenes tensionan la existencia, abren puertas,
pero no estoy nada seguro que se trate con ellas de develar o revelar el Ser ni
nada por el estilo. Tampoco la imagen poética me parece algo absolutamente
autónomo, ni tan sólo un juego o un artificio. Me parece que toda imagen
poética se desangra en la contingencia de la historia y de la Historia. Mi precaria
intención es pensar con imágenes y paradojas lo real, que es inaccesible de
cualquier modo pero que puede atravesarse en la combinación de los
desconciertos.
En tu libro, textos cortos se alternan con textos
largos. ¿Siempre fueron de esas longitudes?, ¿tienes preferencia con respecto a
la extensión de los poemas?
Últimamente los poemas largos y medianos me interesan
más que nada en el mundo, pero no tengo preferencias definitivas. Tiendo, eso
sí, a irme a los extremos. Necesito el poema muy corto y el poema muy largo para
generar recorridos, para dejarle al lector esos contrastes. En el caso de Fanes, esa variedad de longitud creo
que hay que entenderla en relación a la gran variedad de registros, de voces,
por las cuáles uno se va deslizando, un poco hechizado por cierto tono letánico
de falsa monotonía y falsa constancia. En Cercados
Rotos, el próximo libro, esta variedad es radicalmente mayor.
En cuanto a las lecturas que haces cuando estás
trabajando en un libro de poesía, ¿te restringes a un género en particular?
En general nunca me restrinjo. Leo fragmentariamente,
discontinuamente (con fugacidad o detenimiento, depende) todo lo que me cae en
las manos o en el disco duro. Y en eso hay un poco de azar, un poco de tanteo
exploratorio y un poco de la contingencia de mis otros trabajos: la docencia y
la investigación en la universidad. Mi interés en la mitología, en la
literatura latinoamericana, en el teatro, en la música y el cine, en la
sociología y la antropología de la palabra escritura, en ciencia y la
tecnología contemporánea y en la teoría crítica, son motivaciones que nunca han
estado divorciadas de mi poesía. Leo mucha poesía, pero también textos teóricos
y ensayos.
En poemas publicados recientemente a través de medios
electrónicos se nota que estás acudiendo a un cúmulo de referencias cotidianas
que no están en Fanes, ¿qué estás explorando?, ¿hacia dónde estás escribiendo?
En efecto, el agrietamiento y la dispersión de mi
escritura, desde 2007, está dando lugar a textos con referencias concretas,
identificables, de distinta índole, y que remiten a otros espacios de lo
cotidiano, de la historia, de los hábitos presentes, de nuestras perplejidades
del aquí y ahora con nombre y apellido.
Esto se realiza de
diversas formas en los poemas: por inserción, por montaje, por collage o
recreación, por apropiación, mutación o traducción, por alteración,
contaminación, y un cúmulo de técnicas que no he logrado definir, ya que son
una posibilidad en apertura. Se trata un poco de hacer visible los entretelones
de la producción poética, y de convertir esos entretelones y entresijos en la
verdadera pulpa de la escritura, en la maquinaria de los versos.
Estoy trabajando con
fuerza en ello desde 2010. Pero ya empecé a avisorar esa posibilidad en 2007. El
último poema de Fanes, “XII”, de
manera velada, y algunos apuntes y
versos escritos entre 2006 y 2009, son los textos que inician esa búsqueda nueva.
La propuesta comenzó a tomar más clara forma en textos como “Guaire” y
“Agradecidos de la nada”, escritos en 2010, entre Caracas y Madrid. Creo que mi
dislocación entre las dos ciudades terminó de contribuir al proceso.
En esta dirección tengo ya
dos libros de poesía en marcha, Cercados
Rotos y Poemas inducidos, además
de un blog de ensayos, apuntes, poemas, improvisaciones y grabaciones, Autopista
Inmóvil. El blog está apenas en sus inicios, y los
primeros textos tuvieron mucho que ver con los acontecimientos políticos de
marzo-abril de 2013. Poemas inducidos
es un proyecto secreto de poesía que tiene que ver con mi melomanía, con mi
obsesión por la música y con una serie de técnicas de contaminación y
alteración que estoy poniendo en práctica.
Cercados
Rotos lleva más camino andado y debería salir a la calle a
finales de 2014. Allí, a través de toda esta propuesta de montaje y mixtura
obscena que ya te he descrito, busco quizás lanzar una mirada al presente
babélico. El verso es aquí es una máquina de espeleología, una cámara
combinatoria, una herramienta filosa de disección espacio-temporal; una grúa, un
riel, un vehículo aéreo para hacer recorridos violentos a través del espacio y
el tiempo. La idea es experimentar vías para pensar la historia presente, sin
inmovilizarla, para pensar la historia en su inmanencia, en el aquí y en el ahora
histórico y sus genealogías posibles; en el aquí y el ahora de Caracas, y de
otras ciudades y lugares de Venezuela y el mundo. Es un intento, también, para
pensar e imaginar la experiencia contemporánea y la práctica de la vida sin
esencializarlas. En esa dirección, la metáfora del verso-cámara me parece
decisiva y esclarecedora.
Está anécdota puede ayudar
a entender el camino que transito ahora. En 2006, estuve 6 meses en un trabajo
bastante intenso en ente del Estado; al mes, tenía que visitar dos ciudades
distintas del interior. En esa época, entre los aeropuertos, los aviones, los
autobuses, los hoteles, los taxis y una suerte de erupción simultánea de
memorias de mi infancia y adolescencia, fue que empecé a maquinar Cercados Rotos. En cierta forma ese
estado de movilidad sigue siendo el motor del libro.
José
Delpino (Maracaibo, 1981) vive en
Caracas desde 1997 y se dedica a la poesía y al ensayo. Entre sus
intereses más acendrados están la poesía, el cine, la literatura, y la teoría
crítica y cultural. Su primer libro, Fanes (2010), ganó el
III Premio Nacional Universitario de Literatura (2009) y fue publicado por la
editorial Equinoccio. Sus textos han aparecido en diversas revistas y blogs de
Venezuela (Letralia, Las Malas
Juntas, El Cautivo, Poesía, Arepa y El Salmón),
España (Quimera y Alhucema) y Chile (Afinidades Electivas y Los Poetas del 5). Actualmente es
investigador y profesor de literatura en la Universidad Simón Bolívar (Caracas)
y trabaja en dos libros de poesía, que se titulan Cercados Rotos y Poemas
inducidos. Con cierta frecuencia, publica ensayos, poemas y traducciones en
su blog, Autopista Inmóvil.