¿A partir de qué momento
la violencia y resistencia a esta violencia comenzaron a tener un espacio
importante en tu poesía?
Cuando aprendí
santiguarme, evocaba, de alguna manera, la escena de un crimen. Mis deseos más
profundos, mi vergüenza, todo se lo confiaba a un hombre brutalmente
ajusticiado. La cruz es un símbolo de la violencia que siempre me ha
acompañado, pero más allá de su utilidad para la muerte, me fascinaban las
palabras que repetía al persignarme en cada extremo de esos dos maderos
cruzados imaginariamente sobre mí, y que cerraba con un beso en los dedos, con
ese amen tan imperioso, ese así sea. Ese
doble sentido en la cruz, me ilustró algo que es recurrente en mí, y estoy
seguro que en muchos. Me refiero a la percepción de una especie de dualidad mental
y espiritual, algo que intenta
siempre resolverse por sí solo valiéndose del conocimiento, la memoria y la
asociación, y otra parte que observa ese reordenamiento constante e
involuntario de todo lo que recibimos del exterior junto a las emanaciones de
la mente y las emociones, que son imparables. Ese reordenamiento crea las reacciones, los reflejos de lo que nos
abruma, lo que nos inventamos y creemos, tanto de todo lo externo, así como de
nosotros mismos. Actuar desbocadamente sin tener el control, o digamos mejor, la
mirada sobre esas reacciones es lo que siento en mí como violencia, al menos, como su origen. Vista de esa forma, la
violencia no es nada extraño o ajeno, es un descontrol, un desbordamiento que
forma parte de mí y de todos. Ahora, la violencia genérica tiene muchas formas
de manifestarse. Por ejemplo, la historia, la literatura y las religiones,
están selladas por la violencia de la guerra. La misma épica que nos apasiona está
llena de asesinos. No admiramos reyes, emperadores, próceres militares,
conquistadores, solo veneramos asesinos, y asesinos que han matado en nombre de
esa cruz imaginaria con la que se conjuraba el cuerpo en la infancia ante el
día, el mal, lo divino y los difuntos.
Lo mismo ocurre con los
mitos. Violencia y Fuerza son quienes llevan apresado a Prometeo hasta la
piedra de su castigo. Violenta es la revolución y caída de Lucifer, Violenta es
la década en Ilión, donde tanto Aquiles como Héctor, necesitaron de la
instrumentación letal de la fuerza como el pulso del método para la defensa del
honor, la búsqueda de la gloria, y la aniquilación del enemigo. Pareciera que
la dinámica natural de la guerra es el marco simbólico por excelencia para la
representación de esa especie de dualidad mental y espiritual, esa combinación
de fuerzas que se unen y repelen generando distorsiones, que a su vez son el
grano germinal de cualquier acto tutelado únicamente por el descontrol puro que
nos enceguece. Los maestros, y los textos sagrados de la antigüedad aún nos
hablan de esto.
La resistencia a estas reacciones que sentí en mí como violencia, no podía ser ejecutada con la
misma fuerza descontrolada e inconsciente de las emociones que proporciona la
reacción por sí sola. Cribar a través de la observación de mí mismo la
reactividad de los pensamientos y emociones también es un tipo de guerra. Esa
reactividad que se desestabiliza más bajo el tutelaje del ego sólo acelera el
camino hacia la muerte, y esa es la muerte real, la muerte espiritual y
material, no es una metáfora. Con esa muerte
que le es propia al afán de la guerra, la que se paga y da el vuelto a sí misma
en una transacción interminable donde la moneda es un cuerpo que enterramos una
y otra vez en la alcancía de una tierra pobre y marginada, con esa muerte, con
su cachetada huesuda, comenzó la búsqueda de una forma de franquearla, buscar
el movimiento dentro de la escritura que proporcione al menos una frágil
ventaja, ese movimiento es el de la atención. La indagación de un espacio imparcial
en mí sólo parecía posible a través de la búsqueda de cierta quietud, no
pasiva, sino vigilante, y sin arrimarse a cualquier justificación de la moral
hipócrita de hoy. Ser un observador que se ve a sí mismo en frente de sus
propios deseos descontrolados, sus pensamientos, su automatismo, y mirar sin
juicios. Ese movimiento de resistencia,
o la reconfiguración de lo que recibo de lo exterior y dentro de mí mismo,
comenzó hace ya muchos años, y encontró un acomodo en la práctica y el trabajo
con la escritura, pero va más allá de eso, es un asunto casi literalmente de
vida o muerte. El amaestramiento de los sentidos ayuda en esta búsqueda. Lorca,
un poeta asesinado, le daba mucha importancia a esto.
A lo
largo de tu obra poética hay un sentimiento religioso soterrado y constante. ¿Cómo
vinculas la violencia y el sentir religioso?
Mi religión es la
naturaleza y el ser humano, con toda su gracia y su miseria. Lo que comúnmente
se entiende por religioso, sólo hasta
pasados varios años tomó un sentido teórico para mí, susceptible a crítica,
obviamente. Pero la perfomatividad de la caridad, la esperanza y la fe, era
algo natural en mi hogar de crianza, de manera que la aproximación hacia lo religioso fue, como bien dices, un
trabajo hacia el sentir, y sentir la comprensión de estas virtudes
llamadas por la iglesia teologales, pero que en casa no son más que un método lógico
y básico de convivencia, fue también una educación en lo poético.
De la primera y mítica
gran guerra que se libró en el cielo, heredamos una imagen que siempre me
acompaña, y que hoy, tatuada, es un recordatorio, un símbolo, una contra mágica
propia de los salvajes a la que solicitamos protección muchos de los hombres de
barrio. Esa imagen es Miguel, el arcángel, con las alas abiertas y pisoteando a
un demonio antes de atravesarlo con su espada. Para mí esa es una representación
violenta de esa dualidad que te
comento. La imagen de san Miguel Arcángel es una de las primeras huellas
simbólicas que compone de manera bidireccional las batallas internas, psíquicas,
físicas y emocionales del ser humano frente a su naturaleza y su espíritu, al
menos dentro de las religiones occidentales que derivan del cristianismo
primitivo. En la vida diaria, la de la acera y el callejón, la subordinación
psicológica y emocional a esas representaciones de lo divino y lo terrenal, lo
luminoso y lo oscuro, están enormemente vigentes dentro de las guerras territoriales
y espirituales, sobre todo, dentro de las religiones cercanas a la naturaleza
que arquetípicamente sistematizan el carácter, las emociones, la psique y el
espíritu de los hombres a través de sus deidades. Quien consulta a los oráculos
del espiritismo, por ejemplo, en gran medida actualiza a Ulises en búsqueda de
Tiresias, el único de los muertos con conciencia, más, cuando se solicita
consejo y protección para el asalto y la guerra, en este caso, la urbana,
intestina, la social y real.
La relación entre los aspectos míticos, mágicos,
simbólicos, y espirituales de lo religioso
se mezcla entonces con la violencia deificada en el crimen, en todo lo que
se opone a esas virtudes sentidas en la infancia y que encaminaron lo que hoy
es mi carácter, o lo que puedo sentir
que es. El lenguaje como
representación, aunado a este sentir religioso
ligado a la violencia, también sufre, también se modifica y desestabiliza,
esto es un esfuerzo intencional, una curiosidad solitaria para probar su
maleabilidad, sus límites y posibilidades de transgresión en cuanto a formas
canonizadas, su plasticidad como materia de uso. De esta forma el lenguaje poético deja un rastro que simboliza lo violento de los referentes que
simultáneamente lo cargan de la genética semántica que le da vida, rasgos,
cuerpo. Esto es algo que me he propuesto algunas veces, cuando no, ha sido todo
lo contrario y el trabajo ha buscado un aire de formalidad, aunque siempre lo
fracturo, lo someto o me dejo someter por la fuerza a la que también hago
resistencia. Son maniobras de reconocimiento, ahondar en donde se acaba la
seguridad, buscar varias posibilidades creativas, eso siempre me ha interesado.
La poesía, al igual que la vida y la música es movimiento, sobre todo, armonía
en los movimientos.
El proceso en estos casos
puede ser reactivo y por lo tanto violento, pues al abandonar los asideros
habituales de la creación y la comodidad, los conceptos y lo asumido como
verdadero e inamovible en nuestras concepciones de algo, se puede quedar anulado frente a la exploración de ese
territorio nuevo, a la merced y al ataque de las contradicciones, allí se
forcejea, ¿se pierde?, ¿se gana? Hay quienes verán en esto un ejercicio
rebuscado e inútil, pero para mí nada más inútil que la repetición y la
complacencia. Debe existir la búsqueda, y ningún esfuerzo es en vano, esto no
lo digo yo, sino gente llena de fe. Apartada de la moral religiosa de la
institución, la fe, la profunda y activa fe, es acá de gran ayuda. El Jesús
histórico, un profeta asesinado, también le daba mucha importancia a esto.
Las
escenas cotidianas también poseen primacía en tus libros. ¿Es parte de una
estrategia consciente el enmarcar los poemas en este ámbito?
Resalto una palabra de tu
pregunta: consciente. Me detengo allí
porque es una palabra con la que tengo una relación muy frecuente, de
cuestionamiento y develación, ya sea en los talleres de creación poética en el
Departamento de Literatura, o con mis estudiantes de Métodos en la Universidad.
Me es muy importante durante el proceso creativo sostener el esfuerzo por
tratar de sobreponerme a la subjetividad de la consecución de ese estado (consciente) que casi siempre es ilusorio
en todos nosotros, un contrato que firma y avala sólo nuestro pensamiento siempre
tan exacto y complaciente con nosotros, aún dentro de su anegación. La
escritura, en este caso, es el resultado de ese esfuerzo que se trascribe en observación, y observación que se
traduce en sensación, y sensación que se vale de la quietud, una quietud
voluntaria, con todo lo entramado y oscuro que esto pueda parecer, y con todo
lo sofocante y frustrante que ese esfuerzo pueda resultar. Así, se puede tratar
de degustar el lenguaje preciso, el que necesito por su corporeidad musical, y
no el que me impone la asociación inconsciente. Ponerme condiciones al
contrario de limitarme me abre un mundo de posibilidades y me mantiene cerca de
mí. El patrón estrófico y silábico de un soneto no es una cárcel, es una gran
libertad. Hay que encontrar la libertad en las restricciones. Por ejemplo, en
mi libro de poemas más reciente (Quieto)
me impuse no usar el como en su
acepción de comparación o relación de equivalencia o igualdad entre dos
entidades, o lo que es lo mismo, la figura del símil, que me parecer odiosa y
fácil. Este recordatorio, esta condición intencional me ayudó muchísimo a
descubrir posibilidades que tal vez no hubiese encontrado al complacerme en la
maña de la asociación. El mismo proceso ocurre con las imágenes, con esas escenas cotidianas.
Lo que llamamos un estado
consciente, o en este caso, una estrategia con ese apellido durante la
escritura, no es más que el esfuerzo por mantener activo el espíritu de exploración
en una zona donde sólo hay riesgos, y donde no todo está previamente
determinado por la costumbre y el hábito. El riesgo no es una aventura desenfadada,
es abandonar voluntariamente lo que la mente ya tomó como suyo, como verdadero,
e ir más allá. Todo esto puede ser estéril, imaginario, ilusorio, absurdo,
inútil. Sin embargo el esfuerzo se comprueba en el cuerpo, si hay un contacto
dará sus frutos. Esto hace que escribir sea un proceso muy espeso para mí, ya
que se involucran otras partes que comúnmente consideramos ajenas al acto de
creativo, como el propio cuerpo, por ejemplo. Se necesita de mucha vigilancia y
reflexión. El problema y la contradicción aparente más resaltante, es que
vigilamos y reflexionamos con las formas que ya aprendimos, con el material de
la mente que ya tenemos, y esa es la lucha. Las opiniones, juicios, y valoraciones
de terceros nada valen si obstaculizan este tratar, es mejor darles otra
utilidad, mantenernos alertas, afinar muy bien la atención, para derribarlas
utilizando la misma fuerza con la que tratan de embestirnos. Esto importa más
para la vida que para la escritura automática de poemas sobre nuestra condición
existencial, nuestra sobrevalorada preocupación social, en fin, nuestro
atesorado ego.
Esas escenas cotidianas responden a lo observado durante ese esfuerzo,
lo que encuentro, lo que hago, y todo, sin temor o vergüenza, sobre todo tratar
de que no impere el temor o la vergüenza, así como la complacencia de la
imaginación de lo ya ideado como poético.
Los cuatro principios que rigen gran parte de la estética de la poesía
oriental: el Sabi, el Wabi, el Mono-no-aware, y el Yuguen,
ofrecen el resultado de un esfuerzo similar, sostenido por muchos poetas por
muchos años. Son la guía para una aproximación hacia la austeridad, la
sencillez, la unión con lo natural, la tierna conmoción. El mundo cambia a
través de nuestro esfuerzo por vivirlo y notarlo, cualquier escena cotidiana a
través de ese esfuerzo es bella,
conmovedora, la metáfora de nuestro propio estado. Lo que está afuera visto con
lo de adentro, y lo de adentro reflejado en lo de afuera, con sinceridad, sin
ansiedad de aprobación individual o colectiva, la segunda, asesina al poeta.
Has
construido una obra prolífica para tu edad. ¿Es la labor de la escritura una
defensa contra la hostilidad?
Entre los veinte y los
treinta años escribía mucho. Varios de los libros concebidos en esa época ganaron
algunos premios, y los premios llevaron a sus publicaciones. Otros textos, afortunadamente,
los retiré a tiempo de imprenta después de meses y meses de corrección. Los que
no vieron luz editorial los quemé. A todo lo escrito, después de un tiempo, si
no lo resuelvo, si no me resuelvo, lo quemo. Lo que esos trabajos debían hacer
en mí, lo hicieron. Y tal vez fue mostrarme no la hostilidad de afuera sino la
de adentro. Escribir y vivir así, con la vertiginosidad de todo joven, explorando,
probando, y destruyendo, era una labor de reconocimiento, un reconocimiento casi
militar en este caso. Ver quién estaba allí conmigo, dentro de mí, cuando
existía el reconocimiento de los otros, ver qué se ganaba en realidad con un
premio y qué se perdía. Qué se obtenía al publicar un libro y qué se malgastaba.
El trabajo con la escritura, más que una defensa, ha sido el de conocerme, sentir
mi hostilidad. No me importa si es una guerra individual, que lo es, lo que me
parece sustancial es conocer las armas que uso muchas veces en contra de mí
mismo inconscientemente, sea con el poema, con su escritura, o con el prójimo.
Pero lo que me parece más
importante es tratar de vivir bien, y llevar en paz esa guerra. Poder ser útil
a los demás y ayudar, colaborar de alguna forma, sobre todo, frente a la hostilidad
del crimen, el odio y la estupidez colectiva que despunta y crece, crece, y
crece. Ninguno de nosotros se salva de esto, en cualquier lugar esa
inconciencia puede tocarnos. El poeta puede ayudar pero primero debe ayudarse.
Del poeta hoy día se necesita la sensatez que tanto presume tener, y bien reza
la sabiduría popular, que solo gozas de la carencia de lo que vociferas poseer.
Todos somos necesarios, todos sumamos, más, cuando el movimiento es hacia lo
solidario. Pero ¿quién soy yo para juzgar? Estoy
del lado de los condenados, leí hace unos días. La literatura, en su
generosidad, tiene muchas formas para ayudarnos en esto de trabajar contra o con la hostilidad. El trabajo por y para otros, silencioso y
anónimo, siempre es bueno para el corazón.
Diriges
la revista Poesía en Valencia, publicación que ha estado circulando durante
décadas y donde han participado escritores de altísima calidad. ¿Cuál es tu
experiencia en este trabajo?
La revista Poesía, editada y publicada por el
Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de
Carabobo desde 1971, es la publicación especializada en poesía y teoría poética
con más tradición en Venezuela. Es, sin temor a equivocarme, la revista literaria
de mayor importancia en el país, y no sólo por su longevidad, que hoy data de 44
años ininterrumpidos de vida editorial, sino porque ha funcionado como una
escuela, como un gran instrumento de formación para muchos poetas, y no sólo en
Venezuela, sino en el resto del continente y mucho más allá. Esto ha contribuido
a que se consolide la internacionalización del trabajo de muchos autores, tanto
los que poseen una trayectoria consolidada por el tiempo, la producción y la
crítica, así como el de los más jóvenes.
Poesía
es
su equipo, el trabajo de los poetas que la hacen posible: Carlos Osorio
Granado, Alberto Hernández, Edda Armas, Adalber Salas Hernández, César Seco,
Arnaldo Jiménez, Néstor Mendoza, Sergio Quitral, y más recientemente Daniel
Oliveros, Gladys Mendía, Robert Rincón y César Panza, sumados a ellos nuestros corresponsales
en el extranjero entre los que se encuentran Esteban Moore, en Argentina, Santiago
Espinosa, en Colombia, David Cortés Cabán, en EEUU, Gerhard Falkner en
Alemania, y otro grupo selecto de colaboradores en el resto de Europa y Asia. Todos
estos grandes poetas y estudiosos, son los que hacen posible la materialización
de cada número de Poesía.
Alejandro Oliveros,
Reynaldo Pérez Só, y Adhely Rivero, poetas que en otros años llevaron la
dirección de Poesía y que aún son
asiduos colaboradores de la publicación, entendieron y aún creen sólidamente en
la necesidad de tener un instrumento para la divulgación del trabajo del poeta.
Poesía vive a través del trabajo de
todos los que la hacen posible, y quienes a su vez, a través de la crítica, el
análisis, y el estudio, la actualizan, la hacen plural, profunda, rica.
Soy un lector voraz de la
revista, mi deseo, más que mi experiencia como su director en los últimos 5
años, es saciar la voracidad de un hambre de ahora o futura. Mi experiencia ha
sido sencillamente enriquecedora. A veces muy dura, aleccionadora, así como
todo lo opuesto a lo que acabo de expresar. Que la revista ofrezca a los
lectores del futuro, una ruta, un mapa acertado de lo que es nuestra poesía. Sobre
todo la de Venezuela, y toda América, que hoy tienen prioridad en sus páginas,
sé que es el deseo de todo el equipo de Poesía.
Ellos, los poetas, conocerlos, leerlos, admirarlos. Los poetas de Poesía son la mejor experiencia que he
tenido.
¿Hacia
dónde se dirige ahora la revista?
La dirección de la
revista en gran medida depende de la producción y el trabajo de los poetas,
sobre todo, en los autores que nos hemos enfocado en seguir y publicar, que
como dije anteriormente han sido autores venezolanos y latinoamericanos. La
revista trata dentro de sus limitaciones, que son muchas, de ir a la par del
pulso creativo de la poética nacional, e internacional. Creemos que es muy
importante ofrendar la revista para establecer un documento claro que brinde a
los lectores páginas de estudio, crítica, y reflexión sobre la poesía. También
trabajamos en llevar la revista hacia otras dimensiones, muestra clara es el
taller Poesía, donde se dan cita
semanalmente un grupo de jóvenes escritores y lectores que se valen del
material de estudio e investigación que proporciona Poesía. La teoría poética, los movimientos literarios, la revisión
histórica de la poesía, así como una aproximación a la traducción de textos
poéticos, son algunos de los temas que a través de la revista se abordan en el
taller, todo esto, tutelado por un gran número de poetas, escritores y críticos
invitados semanalmente a compartir sus ideas y visiones con el grupo de
estudio.
En el mismo espíritu de
redimensionar la revista, el poeta Adhely Rivero fundó hace ya 14 años el
Encuentro Internacional Poesía Universidad
de Carabobo. Cientos de poetas de todos los continentes, y de todos los estados
de Venezuela, han asistido a esta convocatoria que anualmente realiza el Dpto,
de Literatura. José Emilio Pacheco, Ledo Ivo, Pedro Lastra, Sam Hamill, Jordi
Virallonga, Emilio Coco, Gerhard Falkner, Nathalie Handal, Wang Ping, son
apenas una breve muestra de los poetas que han sido tanto invitados como
homenajeados en este evento, sumando a los venezolanos Luis Alberto Crespo,
Juan calzadilla, Ana Enriqueta Terán, Igor Barreto, Alberto Hernández, Orlando
Pichardo, y más recientemente César Seco. El Encuentro al igual que el taller, buscan ser formas vivas y
dinámicas de la revista. En ese espíritu, trabajamos en un proyecto para la
celebración de los 45 años de poesía. Actualmente se digitalizan los 160
números publicados hasta hoy, y en la página web de Poesía, para a través de la interacción que ofrecen las nuevas
herramientas de comunicación, podamos llegar a más lectores. Todo esto, sin
dejar de luchar y trabajar por mantener viva y activa la publicación impresa,
justo como fuera concebida hace ya 44 años.
Venezuela
estaba acostumbrada a recibir extranjeros, pero ahora está viviendo su propia
crisis migratoria. ¿Cómo crees que esto ha afectado a la literatura venezolana?
Creo que una de las
mayores crisis que vivimos es la migración hacia el país de los muertos, y esa
es una crisis realmente fatal. Ese destierro de la vida, ese viaje producto de miles
y miles de asesinatos no carga con ninguna esperanza, ni con dólares
sobrevalorados. Es un desplazamiento sin ninguna posibilidad de retorno,
imperado por el crimen y la violencia. Esa es una crisis terrible que parece no
tener fin. Creo que es apresurado entrever la repercusión que tendrá la
migración de una parte de la población hacia otros países y su impacto en
nuestra literatura. Hay muchos factores que tomar en cuenta, sobre todo, porque
gran parte de esa masa de venezolanos que se ha movilizado en éxodo es
potencialmente fuerza de trabajo, más que fuerza intelectual. Venezuela, como
bien dices, ha recibido a miles de inmigrantes ¿esto habrá tenido un efecto en
la literatura de sus países de origen? Pensemos en un momento en nuestros
hermanos chinos. Podríamos lanzar una interrogante al aire a guisa de ejemplo y
preguntarnos en qué hemos impactado nosotros como interlocutores culturales a
su literatura. Y claro, tomando en cuenta el volumen de la población china seguramente
encontraremos que será en poco o nada, pues la masa que recibimos es
generalmente una fuerza indocumentada y condicionada para el trabajo duro,
especialmente para el comercio. Sin embargo, por otro lado, sabemos que el
contacto de Pound con las culturas orientales influyó enormemente en la
estética de la poesía norteamericana de principios del siglo XX. Dentro de los
postulados estéticos de los imagistas
pueden percibirse claros rastros de esos principios que rigen gran parte del arte de la poesía oriental que te
comenté anteriormente. De manera que de existir impactos o variaciones en la
representación de nuestras expresiones hechas literatura, vendrán con el
trabajo intelectual del escritor, con su acercamiento y profundización en el
contacto con las culturas a las que se asimile o reaccione, sea en tiempos de
crisis o no.
Pero existe un mayor
problema de fondo. Creo que una gran parte de los escritores venezolanos han realizado
un destierro más peligroso, y no Venezuela, sino que se fueron desde la tierra
de la cordialidad y el respeto, hacia el país de cursilería reactiva, la
insensatez e intransigencia. Y si no tenemos un país, una masa intelectual que
se aboque a la reconstrucción de la tolerancia y los valores de la tan mentada
y deseada civilidad – si es que alguna
vez han existido más allá de los privilegios de algunos pocos – esos
escritores que con tanto esfuerzo se han marchado de la patria, y que nos han
llevado lejos con su trabajo, con su perseverancia, con su corazón anclado
todavía a esta locura llamada Venezuela, esos jóvenes, que lo son en su
mayoría, esos venezolanos, no tendrán en su país garantías de nada. No tendrán lectores,
ni críticos, ni hermanos, pues nos habremos destruido y asesinado unos a los
otros. La prepotencia, el desprecio, y el revanchismo afectan hoy a nuestra
literatura, y lo hacen para mal. Pareciera que aún no entienden nada sobre las
repercusiones de la cólera y las pasiones que perfuman a los dioses olímpicos
que tanto admiran.
Si no entendemos y
sentimos que la civilidad no es debilidad, sino que por el contrario, ese sobreponerse
a la superficialidad reactiva de la polarización política es un rasgo de
madurez y carácter, si no comenzamos a trabajar en esto, lo que le pase a la
literatura escrita por venezolanos fuera de nuestras fronteras poco y a pocos importará.
Serán sí, destacados logros individuales e insulares que tendremos que estudiar
y adquirir como un producto de importación más, como un perfume caro y lujoso
de Carolina Herrera, por ejemplo. Nos queda trabajar sin descanso como también
lo hace el Diablo, y mantener abiertas las manos, las puertas, y el corazón,
sobre todo el corazón.
Organizas
encuentros internacionales de poesía. ¿Cómo afecta la situación actual de
Venezuela la labor del "gestor cultural"?
Siempre reacciono a ese
concepto con gracia, ya que no me considero un gestor cultural, a pesar de que
en la aplicación de ciertos oficios inherentes a mis responsabilidades de mi
cargo en la Universidad me hacen parecer eso. Tengo la alegría de trabajar por
y para la literatura, especialmente la poesía, y esta alegría crece cuando ese
trabajo es compartido con seres humanos que creen al igual que yo en ese
trabajo desinteresado. El Encuentro Internacional Poesía que convoca la revista anualmente parte de esta convicción
que te he venido comentando. Más allá de la espectacularidad de un evento
literario lo que buscamos es encontrarnos, como creadores, como lectores, como
ciudadanos, compatriotas y amigos. La situación económica de Venezuela es
crítica, como todos lo evidenciamos a diario, sin embargo, eso no nos aminora
ni fractura el hueso del ánimo. Claro
que es difícil, titánico es el esfuerzo para llevar a cabo cualquier actividad
cultural, más en nuestro caso, que no perseguimos ni obtenemos ningún lucro. Yo
he insistido casi ya hasta la necedad ante las autoridades para que así siga
siendo. La revista Poesía se
obsequia, nuestros talleres así como todos nuestros eventos son totalmente
gratuitos, y ojalá puedan mantenerse así por mucho tiempo más. Claro que es
difícil, pero afortunadamente en lo personal, la vida me ha empujado a ver lo
positivo de cualquier situación adversa, y todas las dificultades que como
equipo de trabajo nos encontramos en el camino, siempre han sido oportunidades
para ser más creativos, para utilizar más conscientemente los medios y
herramientas con los que contamos. Somos poetas trabajando por y para los
poetas. Y a pesar de todo, después de todo, esa es una gran responsabilidad que
en el Departamento asumimos con alegría y objetividad.
Nómbrame
cinco escritores venezolanos que crees que deberían tener mayor difusión a
nivel internacional.
Enriqueta Arvelo Larriva,
Ramón Palomares, Reynaldo Pérez Só, Pedro Luis Hernández Bencomo, y Jorge
Gustavo Portella. Más allá de la subjetividad emocional que puede tomarme por
ser lector y amante de sus trabajos, creo que en cada uno de ellos, así como en
muchos más que escapan al límite lógico de tu pregunta, podemos encontrar
claves muy puntuales y precisas sobre lo que es nuestra poesía. Pero primero hay
que leerlos en Venezuela, claro está.
¿En
qué proyectos estás trabajando ahora?
Fortalecer y mantener con
vida y salud los proyectos del Departamento de Literatura es prioridad. La
revista Poesía el año próximo alcanza
45 años de vida y esperamos celebrarla con un número especial. Ya nos
encontramos realizando preparativos para el XIV Encuentro Internacional Poesía, para el que ya tenemos algunos
invitados internacionales confirmados. También estoy trabajando en un de libros
de poemas. Sólo espero que al finalizar el año no sea muy grande la hoguera.
¿Quieres compartir un
poema inédito?
LOS AHORCADOS
Ansiedad es sangre contra la sangre.
Nervios que nos mecen y doblan
en un autismo frío y oscuro
hasta vomitar agua ácida, vomitar amargo,
o la diarrea irritante del bocado comido
a la fuerza que se va, cuando las manos
empuñan solo unas cosquillas burlonas.
Así va la cabeza, sola, amarrada al lazo de su sueño,
mientras la tracción del cuerpo guinda
con su peso al desamparo. Dividido,
por una correa oscura que le aprieta la grasa
o la delgadez; lo genital oculto junto al rabo
limpiado a solas, sentado y con papel.
Esa mancha que sugiere una ola de barro
que nos atesta la boca de su materia,
es lo que la frustración llama vida, si fracasamos,
lo que la cobardía llama justo, si nos humillan,
lo que el complejo llama ser, sin posición, ni lucro.
Esa mancha que imprimimos estomacalmente mal
es el cuerpo en purga, es el cuerpo en lucha
con la ponzoña irreal de la mente sin aire
por el tirón de la cabuya de sus verdades y mentiras.
Así queda la cabeza, sola, asfixiada por el nudo de sus sueños.
Víctor Manuel Pinto (Naguanagua, Venezuela, 1982). Poeta, editor y
profesor universitario. Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de
Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirige la revista Poesía, imparte talleres de teoría y
creación poética, es Coordinador del Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo. Ha
publicado los libros: Aldabadas
(Editorial El Perro y la Rana, 2004, Premio Certamen Mayor de las Artes y las
Letras del CONAC), Mecánica (Universidad de Carabobo, 2007, Premio Internacional de
Poesía Ciudad de Valencia), Aprendiz de
la Carne (Premio I Bienal de Poesía Eduardo Sifontes, 2007, aun inédito), Caravana (Universidad de Carabobo,
2010), Voluntad para no matar
(Ediciones ICUM, 2011), Poemas reunidos
2005 - 2011 (Monte Ávila Editores, 2012),
y Quieto (Kavrial Editores
Independientes, 2014). Ha obtenidos varios premios nacionales e internacionales
por su trabajo poético. Poemas suyos han sido traducidos al árabe, alemán, inglés,
portugués, e italiano. Parte de su trabajo también se encuentra publicado en
las antologías: Amanecieron de Bala (Editorial
El Perro y la Rana (2007), Antología de
poesía joven Venezolana (Liu
Printing Press, Lebanon International University, 2009) y Resistencia en la Tierra (Editorial Ocean sur, Chile, 2014).