años, ¿qué te
interesa actualmente de ella?
Ahondarla. Ejercitar la aguda
atención. Tratar de acortar la distancia con mi verdad. Entrar más en contacto
con el cazador que en una acecha para desnudar aún más el lenguaje y las
metáforas en su ritmo interior. Deseo ocuparme, como lectora, de autores que son
deuda postergada, y releer algunos que añoro en segunda vuelta. Y desde el
asombro y el placer del compartir, dar continuidad a la experiencia de mis
talleres de creación poética.
¿Por
qué tienen sentido los talleres literarios?
Pienso que por el plus de la sinergia que establece la dinámica
de grupo, combinado con un cálido
acierto que establece la relación particular y personalizada entre quien lo
facilita y cada participante. El taller enclava el amor y el respeto por las
palabras. Acelera sin duda alguna la construcción de vías para la adopción de una
visión más amplia en el proceso dual de la contemplación y la reflexión, herramientas
que creo básicas en el oficio del escritor. El taller te enfrenta a la
comprensión de los lenguajes y modos diversos de la creación literaria,
abriendo canales de percepción en un tiempo condensado, al asumir la
experimentación con infinidad de ejercicios posibles, individuales pero también
grupales. La información fluye, “se coge dato” para la exploración posterior, acerca
al participante a autores que tal vez desconocen, lo que permite atravesar en
compañía pasajes de lecturas sugeridas, desencadenando más hallazgos acelerados
que a cuenta propia. En conclusión, pienso que el taller es un sabio juntarse
para caminar un trecho del oscuro bosque del mundo de las poéticas y las
maquinarias de la escritura, revelando generosamente pócimas y secretos, a pesar de que sea cierta
la sentencia: de que en poesía receta no
hay.
Con
respecto a los tuyos, ¿qué tipo de perfil buscas en los talleristas?
El perfil que me interesa es simple:
que estén verdaderamente dispuestos a entregarse con canales abiertos y
críticos al viaje que mi taller experimental ofrece. Un viaje que busca afilar la capacidad para la escucha y la
visión atenta, con lecturas comentadas, ejercicios de observación y de experimentación
diseñados especialmente para disparar el proceso más personal de la escritura. Un
viaje que fundamenta bases para la asunción del laborioso afán de revisión y
poda de los poemas, así como para concebir, idear y proyectar la estructura
ideal del libro que los contenga. Mi
taller busca disparar en cada participante su real necesidad de escribir,
superando bloqueos y prejuicios en los temas que elige.
Algún
autor que suela gustarle a la gran mayoría pero que a ti nunca te haya atraído.
¿Por qué?
Ricardo Arjona, al que una mayoría tiene
por poeta, del que no puedo ni quiero ni despierta y menos dormida escuchar sus
canciones, cuyas letras creo mera repetición unas de otras, plagadas de lugares
comunes sin ningún aporte personal. Todo lo contrario, si pensamos en canta-autores
que son poetas reales, entre quienes cuentan con especial aprecio para mí, Miguel
Bose, Alejando Sanz, Joaquín Sabina, Benjamín Prado y Jorge Drexler, por
nombrar cinco, entre los que más escucho con complicidad y placer.
Alguna
vez te escuché decir que escribías tus libros lentamente. Cuéntame de esto.
Cada libro conlleva su tiempo. Un tiempo
de cocción interior y el que exige su escritura. También, considero valioso e intrínseco al necesario tiempo de
reposo del manuscrito. El enamorado carece de objetividad.
Engavetarlo limpia la mirada, aleja y afila la tijera para la poda. Y es así
que se produce el desapego como autor, requisito para enfrentar la dura tarea
de revisión y poda de los textos. Entendiendo que el autor tendrá siempre la
última palabra sobre el respirar final de cada texto, marca de agua de su sello
personal.
Entre mis libros, el que creo me tomo
más tiempo fue En bicicleta. Fueron textos
escritos en prosa poética, los primeros en 1981. Complejo proceso de casi 20
años, desde el primer borrador hasta la última versión, sumados los años de su reposo, hasta retomarlo
intencionalmente decidida a participar del concurso de poesía (convocado desde
la ciudad natal del poeta Ramos Sucre, mi querida Cumaná) para optar al “XIV
Premio de la Bienal Literaria J.A. Ramos Sucre” a finales de 2002, atraída por
su jurado internacional, tras renunciar al que fuera mi último cargo en la
institucionalidad cultural venezolana.
¿Y
las nubes?, ¿qué dicen las nubes?
Las nubes dicen algo de nosotros
mismos. En mi caso, una manera del cómo querer andar, o simplemente el deseo formulado: “Que
las nubes arropen los ojos, pero no la alta vista que precisamos en los tiempos
nublados.” Desde niña, ellas me
apasionan. Y esto se me ha ido confirmando,
al encontrar anotaciones sobre ellas en mis cuadernos de la escuela primaria, en
agendas de diversos años, e incluso en postales guardadas, en las que ellas vienen
como motivo gráfico. Una en especial, encontrada en los archivos de mi padre, la
que trae una pintura de la artista Fanny Brennan titulada Birthday, enviada desde Nueva York, fechada 17.07.1979, (año de mi primera
vez en esa ciudad que tanto me fascina) en la que escribo: “La cinta roja anuda
las nubes que somos nosotros sobrevolando la ciudad que en estos 6 días hemos
andado muy deprisa, como si el suelo en vez de arenosa tierra fueran escaleras
mecánicas”. La verdad es que he
coleccionado nubes en todas sus
formas de manifestación: en fotografías tomadas por mí pero también por fotógrafos
de arte, dibujos, ilustraciones, en libros, citas de escritores, e innumerables
poemas marcados en mis tantos años de lectora.
¿Qué
te frustra de la poesía?
Cuando su manifestación es cursi,
impersonal, hueca.
La
tecnología ha cambiado nuestra forma de comunicarnos con quienes viven lejos,
¿también ha cambiado tu forma de leer, de escribir?
Definitivamente la tecnología nos
coloca cerca de quienes están lejos. Amo esa certeza, y provecho le saco, cada
día, cuando el internet en casa funciona. También uso las redes sociales como
Twitter o WhasAp para mantenerme comunicada con mis hijas, familiares y amigos que viven fuera, y en el
país. En el leer no, pues soy fanática lectora de libros. Requiero el objeto. Disfruto
que mis ojos sobrevuelen sus líneas impresas sintiendo la textura del papel, la
tipografía y el diseño de los mismos; así como detenerme donde quiero,
memorizar el número de página o marcarla utilizando uno de los tantos curiosos marcalibros
(de los que me han obsequiado o he adquirido en museos durante mis viajes) para
retomarlo apenas pueda. Me gusta llevar conmigo el libro que leo. Tenerlo, cerca
y posible. Se puede entender que en pantalla leo lo menos posible; apenas
textos breves, alguna información buscada, o los siempre fascinantes correos
electrónicos. Pero, definitivamente sí en cuanto a la escritura, ya que casi todo lo escribo directamente
en la computadora. Algunas veces, el apunte lo hago a mano. Y esto es así, desde
la escritura del conjunto de poemas que integran mi poemario Sable, a principio de los noventa. Escribiendo
en el teclado de la computadora disfruto el siempre misterioso proceso de que
las palabras fluyan desde la oscuridad de nuestra cabeza, bajando por los
brazos y saliendo del cuerpo por la punta de los dedos, mientras vemos en
pantalla como se arma un doc. Microsoft Word, los que salidos del disco duro de
una, terminan codificados y guardados en el disco duro de la computadora, en mi
caso una hp.
¿Por
qué tu escritura manifiesta una tendencia hacia el formato breve?
Por convicción y deseo de condensación.
¿Será por mi asumida raíz de nube?
En
algunos de tus libros aparece la figura del grillo. Es una figura poco común en
la poesía venezolana. ¿Qué simboliza en tu obra?
El grillo se reveló para
mí como un símbolo real de vida eterna y momentos de gran fulgor, para bien o
para mal. Esto sucedió en el entierro de mi padre en 1990. De esa experiencia
doliente nació el poema “Pepe grillo”. Enlazando luego con recuerdos de
infancia, como el de una marioneta de madera italiana que justamente me
regalara papá con la figura fascinante del personaje de Pepe grillo, en la
historia de Pinocho, la que colgaba del techo arriba de mi cama, en la casa de
los padres. Pero, el grillo, es el insecto verde que posado en el ataúd de mi
padre se me aparece luego en aquellos días en que habrá alguna revelación o noticia
de importancia. Por tanto, para mí es un signo de augurio o celebración
interior, una alegría codificada, y claramente pienso, que es él, mi padre,
quien me la anuncia bajo la figura del grillo. El grillo entonces, asumido poéticamente es un valor de lo inmortal
y la libertad, en la vida diaria pero también en el pensamiento. Y así, brinca
libre reiteradamente nombrado en mis poemarios “Toma lo simple por el tallo” y en
“Dagas y otras flores”. Se asocia al grillo con esperanza, también lo creo. Para los chinos simboliza el espíritu de lucha; triple símbolo de la vida, la muerte y la resurrección. Investigada la simbología del grillo por internet, se me hizo aún más revelador, despertando en mí preguntas ancestrales.
Provienes
de una familia donde las artes ocupan un primer plano. ¿Qué influencia ha
ejercido sobre tu obra el trabajo fotográfico y plástico que te ha rodeado
desde hace años?
Marca honda. Nací en medio
de una enorme biblioteca, como si ésta fuese el vientre de la ballena blanca
con Pinochio dentro. Inmenso océano
por navegar me parecían las paredes de papel que cubrían casi todas las de la
casa. Libros de todo tipo, en todos los formatos: arte, literatura, geografía,
botánica, atlas, fotografía, historia, catálogos, revistas y diarios
nacionales, los que competían lugares con obras de pintores y dibujantes,
esculturas y cerámica. Un padre escritor y coleccionista. Una madre dibujante y
profesional de las artes del fuego. Una rutina familiar de rondas dominicales
por museos y galerías, las que nunca quería perderme, y de visitas con mi padre
a las imprentas a supervisar procesos gráficos. Sumo al recuento de las marcadoras experiencias tempranas, las
horas de acompañar el trabajo de revelado fotográfico en el cuarto oscuro con
mi hermano Ricardo. Marcas de tintas y revelaciones en quien, desde niña ama el
placer que producen los libros y el arte todo. No hay soledad posible cuando
los libros y el arte son parte activa de tu vida.
Has
dedicado parte de tu escritura a investigar la obra de tu padre, ¿cómo te
vinculas con su trabajo?
Una pregunta que valoro. Decir con temblor
que la experiencia como hija, junto a mis seis hermanos y mi madre, de ser los
primeros escuchas de sus narraciones a la hora larga de la sobremesa en casa,
fue un privilegio sustancial. Cuando AAA bajaba de su estudio con páginas
recién escritas –de las que ya habíamos escuchado su teclearse en la noble
Olivetti– la adrenalina se disparaba en nuestro torrente sanguíneo, anticipando
su manera de leerlo, con el tono seguro y recio de su voz leonina. El texto
entre sus manos era la promesa de un tejido narrativo espiral (sin puntos ni
comas) del más bello y particular uso del idioma español, aromatizado con las
palabras-frutas de los primeros pobladores del país. Papá decía que, con el
hombre sencillo del campo y con el pescador, fue que aprendió los nombres de la
flora y la fauna, de las faenas, de las cosas de uso, y todo aquello que desde
el corazón del venezolano se dice. Y por cierto, que él nunca aceptó que a su
narrativa se le acompañara de un glosario de venezolanismos. Tras su partida, hijos,
esposa y amigos cercanos entre ellos Gerd Leufert, José Ramón Medina, Domingo
Miliani, Alfredo Chacón y Jorge Horacio Becco creamos la Fundación con su
nombre, la cual por años dirigí, a fin canalizar proyectos como la organización
editorial de su Obra Completa, promover
y divulgar su legado literario contenido en 54 títulos (de narrativa, crónicas
y libros sobre Venezuela) editados en vida y evaluar la factibilidad editorial
de sus inéditos. De mi trabajo con sus archivos por una década en la Fundación
AAA, surgieron frutos propios como la compilación de los ensayos críticos sobre su obra aparecidos
en el volumen “AAA ante la crítica” en co-edición con Monte Ávila, y la
escritura de relatos documentados sobre mi padre, los que publiqué en la
Colección Periodismo y Memoria de Fundación Polar en 2005, bajo el título de
“Alguna vez el corazón aprendió de la Rosa”. Más recientemente, colaboramos en
la organización de la muestra fotográfica “El pan nuestro”, que dio a conocer al
fotógrafo que también fue AAA, curada por mi hermano mayor el fotógrafo Ricardo
Armas, residenciado en Nueva York, profesor de esa disciplina en el Pratt
Institute of Brooklyn. AAA, es fuente eterna de recuerdos e inspiración.
¿En
qué estás trabajando ahora?
En la escucha de los silencios, el
aislamiento y el dolor con el oído interior.
Edda ARMAS (Caracas, 1955). Poeta, psicóloga social y gestora cultural. Autora de 15 poemarios publicados, entre 1975 y 2012. Los más recientes: Sin negativo ni estaciones (Kalathos Editorial, 2012, epílogo por Ednodio Quintero), Corona mar(Bid & C.O, 2011, con prólogo de Rodolfo Häsler), Toma lo simple por el tallo (Papiros en Ed. Equinoccio, 2009, prologado por Eduardo Moga), Casa y Árcangel (Plaquettes Pen Press, New York, 2008), Dagas y otras flores/ Antología personal(Monte Ávila Editores, 2007, prólogo por Armando Rojas Guardia) y Armadura de piedra (Fondo Editorial Pequeña Venecia, 2005). Recibió el Premio Municipal de Poesía de la Alcaldía de Caracas1995 por su poemario Sable, y en 2002 el Premio Internacional de Poesía “J.A. Ramos Sucre” por su libro En bicicleta . Presidió P.E.N de Venezuela entre 2005 y 2009. Es co-autora con Lihie Talmor de dos Libros de Artista, uno editado por el Taller Arte Dos Gráfico de Bogotá y otro edición de autoras, además de la antología Fe de errantes/17 poetas del mundo en Otero Ediciones, 2007. Ha representado a su país en festivales poéticos internacionales en España, Perú, El Salvador, México, Colombia y los EEUU. En 2008 participo en la Serie de Poesía organizado por la poeta Lila Zemborain para el “King Juan Carlos I of Spain Center” en the New York University. Poemas suyos han sido publicados en revistas o prensa de Venezuela, España, Francia, Israel, Brasil, Perú, Paraguay, México, Colombia y EEUU; también en antologías: 102 poetas Jamming (Oscar Todmann editores, 2014), Navegación de tres siglos, antología básica de la poesía venezolana 1826-2013 (Sociedad Amigos Cultura Urbana, 2013); Adónde irán mis nuevos sueños/ XII Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, 2009); Del dulce mal, antología de la poesía amorosa venezolana (Aguilar, 2008); Poetas en Blanco y negro /Contemporáneos (Abada Editores, Madrid, 2006); Perfiles de la noche/Mujeres poetas de Venezuela (Bid&Co. Editor y P.E.N de Venezuela, 2006) ; El Hilo de la voz, Escritoras venezolanas del siglo XX (Fundación Polar y Editorial Angria, Caracas, 2003) y Antología histórica de la poesía venezolana del Siglo XX (Universidad de Puerto Rico,2001), entre otras. Desde hace 10 años facilita talleres de creación poética, asesora y motoriza proyectos literarios independientes. Desde 2009, es asesora cultural de la Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo (Filuc) en Venezuela.
Fotografía: Ali Merino.