Escribo
desde el lugar que me toca y con lo que tengo en la mano, con lo que he
heredado de mi tradición literaria y al mismo tiempo, porque soy muy curiosa y
me gusta viajar, buscando nutrirme de lecturas ajenas a mi tradición literaria.
Las personas comprometidas con la poesía están obligadas a escribir al margen,
desde los márgenes, fuera de las tentaciones del poder.
Pienso en la experiencia del grupo
Tráfico y en la parte protagónica que tuviste en él y te pregunto: ¿crees
posible la creación de un grupo literario venezolano en la actualidad?
Los
grupos literarios son experiencias que mueven la voluntad, las pasiones, y las creencias de la juventud. Los poetas
cuando jóvenes actúan “imantados” y así se van juntando como se juntan las
personas cuando se reconocen.
Quizás ahora no sea necesario juntarse físicamente y los jóvenes se encuentran
en la red y un “like” les basta para continuar con sus indagaciones. Si es así,
los grupos literarios serían algo del pasado.
¿La lectura y escritura de poesía te
han permitido tener una visión más permeable del mundo?
No lo
sé, creo que sí. Pero yo creo que esa apertura que dices la aprendí de mi padre,
volcado sobre los mapas de la tierra en atlas de otras épocas cuando muchos
países tenían otros nombres y otras eran las fronteras. Cuando viajo lo hago con
sus ojos, tratando de identificar los accidentes geográficos de acuerdo a la
ruta que lleva el avión, mirando muy atentamente por la ventanilla: ríos,
lagos, montañas, islas. Es una pasión infantil y también es un tributo.
¿Por qué crees que algunos narradores
desprestigian el valor de la poesía?
Porque
no tienen oído para la música extraña que se desprende de la poesía y quizás
eso los desconcierta. Tienen oído para escuchar y para comprender lo que traen
las historias con sus personajes. Yo los entiendo porque leer poesía es tan
exigente y tan difícil como escribirla, no veo diferencia entre una cosa y
otra, de hecho la lectura y la escritura de poesía se confunden y se deslizan
la una dentro de la otra en un préstamo continuo.
Dios tiene un puesto importante en tu
obra. Dios y un escenario casi místico: ángeles, criaturas, sacrificios. ¿Qué
me puedes contar de esto?
Una
respuesta rápida seria que provengo de una familia católica de profunda fe pero
eso no sería suficiente para explicar las misteriosas presencias alrededor.
Ahora que lo pienso, si mi padre nos enseñó a ver el mundo afuera, con mi madre
aprendimos a ver lo que hay adentro.
¿Qué sientes que con el pasar del
tiempo no ha cambiado en la forma de examinar tu propio trabajo?
Nada
ha cambiado en lo profundo. Soy una persona con una visión del mundo muy
infantil. Sin embargo, mi último libro deja atrás las dicotomías radicales que
tejen los niños para tranquilizarse (blanco/negro, adentro/afuera, pueblo/ciudad, luz/sombra, bueno/malo,
dios/el diablo) y se ordena de acuerdo a razones más sensibles y menos intelectualizadas.
La memoria de la casa, de la
infancia, de la escritura y el escritor e incluso del país recorre tu obra
poética. ¿Qué pasa cuando no hay memoria? ¿Es la memoria consciencia?
No sé
si la memoria es conciencia pero todo mi trabajo se puede leer desde el temor
de “la borradura”, la pérdida de todo
aquello que conocimos, la laguna mental de la memoria. Por otra parte, leo también
lo que he hecho como un “borrador”, cuando nada pretende ser definitivo, y todo
queda en promesa, en apuntes de trabajo.
¿Quiénes son los fantasmas de la
casa?
Mis
muertos familiares que en el amontonamiento de los años son también los muertos
del país. Tengo desde que era niña conciencia trágica del lugar que ocupamos, y
que vivíamos como un secreto, de
allí la angustiosa pregunta que nos habían prohibido responder: ¿de dónde
vienen ustedes? Esos fantasmas me
dictan sus mandatos y muchas veces escribo para sosegarlos.
La figura del otro como doble del yo
está presente en tu poesía. ¿Qué buscas en esta figura?
Busco
abrirme al dialogo y no quedarme hablando sola en el monologo poético. Cuando
era joven y leía buscando lo que hacía falta para seguir escribiendo,
encontraba en el teatro lo mismo que en la poesía, algo que todavía no sé pero
que está como un grano de misterio en las conversaciones. También me desdoblo
para poder escucharme con distancia y tratar de entender el mensaje que trae la
poesía.
¿La poesía solamente puede expresarse
en lengua materna?
Eso
dicen y debe ser verdad porque es una semilla del lenguaje que quedó sembrada y
a veces resuena en nosotros y se desprende con su música igual que un aluvión
que baja de una montaña.
¿Crees que la migración de escritores
venezolanos al exterior permitirá una internacionalización de la literatura
venezolana? ¿Que quizás la situación actual de Venezuela cambiará la forma en
que se vive la narrativa y la poesía venezolana dentro del país y en el
exterior?
Eso
no es importante, ¡eso son distracciones! Una debe quedarse quieta en su rincón
y desde allí escuchar, pensar y escribir con libertad que es lo que toca.
Recordando a Ratón y Vampiro me pregunto: ¿alguna vez has pensado en escribir
literatura infantil de nuevo? ¿Qué relación encuentras entre la escritura de Ratón y Vampiro, tu libro infantil, y el
resto de tu obra?
Tengo
muchísimas ideas por ahí, cuentos escritos o por escribir, historias que pueden
encontrar o no editor en el futuro. Estoy consciente de que editar libros para
niños es sumamente costoso en un mercado muy competitivo. Con respecto a la
relación que hay entre Ratón y Vampiro
y mi poesía, yo lo veo como algo natural: es la misma mirada infantil la que le
da voz a los personajes y expone claramente las dicotomías de mi universo poético
hasta disolverse como ocurre ahora.
¿Qué estás leyendo en estos momentos?
Hace
tiempo que perdí la gracia de la poesía en el sentido que decía del préstamo
entre la lectura y la escritura y, además, perdí la remota posibilidad de
entregarme al pacto de la ficción. Por razones que no viene al caso explicar,
me cuesta muchísimo leer: no encuentro el espacio, ni el tiempo mental. Fuera
de la poesía y de la narrativa me quedaría el ensayo pero esas son palabras
mayores... Puedo leer crónicas que es un género menos exigente, sobre todo, crónicas
de viajes.
¿Es la poesía ficción?
El
tiempo cuando pasa es un relato, pone toda a la distancia con mano compasiva,
no borra ni adormece pero permite ver con nitidez el sentido de la vida. Hasta la
muerte es diáfana cuando se comprende. Hay que tener oídos para poder escuchar
ese relato que la poesía devuelve en un golpe de lenguaje y que mi madre llama “la
oración silenciosa”.
¿Qué opinas del Spanglish?
No
soy purista y de ninguna manera creo que la poesía es un reducto del idioma
para salvarlo. No. Es algo que viene de adentro y está hecho de pedazos, como
el idioma que usamos para comunicarnos en continua transformación.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Pude
escribir y terminar hace poco un libro que titulé Bellas Ficciones y que reúne un conjunto de poemas que estaban
dormidos dentro del poso de lecturas, el sedimento del que sacamos cosas de vez
en cuando. Los poemas estaban allí sin yo saberlo, esperando que algo los
tocara. Y así fue cuando nacieron mis tres nietos el mismo año y se despertaron
junto con ellos otros niños, animales domésticos, perros, gatos, caballos queridos,
todo lo que es la fragilidad de la existencia leída en un cuento, “una mentira
luminosa” como dice Antonio Gamoneda.
Fotografía por Lisbeth Salas.
Yolanda Pantin: Nació en Caracas en 1954. Ha publicado Casa o
Lobo (1981), Correo del Corazón (1985), La Canción Fría (1989), Poemas del
Escritor (1989), El Cielo de París (1989), Los Bajos Sentimientos (1993), La
Quietud (1998), El Hueso Pélvico (2002), Poemas Huérfanos (2002), La Épica del
Padre (2002), País (2007), 21 caballos (2011). En 2014 la editorial
Pre-textos publicó País, poesía reunida 1981-2011. En 1989 recibió en
Caracas el Premio Fundarte de Poesía. Fue becaria de la Fundación Rockefeller
en Bellagio Study Center. En 2004 recibió la Beca Guggenheim.
Fotografía por Lisbeth Salas.