Tu primer
libro No es por vicio ni por fornicio.
Uranismo y otras parafilias, ganó el
Concurso Monte Ávila para autores inéditos. Se trata de un texto con una alta
dosis de crítica, para algunos difícil de digerir. ¿Te sorprendió que ganara el
concurso?
Me sorprendió muchísimo. Entregarlo al Monte Ávila fue una provocación,
no tenía más que una esperanza pequeña y triste, alucinada. Tuve la suerte de
contar con un jurado inteligente, lectores de lujo, diría. Entre ellos un poeta
cuyo trabajo admiro profundamente: Luis Enrique Belmonte.
En No es por vicio ni por fornicio manejas
un lenguaje austero, cuya crudeza está íntimamente relacionada con la temática,
con la puesta en cuestión del uso simplificado de nociones psiquiátricas y a
los ismos políticos. ¿Qué clase de trabajo conllevó la creación de este
lenguaje poético? ¿Partes de una profusión imaginativa que luego podas, o se da
naturalmente?
Ese libro es el resultado de una investigación sobre los manuales que,
desde mediados del siglo pasado, intentan “facilitar” el diagnóstico de las
enfermedades mentales, unificar criterios más allá de las distintas corrientes
de las “ciencias” psi. Me refiero al Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en
inglés), de la Asociación Americana de Psiquiatría; y la Clasificación
Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud
(CIE), de la Organización Mundial de la
Salud. No es por vicio ni por fornicio
quiere ser un manual diagnóstico, una clasificación estadística, quiere
aproximarse a estos problemas desde otro lugar, mostrar lo que ya la filosofía
y algunas corrientes dentro de la psiquiatría misma han venido enunciando: que
la jerigonza clínica sobre las enfermedades mentales (y sexuales) tiene mucho
de humo, de trampa. Queda entonces la pregunta por el lenguaje del libro. Acaso
sea mi voz (naturalmente, como tú dices, árida, aséptica), el mejor lugar para
decir ciertos monstruos.
¿En qué
punto se cruzan la crítica y la clínica?
El poeta y el loco son hermanos de sangre desde la antigüedad, son hijos
de la misma, severa, diosa: la embriaguez. El poeta y el loco son los
portadores de una palabra que, a lo largo de la historia de Occidente, ha
tenido más o menos relación con la Verdad, cuando existía algo como la Verdad.
La psiquiatría y la psicología aparecen a finales del siglo XIX para ocuparse
no sólo del loco, sino también del poeta. Pasé mucho tiempo leyendo lo que las
“ciencias” psi piensan del poema, ya
era hora de dejar que la poesía dijera lo que piensa de las “ciencias” psi, eso es No es por vicio ni por fornicio, una respuesta (a tu pregunta).
En nada. La poesía, digo esto con Rancière, participa de la distribución
de lo común. Me gusta pensar que, en un sentido amplio, poesía y política son
dos pulsiones urgentes del espíritu humano que se desprenden de la misma,
irrestricta, menesterosidad: el otro. El olvido de esa médula compartida nos ha
dejado malos poetas y peores políticos.
¿Te
interesa que tus poemas sean leídos como declaraciones, como
“pronunciamientos”? Pareciera haber una tensión entre la cualidad contestataria
de tus textos y poemas como “Activismo” donde problematizas ciertas formas de
crítica social.
Tal vez sea más justo decir que sería interesante que lo que parece un “pronunciamiento”,
una “declaración” o un “diagnóstico” sea leído como un poema, como una
particular experiencia de lenguaje capaz de devolvernos el asombro.
¿Qué
reacción esperas del lector?
Justamente eso, asombro. Pero también, no sé como decir esto sin que
parezca excesivo, espero del lector, a pesar (o precisamente por) la violencia de algunos textos, que
cierre No es por vicio ni por fornicio
conmovido –literalmente conmovido, llamado– tanto por la fuerza de la palabra
desnuda, como por una experiencia de la soledad, del desamparo (institucional,
sí, pero también humano) de los homosexuales, las lesbianas, de nosotros, los
perversos.
Qué me puedes contar de tu libro El
lejano oeste, publicado en bid&co.editor, ganador del Premio Libro 2014, por votación de los libreros.
Adalber Salas, generoso, me ha pedido incluir El lejano oeste en la colección que dirige dentro de ese sello
editorial. Se trata de un proyecto importante para mí: la trama de los días
descamisados en esta ciudad que ya no reconozco, es un libro de la infancia, de
la casa (el apartado apartamento, diría, si fuese Rafael Castillo Zapata), una
versión radical de los textos de Historia de Venezuela y de Castellano y
Literatura, ese cúmulo de sombras.
¿En qué
nuevos proyectos estás trabajando ahora?
Aunque el único proyecto debería ser la escritura de mi investigación
para la Maestría en Literatura Latinoamericana, eventualmente le robo tiempo a
eso para escribir sobre el asesinato (una hipotética biografía de un asesino en
serie) o retomo una novela epistolar a la que no he podido renunciar, por más
que intento.
Alejandro Castro (Caracas, 1986) es poeta, ensayista y profesor universitario. Licenciado en Artes por la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado los libros "No es por vicio ni por fornicio. Uranismo y otras parafilias" (ganador en 2010 del Concurso nacional para obras de autores inéditos, de Monte Ávila) y "El lejano oeste" (2013). Ha sido incluido en diversas antologías y textos suyos han aparecido en publicaciones digitales y suplementos literarios.
Alejandro Castro (Caracas, 1986) es poeta, ensayista y profesor universitario. Licenciado en Artes por la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado los libros "No es por vicio ni por fornicio. Uranismo y otras parafilias" (ganador en 2010 del Concurso nacional para obras de autores inéditos, de Monte Ávila) y "El lejano oeste" (2013). Ha sido incluido en diversas antologías y textos suyos han aparecido en publicaciones digitales y suplementos literarios.