No hay dicotomía ni competencia entre ambos matices de mi persona. Soy
servidor del Verbo de Dios que se ha hecho hombre. Por eso, todo lo que me
permite vivirlo me hace realizarme más plenamente. Poetizo como sacerdote.
Creo que ambos oficios requieren una buena dosis de soledad y meditación, ¿cómo te enfrentas a esa doble exigencia?
Creo que ambos oficios requieren una buena dosis de soledad y meditación, ¿cómo te enfrentas a esa doble exigencia?
Meditación y soledad que no puede ser aislamiento ni ruptura con los demás.
¡Todo lo contrario! El Verbo exige ante todo una escucha y luego atención para comunicarlo oportunamente. Mi labor como
sacerdote me ayuda a estar a la escucha de la Palabra de Dios, de la historia y
de cada persona en particular. Con mi
poesía trato de prolongar y de cierta manera
“interpretar” esta escucha a través de nuevas formas. Pero todo brota del
Evangelio, que ciertamente viene a ser esa paleta donde artistas de todos los tiempos han mojado su
pincel, como decía Chagall.
¿En qué sentido te sirves de la experiencia religiosa para la escritura poética?
En ningún sentido “me sirvo” de ella. Una persona no “se sirve” de su
cuerpo para amar a otra ni “se sirve” de su mente para entender su vida, sino
que “es” completamente persona cuando ama, cuando piensa, cuando se relaciona
con otros, etc. La espiritualidad es la experiencia de unificar cada aspecto de
la vida en un todo armónico que se proyecta hacia lo eterno. Por eso yo trato
de vivir a plenitud el llamado espiritual que Dios me ha hecho y de allí brota
todo: la predicación, un consejo a una persona, un servicio pastoral, etc. Todo
esto lo vivo como experiencia poética que luego se expresa a través de palabras
y formas concretas.
¿De qué manera la poesía alimenta tu
vida como sacerdote?
La alimenta en cuanto manera de acercarme a la realidad: esa realidad que
puedo ser yo mismo, esa realidad que me viene al encuentro en cada hermano y
esa realidad más íntima y trascendente que es la experiencia de Dios. Luego
esto se traduce en una relación muy concreta con la Palabra: continuamente me
ayuda a moldear la forma de transmitir esperanza, de abrir hacia el horizonte
más vasto que cada uno lleva en sí mismo y muchas veces desconoce. La Palabra
me ayuda a acompañar a muchos en su peregrinación tras este horizonte.
He notado que trabajas el tema del
deseo en tu poesía y esto es algo que llama la atención; especialmente en una
sociedad en la que la palabra "deseo" está fuertemente inclinada
hacia el ámbito de lo sexual. ¿Cómo lidias con este prejuicio?
No sólo con este prejuicio, sino con muchos otros. Porque ciertamente
vivimos en una sociedad que critica los dogmas de fe, pero se mantiene aferrada
a unos “dogmas” que sí son verdaderamente cerrados y excluyentes.
Para mí el deseo es una categoría poética recurrente porque busco conocer
de qué se trata realmente el deseo. Esta palabra viene del latín “de-siderio”,
que significa “movimiento hacia las estrellas”. El deseo es la experiencia que
ha hecho el hombre de todos los tiempos cuando de frente al cielo se siente
llamado a alcanzar esa inmensidad que le desborda, pero que reconoce como
destino último. Con los pies en la tierra alza su mirada al cielo y se siente
empujado hacia allá. Esto está muy presente en toda la tradición bíblica,
cristiana y religiosa en general. Dios invitó a Abraham a mirar hacia el cielo
para descubrir cómo sería su historia, los magos se encontraron con el Mesías
recién nacido porque supieron interpretar los signos del cielo y finalmente el
Apocalipsis nos habla de la ciudad santa que desciende del cielo, imagen de la
humanidad glorificada. Los antiguos romanos llamaban a la bóveda celeste
“templum”, de donde deriva el término “templo” y también “contemplar”. Ellos
manejaban un instrumento con el mismo nombre para que les ayudase a orientarse
en la tierra y en el mar. El que se pone conscientemente de frente a lo
celestial aprende a orientarse sobre la tierra y a mantener una mirada que va
siempre más allá.
Por todo esto el deseo ha sido un tema tan recurrente en la biblia y en los
místicos. Pensemos por ejemplo en los Salmos o en el Cantar de los Cantares,
ambos libros habrán sido lectura asidua de Jesús y marcaron su forma de orar y
de ver su propia historia y el mundo; pensemos en la experiencia espiritual y
en las predicaciones de san Agustín, en la pasión evangélica de san Francisco
de Asís, en el arte místico de santa Hildegarda de Bingen, en la poesía de san
Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, en Hopkins y en Merton, así como en el poeta
Rumi y el sufismo en la tradición persa, en las Mil y una Noches y en la poesía
árabe en general. Hoy tenemos necesidad de reconciliarnos con el verdadero
sentido del deseo para dar respuesta a tantos intentos de alienación del ser
humano, para volver a despertar nuestros anhelos más profundos y liberarnos de
la esclavitud del materialismo y la manipulación.
Hay toda una tradición de poesía
mística en occidente que se vale de imágenes y metáforas que también tienes en
tu obra, ¿qué de esta herencia ha sido determinante para ti?, ¿qué no?, ¿en qué
te distancias de ésta?
Sí, ciertamente me influencia mucho. Como te mencionaba antes, trato de
beber conscientemente de esta tradición y de vivir y crear desde ella. Tres
veces al día hago oración con los Salmos y esto me ayuda mucho a
mantenerme en esta visión. En mi poesía hay temas recurrentes como el deseo, la
tensión existencial, la búsqueda, el encuentro gozoso, así como la pérdida y la
muerte. Manejo imágenes como la sed, el agua viva y vivificante, los hilos que
se tensan, el cuerpo lacerado, lo sensorial… Todo esto entronca con esa
tradición de la que hablamos.
¿Vives alguna forma de tensión entre
lo corporal y lo espiritual al escribir poesía o, por el contrario, éstos se
armonizan?
Cuando comprendemos que el Verbo se ha hecho carne, como dice el Evangelio,
superamos cualquier tensión entre lo corporal y lo espiritual. Yo sé que esta
dicotomía ha estado presente en distintas épocas y autores cristianos, pero eso
se ha debido más a los esquemas culturales e ideológicos que al verdadero
sentido del cristianismo. Hoy en día tomamos conciencia de esto con mucha
lucidez, hasta el punto que en la misma Iglesia católica hablamos de la
“teología del cuerpo”, la cual nos permite asumir esta dimensión de lo humano desde toda la profundidad de su
misterio y vocación hacia la trascendencia.
¿Has pensado en escribir narrativa?
No lo he “pensado”, como tampoco pienso nunca en escribir poesía. Escribo
para expresar una experiencia espiritual mía y de muchos que luego va
adaptándose a la forma que mejor le ayude.
¿En qué estás trabajando ahora?
¿Tienes algún nuevo proyecto poético?
Me mantengo escribiendo temas de
espiritualidad y crecimiento cristiano. En poesía tengo varias obras concluidas
aún sin publicar y sigo trabajando en un poema de largo aliento que me pide
mucho tiempo y dedicación.
Christian Díaz Yepes (Caracas, 1980): Sacerdote y poeta, en 1996 recibió el Premio Nacional de Poesía Juvenil del Ateneo de Caracas, así como el de la Casa de la Poesía de Caracas. Su primer libro, “Las Ruedas” fue seleccionado en concurso y publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana en 1999. En 2004 la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello publicó su libro “Una Barca". Así mismo, ha publicado y recitado en Italia, Suiza, España, Brasil y Siria. Varias muestras de sus obras han sido traducidas al Inglés, al Italiano y el Árabe. En 2010 recibió el Premio Trípode de literatura cristiana por el libro de espiritualidad “Beber de la fuente de la paz”, reeditado en Madrid por la Editorial Ciudad Nueva en 2014. También fue nominado en 2010 para recibir el Premio Mundial de Poesía Mística en la Ciudad del Vaticano. Hasta julio de 2012 ejerció su labor pastoral en la parroquia La Anunciación del Señor de La Boyera, Caracas, y la docencia en el Seminario Mayor Arquidiocesano de Caracas. Desde hace cinco años edita junto a su padre, el periodista Luis Díaz Fajardo, la revista de espiritualidad Palabra y Vida. Actualmente vive en el Centro de Espiritualidad “Cor Unum”, de la “Mariápolis Castillo Exterior”, ciudadela del Movimiento de los Focolares en Madrid, España. También cursa el Doctorado en Teología Sistemática, en la Universidad San Dámaso.