Tu novela "La sangre de la
aurora", ganadora del Premio Las Américas 2014, comenzó
siendo un breve texto para una clase de ficción con la escritora chilena
Diamela Eltit. ¿Cuándo y por qué decidiste retomarlo para convertirlo en un proyecto
más extenso?
Fue
en el mismo momento en que presenté ese breve texto para el taller, pues la
reacción casi unánime de los participantes era que ese texto era el germen de
una novela. Yo también lo pensé así y decidí continuar la escritura, lo que
implicó iniciar también el proceso de investigación y documentación. Desde que
presenté aquel pequeño texto en el taller de ficción hasta
que se convirtió en “La sangre de la aurora”, pasaron casi 6 años.
¿Cuéntame sobre esa M de Mujer que
está en los nombres de las tres protagonistas: Marcela, Melanie y Modesta?
¿Quiénes son ellas?
Son tres
mujeres que provienen de clases sociales y contextos muy distintos. Tres
mujeres con sus propios deseos e ideas sobre el mundo, la vida y la comunidad.
Me interesaba crear estos tres personajes como una expresión de la diversidad
de la experiencia femenina atravesada por ese momento de violencia extrema en
el Perú. Si elegí
sujetos subalternos (mujeres, lesbianas, indígenas) como personajes centrales
fue porque, precisamente, intentaba ver qué otra mirada se podría elaborar
sobre el conflicto armado, para mostrar las fracturas aún no resueltas en la
configuración de la nación peruana.
¿Cómo vives la relación entre
cuerpo y política?
Es una
relación que está encarnada en la vida cotidiana y trato de referirme a ella en
mi escritura. Es un aspecto que está planteado de manera central en la novela: la sexualidad y el orden del
deseo. Sabemos bien que las relaciones entre sexualidad y poder configuran
matrices de dominación que afectan todos los ámbitos. Desde ese punto de vista,
la sexualidad femenina, que es obviada, temida, odiada, desconocida o
repudiada, es un lugar privilegiado para plantear otras miradas sobre la historia.
Si revisamos el corpus de la literatura peruana sobre el conflicto armado
peruano (y quizás la de toda nuestra tradición literaria) vemos que la mirada
femenina aún necesita seguir siendo explorada, así que hay ahí un trabajo pendiente.
En “La sangre de la aurora”, diría que se
trata de escribir el cuerpo desde el cuerpo mismo. Plantear una dicotomía
cuerpo-escritura o cuerpo-discurso podría ser inoperante, así que prefiero
asumir una escritura desde el cuerpo, como una postura política donde se hace
necesario romper con ciertos discursos y gramáticas dominantes.
¿Cómo fue el proceso de selección
de los hechos históricos que tomaste para trabajar la novela?
Para
escribir “La sangre de la aurora” fue muy importante el trabajo de
documentación en los archivos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que
reúne más de 16 mil testimonios. Más que los detalles históricos, me interesaba
capturar el clima de terror y violencia de aquellos años. Mi interés no era
reproducir miméticamente los hechos, ese tipo de realismo no me llama la
atención. Sí quería tomar las tensiones micropolíticas que subyacían a esos
hechos, intentar dar cuenta de las razones por las que se llegó a esos extremos
de violencia, qué había detrás de los actos de perpetradores, víctimas y del
poder y, centralmente, cómo esos hechos impactaron los cuerpos de las mujeres.
¿Cómo se golpea con el lenguaje?
Para
golpear con el lenguaje hay que romper la gramática, entendida no solamente
como pura organización lingüística sino también como un medio de articulación
de sistemas de dominación, así que ese golpe del lenguaje no habría que verlo
como una medida efectista sino como una manera de incomodar al lector para
hacerlo consciente de estos sistemas, de darle un espacio para que él mismo
ponga de su experiencia al momento de la lectura. Que se sumerja en el texto,
que ponga también el cuerpo.
Hiciste la selección y el prólogo
del libro, recién publicado, “Escribir en Nueva York. Antología de narradores
hispanoamericanos”. Cuéntame de este proyecto.
Es
un proyecto que tenía en mente hace algunos años y pudo concretarse gracias al
interés de la Editorial peruana Caja Negra. Mi idea ha sido reunir textos de
ficción y no ficción de escritores hispanoamericanos que hubieran vivido al
menos un año en la ciudad de Nueva York y que tuviesen un nuevo libro publicado
recientemente. La antología pretende dar cuenta de la movida literaria en
español que se desarrolla actualmente en la ciudad y que, me parece, se
distancia de ciertos reclamos identitarios que marcaron la escritura en español
de décadas anteriores.
¿Te sientes afiliada a una
tradición de escritoras peruanas?
Si
tuviera que afiliarme a una tradición de escritoras, trascendería los límites
geográficos (aquí pienso sobre todo en Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar,
Clarice Lispector, Marguerite Duras y Elena Garro). Pero haciendo honor a tu
pregunta, me siento cercana a escritoras peruanas como Mercedes Cabello,
Clorinda Matto, Blanca Varela y Laura Riesco.
Qué me dices: Feminismo y
literatura.
Son dos aspectos muy importantes de mi
vida, entre los cuales hay mucho de complemento. Creo que los feminismos buscan
la igualdad de hombres y mujeres frente a la ley y en la vida social, para lo
cual es importante recuperar las experiencias femeninas. Como te comentaba en
una pregunta anterior, creo que la representación de estas experiencias en
nuestras literaturas es aún un trabajo pendiente. Obviamente no pienso que la
literatura deba tener una orientación panfletaria en este sentido, sino que
puede hablar de estas experiencias a través de una propuesta estética, de un
cuidado trabajo con el lenguaje y proponiendo una intervención en los
imaginarios.
También hay que recordar que ser
mujer no nos hace escribir necesariamente experiencias femeninas o desde una
perspectiva feminista. Yo entiendo la “mirada femenina” como la mirada del
Otro, del diferente, del que no ocupa un lugar central en las estructuras de
poder.
¿Qué influencia ha tenido el cine
en tu escritura?
Un
influencia muy importante, casi a la par de la fotografía, dado que gran parte
de mi escritura se desarrolla a partir de imágenes. Incluso hay quienes que me
han dicho que “La sangre de la aurora” es una novela muy visual, muy
cinematográfica. Si bien mi mayor influencia artística viene de la literatura,
el cine ocupa un lugar importante, de la mano de directores como: Kubrick, Lynch, Campion, Tarantino,
Kurosawa, von Trier, Potter, Buñuel, Wong Kar Wai, Kieslowski, Aronofsky,
Renoir, entre muchos otros.
¿En qué proyectos estás trabajando
ahora?
Después de la novela, he estado
escribiendo varios relatos breves (cuentos y microficciones) y estoy comenzando
una novela corta.
Claudia Salazar Jiménez (Lima, Perú) Es escritora, crítica literaria y gestora cultural. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es Doctora en Literatura por la Universidad de Nueva York (NYU). Dirigió la revista literaria Fuegos de Arena. Ha fundado y dirige Perufest, el primer festival de cine peruano en Nueva York. Es catedrática en Sarah Lawrence College.
Editó las antologías Escribir en Nueva York (Lima, 2014) y Voces para Lilith (Lima, 2011). Sus relatos han aparecido en diversas publicaciones electrónicas y en las antologías: Basta. 100 mujeres contra la violencia de género (Lima, 2012), Denominación de origen: Perú. Antología de cuento peruano (Bogotá, 2014) y próximamente en 201. Lado B 201. Lado B (Lima, 2014) y Al final de la batalla, de próxima aparición.
La sangre de la aurora (Lima, 2013) es su primera novela y es ganadora del Premio Las Américas a la mejor novela en español publicada en 2013. Actualmente vive en Nueva York.