Imagino que comenzó como
con todo el mundo: asistiendo al teatro. Recuerdo muy bien la primera obra que
vi cuando tenía trece años. Se trataba de una pieza de autor venezolano, Levi
Russell. Cuando terminó la representación salí a comprar el libro que contenía
la obra. Lo leí varias veces, algunas en voz alta, y fue entonces cuando
entendí que a mí sólo me gustaba lo que veía sí, y sólo sí, tenía la posibilidad
de leerlo. Lo mismo sucedió con la Opera y luego con el Cine. Leer era -y es-
lo que le daba sentido a todo lo que veía.
¿Qué dramaturgos han influido con mayor fuerza
en tu trabajo?
En principio fueron los socialistas ingleses; Brenton,
Bond, Pinter. A Harold Pinter lo conocí personalmente; fui a su casa de Holland
Park junto a otros estudiantes del taller que impartía en el National Theater. Lo
vi dirigir “Dulce Pájaro de la Juventud”
con Lawrence Bacall. De esas noches de ensayo aprendí del autor que dirige desde
su humanidad y su actitud de desprecio frente a la autoridad y el poder,
incluso de su rol de director. También, viviendo en Londres, me adentré en
Mamet. Lo traduje y por aquellos días se convirtió en una influencia
estilística mayor. Al regresar a Venezuela, mi amistad con Rodolfo Santana
ayudó a depurar la técnica y encontrar un mecanismo de trabajo personal que me
sirviera y sintiera bien. Gracias a él tengo la posibilidad de escribir mucho,
lo que, claro está, me da placer, además de asumirlo como una obligación.
En tus obras siempre hay un
contraste entre una violencia muy marcada que raya en la crueldad y la
capacidad del ser humano para la ternura, como si una no pudiera existir sin la
otra. ¿Qué buscas al representar esto a través de tus piezas?
Lo simbólico trastoca nuestra percepción de la
cultura. Ya no queremos que, en la noche, nos representen algo para olvidar la
realidad, sino que exigimos ver algo, lo que sea, que nos permita recobrar la
realidad perdida durante el día. En medio de la civilización hundida y del
triunfo rotundo de la barbarie, hemos heredado, pero de manera popular, casi
todas las preocupaciones perdidas. En cine, literatura y hasta TV, más que
entretenernos, más que lo bello, bien hecho y sentimental, más que el desarrollo
de los personajes o de la historia, parece que el Siglo pide a gritos profundidad
en el Tema. Así, no creo que pueda hablar de una temática que resuma mis
piezas porque precisamente es El Tema el eje central de mi trabajo. Ni siquiera
podría decirte que cada obra es sobre un tema totalmente distinto a la otra, porque
cada obra es, por sí misma, sobre varios temas. El Tema está en el centro de
los combates del arte de hoy, porque es el Tema lo que nos arropa y nos cubre
con su angustia. Vivimos la caída. La Historia y la Forma se hacen Tema y
este es, vaya milagro, popular. Si no, mira lo que más se experimenta en la
época dorada de la televisión: desde Los Sopranos y Mad Men hasta Breaking Bad,
Fargo; la narrativa de Coetzee, Franzen, Auster, Krauss, Munro, Houellebecq
y también en el arte de Guo Quiang, Holzer, Cao Fei, Schendel o Ferrari: El
Tema. Un Tema que todos reconocemos como propio, escrito en la pared, quizás
por nosotros mismos, pero como si se tratara de jeroglíficos. De jeroglíficos
vivos.
¿Qué tema o historia te
interesa, que aún no hayas desarrollado en tu obra?
Hablo mucho del poder, pero también me interesan
algunos temas que hasta hace poco considerábamos metafísicos y que ahora forman
parte fundamental de las teorías más reveladoras de la Física de partículas,
las Matemáticas y de la Cosmología. También me atraen los nuevos hallazgos en
genética, y por ahí va mi nueva pieza teatral. Por supuesto sigo, como si fuera
un experto, los resultados del acelerador de partículas LHC de la CERN en
Suiza. Este año reinician los experimentos más interesantes, en especial los
relacionados con la materia y la energía oscuras. Además, el de la
Súpergravedad y las matemáticas inversas que toqué en una pieza que llamé “A un átomo de distancia”. Y es que nos toca vivir lo que los
científicos han denominado ”La Era del
Descubrimiento”. No lo dudes; los temas que esta época propone son
fascinantes. No nos alcanzará el tiempo para dejar de estar cautivados y
aburrirnos. Hace años que no conozco lo que es una página en blanco o el
bloqueo creativo.
¿Qué obras recomendarías a
alguien que está interesado en las artes escénicas?
En dramaturgia hay un momento crucial localizado en Latinoamérica.
No creo que haya una propuesta similar ni en los EEUU ni en Europa. El primero
vive lo que podría ser su peor momento, con una literatura dramática anclada en
el entretenimiento, en los cincuenta y en el realismo sicológico. El teatro de Norteamérica
se ha vuelto tan conservador que parece infantil. En Europa podríamos decir que
lo más interesante parece partir de lo infantil y vano para luego hacerse
conservador y a veces reaccionario. Pero en nuestro continente detecto
propuestas de una contemporaneidad abrumadora, especialmente en jóvenes como el
cubano Abel González Melo o el mexicano Alejandro Román. El colombiano
Viviescas es una de las voces más interesantes de la dramaturgia suramericana y
con él hay que agregar a los Calderón; el chileno Guillermo y el uruguayo
Gabriel. México sigue comportándose como un polvorín y su narraturgia ha abierto espacios en la consolidación de la poesía y
el teatro político con autores como Chabaud, Olmos, Zúñiga, el mismo Román y muchísimos
más. Argentina desborda con su propuesta de autores; de Spregelburd y Patricia
Suárez a Ignacio Apolo y los más nuevos. Es que hay muchos y casi todos
excelentes. Debe ser un privilegio y al tiempo un infierno ser autor en Buenos
Aires. Ellos no tienen comparación y esa ciudad hoy está por encima y mucho de
Nueva York o Londres. En Venezuela no podemos dejar de ver a Palencia, a Caballero
y Valecillos, esta ultima la más visible en una cantera de treintañeros que de
pronto se han visto en el espejo y se han reconocido. Tal cual, sí, son ellos.
Y nadie más puede hacer lo que esos chicos son capaces de imaginar. Esperamos
por Brasil, que aún no se deslinda del peso de la creación colectiva, el teatro
de directores y de Nelson Rodrigues. Pero conozco autores jóvenes que han
comenzado a hacer una literatura dramática de calibre urbano, tanto carioca
como Paulista, como Alvim y Pellegrini.
En fin, que nuestra dramaturgia latinoamericana es impactante,
innovadora y especialmente joven. Ha sabido desligarse del realismo, esa tumba
estable, y en especial del sainete, ese caramelo de cianuro que ha asesinado a
tanto talento en nuestro continente. Y lo han hecho con agresividad, con
estilo, con mucha soberbia saludable. Su único enemigo parece ser el público y
hasta el idioma, que en algunos casos, especialmente en sus mecanismos de difusión
y validación, se ha quedado enterrado en el euro y anglo centrismo el siglo XX. Nuestro público tradicional se ha vuelto un espectador conservador,
repetitivo, zombie, que busca reconocerse en el gusto impuesto por la
televisión de la barbarie y en los valores del entretenimiento. Aún así, y
quizás por eso mismo, por una reacción natural frente al desprecio, creo que en
nuestra América la generación que viene detrás será superior, y con creces, a
todas las anteriores.
Acabas de terminar de escribir una novela ¿Por
qué decidiste desarrollar esa historia mediante un hilo narrativo y no como
guión de teatro?
En principio quizás es hora
de decir una verdad, que es mía y al tiempo de casi todos los creadores;
escribimos porque tenemos que hacerlo. Es menos una decisión que una
obligación. Y de un tiempo para acá, sin dejar de escribir y hacer teatro, la
novela no me deja. La narrativa ofrece menos limitaciones; la historia se acaba
cuando termina, como diría Yogi Berra, sin concesiones a la duración. Creo que
llegué a la novela buscando libertad, aunque en este momento un autor teatral
debe entender que se han acabado los métodos y las reglas y que hemos sido
liberados, tanto por la narrativa como por el cine y muy especialmente por la
televisión moderna, de la camisa de fuerza del canon. Quiero decir que nunca
hemos tenido tanta libertad para crear como hoy. Quizás por eso desaconsejo los
talleres y sugiero seguir más bien un entrenamiento intenso y sin descanso en
literatura y artes plásticas. Cuando visito una ciudad, primero voy al museo
antes que al teatro. Y en la distancia entre uno y otro veo las deficiencias de
la escena contemporánea. Nueva York, Londres y Paris son un excelente ejemplo
sobre este alcance: lo que sucede en los museos y galerías de esas ciudades
comparado con lo que hay en los teatros te da un ejemplo clarísimo de lo pobre
y atrasado que aparece la escena moderna ahí. Y te responde casi todas la dudas
sobre el camino que debe tomar un creador hoy. Aprendo más con los artistas
plásticos, con los novelistas y hasta con la tele que con cualquier colega,
teórico o crítico del teatro de hoy. Y es que, entre nosotros, en el Teatro ya
no hay escuelas ni movimientos: el creador es su escuela, cada obra es un
movimiento. Como el campesino marroquí de Vila-Mata que cuando llega a la
ciudad, decide no aprenderse el plano de ella sino que más bien se inventa uno.
Las calles, espacios y casas no sólo se llaman como el campesino quiere, sino
que además la ciudad misma asume las formas que él le impone. La realidad se
modifica según su perspectiva, quizás porque la realidad jamás estuvo tan
cuestionada como hoy, no sólo por la filosofía y el arte, sino también por la
ciencia. La realidad no es segura, no es confiable. Una realidad que, desde el
punto de vista cuántico ni siquiera es real sino que posiblemente no sea más
que una proyección. Así, el creador tiene la posibilidad de crear no sólo su
propias reglas y métodos, sino también su propia realidad. Quiero decir que tiene
la obligación de crear un mapa personal y en ese mapa, él impone las reglas.
¿Qué necesita tener una
historia para que llame tu atención?
Como tú, utilizo el periodismo como primera
herramienta. Pero para mí, esa herramienta apunta siempre hacia una propuesta
crítica. No creo que en mi obra pueda haber otra mirada que no sea crítica. Y
en esto agrego nuestras percepciones sobre la familia, el amor, la amistad, la
religión, el poder. El hombre de nuestro tiempo sabe que vive una época en la
que los acontecimientos de su vida no son sólo insatisfactorios sino que, en
muchos casos, son inaceptables. Quizás por eso hoy, en el arte moderno, no
validamos la imaginación sin responsabilidad. Quizás porque casi todos los
objetivos se vinieron al suelo y aún se siguen cayendo si miramos la reciente
debacle del sistema financiero, el cáncer medioambiental, la imposición de la
Democracia de la Obediencia, la Conspiración del Consenso, el advenimiento del
Totalitarismo Light, la vuelta de la tortura legal, y la era de los criminales
elegidos a gobierno desde lo más profundo del perverso colectivo criminal. Creo
que contra ese mundo hemos regresado a la idea del gran arte, es decir, hacia
una idea Lacaniana sobre lo real, que si existe, parte de la experiencia del
horror. Lo estúpido nunca lució tan estúpido como hoy. Los Best Sellers cada
vez se parecen más a la gran literatura. La TV de entretenimiento es desplazada
por series de gran tema. El mejor cine es el que se hace con una formalidad
literaria y hasta teatral y poética que trastoca la conciencia. La Belleza ya
no es insensible. Sin crítica, no hay belleza. Yo la verdad creo que, en vez de
una era del Descubrimiento, estamos en el inicio de un Renacimiento.
Tienes dos novelas
publicadas, ¿cómo cambia el quehacer del oficio para ti cuando estás trabajando
en un proyecto de narrativa? ¿Otras mañas?
Escribo
muy lento porque trabajo mucho la forma. Investigo la historia y trabajo desde
varios ángulos los personajes, pero en especial lo que más me apasiona y
consume es el Tema, imagino que tal y como lo haría un periodista con la
noticia. Además, trabajo mucho la yuxtaposición y hago varias versiones de cada
pieza, unas cinco mínimo. Una de las versiones es dedicada al humor, otra a la
poesía, hay una versión que llamo “traidora” y es la que escribiría un autor
que no es como yo. Las piezas viven un tiempo largo en carpetas físicas, fuera
de la computadora, porque pasan por un período de diseño muy intenso, como si
se tratara de un arquitecto dibujando estructuras. Escribo también mucho a
mano, aunque cada vez entiendo menos mi letra. Ese es el único bloqueo creativo
que he sufrido en los últimos años; paso horas adivinando qué fue lo que
escribí, intentando descifrar mis propios jeroglíficos, porque como mucha
gente, he perdido la mano. Quizás por eso ahora escribo mucho en el ipad, también hago dictados, y además hago notas
larguísimas en el teléfono: mi ultima pieza, de unas 70 páginas, la armé casi
en su totalidad en mi BlackBerry.
¿Cuál es tu relación con la madrugada?
Absoluta, militante y
misteriosa. Como nadie llama…
¿En qué estás trabajando ahora?
Novela y
teatro, naturalmente. En la novela estoy terminando –¡al fin!- lo que es hasta
ahora la más larga de todas, más de 400 páginas y sin trucos. Ando muy contento
con ella y hasta cierto punto liberado. En teatro sigo escribiendo piezas de
corte épico a la manera de El Hombre más
aburrido o Señorita y Madame. En
Octubre estrenaré la ultima en el Teatro San Martín de Caracas, titulada
“Peludas en el Cielo”.
Gustavo Ott: (Caracas, 1963). Autor Dramático, Novelista y Periodista (UCAB, 1991); participante en el International Writing Program de la Universidad de Iowa (1993); Residence Internationale Aux Recollets (Paris, 2006) Residence Cité Internationale des Arts de Paris (2010); Premio Internacional de Dramaturgia Tirso de Molina (España, 1998) por "80 Dientes, 4 Metros y 200 Kilos"; Premio Internacional Ricardo López Aranda (España, 2003) por "Tu Ternura Molotov";Nominado al Premio Helen Hayes Award 2009/The Charles MacArthur Award for Outstanding New Play or Musical (EEUU, 2009) por “Momia en el CLoset; The return of Eva Perón”; Premio Prix Ville de Paris/Etc Caraibe (Francia, 2009) por “Señorita y Madame”; Premio Ministerio para la Cultura (Caracas, 2007) por “Proyecto Padre: Obras José”; Medalla Celcit (España, 2011); VI Premio de Novela Salvador Garmendia 2011 por "Ella no merece ninguna piedad" editada por La Casa de Bello en el 2013. También ha obtenido el 2do Premio del Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora del IAEM, (Caracas, 2006) por “120 Vidas x Minuto"; Accésit Premio de Dramaturgia de Torreperogil (España, 2007) por “Monstruos en el closet, Ogros bajo la cama”;Tercer Premio BID de Dramaturgia “Hispanos en USA”(Washington, 2010) por “Juanita Claxton”;1er Finalista del Premio Madrid Sur para Textos Teatrales (España, 2011) por "Tres Noches para Cinco Perros" y VIII Premio de Textos Teatrales "Raúl Moreno" FATEX (España,2012) por "A un átomo de distancia".
Sus obras han sido traducidas al Inglés, Italiano, Alemán, Francés, Danés, Ruso, Checo, Portugués, Polaco, Húngaro, Japonés, Griego, Gallego, Catalán, y Creóle. En 2002 y 2003 fue elegido para el programa "New Works Now!" del The Public Theater de Nueva York con "80 Teeth…” (80 Dientes…) y "Two Loves and a Creature" (Dos Amores y un bicho) así como para el Programa de Dramaturgia de La Mousson D’Ete en Francia y "La Mousson a Paris" en laComedie Francaise, dirigido por Michael Didym, en ambas oportunidades con "Photomaton". En el 2005 fue presentada “Deux amours et une petite bête” (Dos Amores y un bicho) en el Studio de la Comedie Francaise, dirigida por Vicent Colin, durante las Lecture Semaine de la Caraïbe.Asimismo, en el 2013 fue presentada la lectura de "120 vies a la minute" , traducida al francés por Mathilde Arrigoni para ETC Caraibe en Le Tarmac de Paris.