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viernes, 12 de diciembre de 2014

"La reflexión es algo que tiene que existir en todas las zonas de la creación" – Entrevista a Amparo Osorio por Raquel Abend van Dalen

Desde la publicación de tu primer poemario Huracanes de sueños (1983-1984), has continuado una larga trayectoria como poeta. ¿Qué sigues buscando al escribir cada una de estas obras?

No creo que exista una respuesta formal a ese demonio de la escritura que nos acompaña y que en cierta medida nos acongoja de manera permanente. Quizá haya una oculta ceremonia, metafísica por intraducible, que nos lleva siempre a esa búsqueda de la palabra que permanece silencio.

Tienes una formación como periodista. ¿Qué rasgos de esta labor se cuelan en tu obra literaria?

Debo aclararte que toda mi formación tanto poética como  periodística y ensayística, es completamente empírica. Yo me enfrenté al periodismo casi a los 15 años cuando tuve la necesidad de mi primer empleo y de allí surgieron otras oportunidades en esa misma rama. Para entonces ya había escrito innumerables poemas desde la infancia, algunos de los cuales fueron publicados en aquel medio, -quizá por un gesto de generosidad absoluta del editor-,  así que mi obra literaria desde entonces y aún hoy, ha sido una suerte de péndulo en el que oscilan los diversos géneros de la escritura.

Siento una especial fascinación por el título de la antología La casa leída. ¿Cuál es su historia?

La casa leída es una antología elaborada a cuatro manos junto con Gonzalo Márquez Cristo, y en ese libro quisimos rendir tributo a aquellos pensadores universales que han sentido la casa y sus espacios como máximas encarnaciones de lo raizal y lo cósmico.
La casa… ¡Ah! ese simbolismo perfecto que como decimos en algún fragmento de nuestro prólogo “…es la infancia del hombre, también la propiciadora de un presente en el que ocurre la mitad de nuestra vida. Allí habita una efectiva y cotidiana forma de la esperanza, que se reviste de todo su poder para criticar a la intemperie y al esplendor temerario de la noche…”
Yo nunca tuve una casa ni viví en una casa. Pertenezco a esa generación que debió resignase a los apartamentos y sus espacios encogidos. Siempre soñé con ella, con una chimenea para disipar el frío, con un altillo para esconder los sueños, con una habitación amplia donde existieran libros del techo al piso y una cómoda silla para la lectura abrazada por una lámpara quizá como la de Aladino iluminando las letras, con un jardín lleno de flores y un patio para que también existiera la casa de mi perro, en fin… soñé tanto su cocina aromada de especias expandiendo la albahaca y la yerbabuena en cada amanecer, soñé sus ventanas para contemplar el horizonte, soñé en ella un árbol con el diario trinar de los pájaros y la real ausencia de esta imagen de magia que con el transcurrir de los años se convirtió en una de mis grandes nostalgias, hizo que eligiera a la poesía como la casa de mis palabras, a la luna como la casa de mis sueños, a la lluvia como la casa de agua que lavaba mis penas, a la ciudad como la casa mayor con sus  múltiples rostros, en fin, quizá todo esto sea mi Casa leída por esa ausencia que se sabe ausente… 

¿Qué se quiebra, qué se reconstruye en ti al leer a otros poetas?

Hay una extraña analogía en ese “quebrarse” y ese “reconstruirse”. Cuando el alma en su intento de asir las zonas más profundas de la otredad entabla un monólogo exquisito con lo que va más allá del poema, tiembla ante esas insondables preguntas que jamás tienen respuesta y es quizá allí donde un algo o un mucho de nosotros se quiebra. Sin embargo y a su vez, esa vigilia que nos procura el asombro, el hecho misterioso de entrar a la zonas vedadas donde intuimos en su llama más viva la descarnada entraña del demiurgo –esa vigilia, repito-, contiene los eslabones que nos permiten siempre y de manera definitiva reconstruirnos en el fervor de la lectura.

Además de poeta, también te desempeñas como ensayista. Normalmente el ensayo es considerado el género literario donde la reflexión tiene el mayor peso. ¿Crees que esto lo acerca o lo separa al oficio poético?

La reflexión es algo que tiene que existir en todas las zonas de la creación. Pienso, sin embargo, que es en lo poético donde debe fulgurar su mayor impronta. Mi visión -muy personal por cierto-, de cada uno de los géneros literarios, es que a ellos debe entrarse como a un rito en el que gota a gota  se desplieguen esos signos que conducen al origen de la reflexión, a lo primigenio de su etimología latina “reflectus”, y es allí precisamente donde la palabra que va o aquella que recibimos, deben contener como en un prisma, todo el peso de la certidumbre, de la interrogación, del asombro, toda la magia y la desgarradura, porque es en su vórtice donde gravita lo innombrable. Así entonces en cada línea de este oficio escritural, nada debe separarlo de ese tránsito secreto por las vibraciones del misterio de la poesía. Ella, por lo tanto, no debe ser escindida, pues es en su seno donde han nacido y se enriquecen de manera constante las purificadoras aguas del pensamiento.

Cuéntame del proyecto Común presencia Editores.

A 25 años del primer alumbramiento, Común Presencia sigue siendo un acto de profunda fe en la poesía y en los valores metafóricos que ella encarna. Nació como una Revista cultural cuya pretensión se basaba en crear espacios de difusión para las diversas manifestaciones del arte. Luego se ramificó en una pequeña editorial que ha dado albergue a los diversos géneros literarios llegando ya a 180 títulos publicados y en la actualidad, acorde con su propia naturaleza integrada por múltiples vasos comunicantes, es la precursora también del periódico virtual Con-fabulación, que cuenta con más de 100.000 seguidores en diversas latitudes del mundo, y que ininterrumpidamente acaba de arribar a su No.  355.

Tengo entendido que estás trabajando desde hace años en la escritura de una novela. ¿Por qué no te suelta este libro?

Ya lo hizo. Itinerarios de la sangre, mi única novela y que rondó en mí por más de 22 años, pertenece  a la estirpre de un viaje en el que se refleja mi camino interior, sin mapas prefijados ni pretenciones con esta o aquella estación profética. Es unaa criatura a la que le di todo mi aliento, y ahora parte quizá en busca de su propia esencia.

¿En qué otros proyectos estás trabajando ahora?

Hace tiempo me ronda un libro de largo aliento en el que vengo ya trabajando. Preferiría sin embargo y por una secreta discreción que sus detalles por ahora queden en el anonimato. De lo único que estoy segura es que no tardará ese tortuoso y temerario tiempo que me llevó la finalización de mi novela.


Amparo Osorio (Bogotá). Poeta, narradora, ensayista y periodista colombiana. Ha publicado los libros: Huracanes de sueños (1983-1984); Gota ebria (1987); Territorio de máscaras (1990); la antología La casa leída (1996); Migración de la ceniza (1998); Omar Rayo Geometría iluminada (entrevista, 2001); Antología esencial (2001); Memoria absuelta (Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia 2004); Memoria absuelta (Lustra editores, Lima, Perú 2008); la antología Estación profética (2010), Grandes entrevistas de Común Presencia (coautora, Premio Literaturas del Bicentenario, Bogotá, 2010); Oscura música (Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia 2013) y la novela Itinerarios de la sangre (Bogotá, 2014).

miércoles, 26 de noviembre de 2014

"Poder es siempre una cuestión de armonía interna" – Entrevista a Mercedes Roffé por Raquel Abend van Dalen


En tus primeros libros abundan los poemas de largo aliento, mientras que en los últimos los poemas son más cortos, divididos en apartados y secciones. ¿Qué señala ese cambio? ¿Qué proceso lo marca?

Creo que cada poema busca su forma, su aliento, su propio ritmo. Tal vez por eso haya momentos, etapas, en que la respiración es otra. Aun así, Las linternas flotantes, que es un libro relativamente reciente, del 2009 —y que precede inmediatamente a Carcaj : vislumbres, donde predomina el poema corto, el verso escueto—, es un libro en el que prevalece el poema de largo aliento. A tal punto que no sería difícil leer todo el libro como un solo poema.
En cambio, sí, en Carcaj (2014) la poética central es otra: son poemas de una mayor concisión, de una mayor desnudez de la palabra, de líneas en su mayoría notablemente breves.

De igual manera, tus primeros libros incorporan a los poemas una serie de voces que en principio le son ajenas al texto. Además, se trata de poemas abundantes, fluidos, mientras que los últimos tienen un manejo contenido del lenguaje poético, casi minimalista. ¿Cómo se relaciona este proceso con el anterior?

Creo que la diferencia entre mis primeros libros y aquellos que, yo diría, empiezan con La ópera fantasma (2005), es que en los primeros predomina un juego intertextual, un juego que incorpora, como bien decís, voces no solo procedentes de otros textos sino también de la conversación y del habla coloquial, en tanto que a partir de cierto momento el diálogo se establece con otras cosas, no solo con las lecturas o con una cierta tradición literaria, sino con otros saberes, otras manifestaciones de la cultura —la etnología, las artes plásticas, la música, el teatro, el ritual— y, en cierto modo también, con otras culturas, otras tradiciones.


¿Qué importancia le das a la ironía en tu obra poética?

Pienso que en mi poesía la ironía viene no tanto a establecer la posibilidad de una distancia —a sugerirle al lector la saludable medida de mantener una distancia con lo que lee y con su propio posible patetismo— como a desestabilizar ciertos sistemas excesivamente establecidos de creencias, incluso dentro de la literatura o perpetuados por ella. Creo que en mi caso no se trata tanto de cierta ironía posmoderna —que a veces encuentro un poco reaccionaria en su insistente reír, como defendiéndose de antemano de lo que literalmente sostiene—, sino más bien de un recurso desestabilizador, desestabilizador en principio del lugar que se le pueda asignar a la voz poética en tanto autoridad.

En tu poesía abunda una propensión a lo abstracto, de donde las imágenes derivan su potencia. Pienso en libros como Las linternas flotantesLa ópera fantasma y Carcaj: Vislumbres. Cuéntame de esto.

Tal vez sea que en mi poesía aun los elementos concretos, cotidianos, si aparecen, están al servicio de una situación o un sentido que tenderían a lo trascendente. Por trascendente entiendo ciertas preguntas centrales sobre el ser humano, como el lugar de la ética, del bien y del mal —con todos los matices intermedios—, y de sus vicarios en la Tierra: el amor y los odios; ciertas preguntas por el origen de lo que somos y por el destino de cada almita individual, con todos sus temores, su pasión, sus juegos, sus audacias. Estos son algunos de los interrogantes más recurrentes. Es decir, que aun cuando pueda partir de preocupaciones muy inmediatas y materiales, mi tendencia parecería ser a considerar esos hechos, esas urgencias, en el marco de lo que somos en tanto seres que aún se preguntan por su razón de ser en el mundo. Ese es el estado de vulnerabilidad en el que vivimos.

¿Tocas algún instrumento musical? 

No, ninguno. Me gustaría poder tocar muchos instrumentos de viento y de percusión a la vez, como hacen algunos maestros de música antigua o de música autóctona, con instrumentos adquiridos en distintas partes del mundo y otros aun creados por ellos, no tradicionales. Iba a decirte que es precisamente lo que nunca hubiera logrado estudiando, como estudié, en el Conservatorio Municipal de Música, de Buenos Aires, donde con miedo se le preguntaba al maestro de armonía si pensaba que los Beatles eran “buenos músicos”. Y sin embargo no es así. Tal vez dependiera más de la época que del tipo de institución, porque muchos de los que hoy practican precisamente el tipo de música que a mí me gustaría poder tocar, han tenido en un principio una educación musical (clásica) bastante semejante a la mía. Solo que luego supieron darle un cauce distinto, poner esa formación al servicio de otra cosa, de un arte con otras raíces. Cantar también me gustaría mucho. Antes lo hacía, de jovencita. Y todavía lo extraño.

Memorial de agravios es un libro donde se reflexiona en torno al hecho mismo de la escritura, escrito en textos que funcionan a la vez como poemas en prosa, aforismos y una especie de ensayo fragmentado. ¿Puede un texto pertenecer a varios géneros literarios al mismo tiempo?

Poder es siempre una cuestión de armonía interna; es decir, de que el texto o la obra musical o la instalación se sostenga en sí misma, dentro de los parámetros que propone. Es decir, poder se puede todo en tanto la obra imponga por sí misma la legitimidad, la validez, la necesidad incluso, de esa forma nueva o mixta o múltiple en la que se ha creado. En la vida real, lo más frecuente es que nos encontremos con obras que, aun si acusan cierta hibridez, cierta mixtura, se enmarquen dentro de un género en función de algo muy difícil de desoír o ignorar, que es la fuerza de una dominante, de una o varias dominantes que se identifican con un determinado género más que con otros.


¿Sentiste un cambio importante en tu escritura al convertirte en extranjera? ¿En Madrid, Nueva York?

Cuando me trasladé a Madrid, en 1978, llevaba empezados todos los proyectos que iba a desarrollar allí, que eran tres: El tapiz, Canto errante y una serie que mantuve inédita hasta hace poco: Microcosmos. Todos esos proyectos ya tenían una voz, un perfil muy definido, antes de salir de Buenos Aires. Años después pensé que tal vez la tesitura de algunos de ellos, especialmente Canto errante, viniera de mi estadía en Madrid y de mi lectura allí de todo el ciclo de tragedias griegas. Pero tal vez no fuera así, y solo fuera algún dejo de la voz profética de Olga Orozco o de otros poetas argentinos cercanos a los neorrománticos.
Pero las dos situaciones que mencionás son muy distintas, no solo por la disparidad de las lenguas, sino porque en Madrid viví menos de dos años y en los Estados Unidos ya llevo casi 30.
Yo creo que en los Estados Unidos lo que influyó en mi escritura no fue tanto el sentirme o el saberme extranjera, sino otras cosas, algo como un fenómeno doble: por un lado, el acceso a ciertas lecturas a las que me parece que no me hubiese sido posible acceder desde Buenos Aires; por el otro, la posibilidad de mantener una saludable distancia con la comunidad poética (de ambas latitudes). No que las ignore o no las haya leído. No que no las haya frecuentado personalmente con todo interés y un cariño innegable —especialmente hacia la comunidad hispanoamericana. Es que en el momento de estar en mi estudio, el murmullo cesa, y lo que se oye es el más musical de los silencios. Y eso me parece vital para la poesía.

¿Por qué decidiste quedarte a vivir en Nueva York?

Es una hermosa ciudad. Y si uno empieza a bajar por el East Side hacia el sur, puede llegar caminando a Buenos Aires.

¿Qué es lo más importante para ti a la hora de traducir un texto literario?

Creo que lo decisivo para mí es tener la sensación de que les estoy acercando a los poetas y lectores hispanoamericanos algún tipo de concepción del hecho poético en el que no habían pensado. Eso en cuanto a la poesía. Con la prosa es distinto. Ha habido distintas razones para traducir textos tan disímiles como los relatos de Odilon Redon y Notas sobre el pensamiento y la visión de H.D. Pero tal vez ahora mismo, si fuera por mi propia elección, me centraría en la traducción de ensayos de poética de distintos artistas. Lo que en cierto sentido es un movimiento similar a lo que me sucede con la traducción de los poetas: intentar acercar alguna meditación sobre la propia creación que pueda resultar fecunda para mis pares, mis amigos, y otros artistas o escritores hispanoamericanos.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

Tengo un nuevo libro entre manos. Va bastante adelantado, pero todavía le falta. Va a estar dividido en varias secciones, como lo estuvo La ópera fantasma, cada sección dedicada a explorar una poética básicamente distinta, desde algunas formas provenientes de las tradiciones indígenas hasta alguna incursión en el absurdo. También tengo pendiente entregarle a mi editor de Quebec un ensayo de poética. Y además de la conducción habitual de Pen Press, ahora mismo empiezo a estar a cargo de una colección de traducciones para la editorial Amargord, de Madrid, que se materializará, esperamos, en el 2015.

Mercedes Roffé. Buenos Aires – Argentina, 1954. Ha publicado en poesía: Poemas (1977), El tapiz (bajo el heterónimo Ferdinand Oziel, 1983), Cámara baja (1987), La noche y las palabras (1996), Definiciones mayas (1999, 2000), Antología poética (2000), Canto errante (2002), Memorial de agravios (2002), Milenios caen de su vuelo. Poemas 1977-2003 (2005), La ópera fantasma (2005, 2012) y Las linternas flotantes (2009); y en traducción: Bendiciones gnósticas, de Leonard Schwartz (2002),  Poemas para el juego del silencio, de Jerome Rothenberg (2004), El amor de los objetos, de Martine Audet (2008), Una historia incomprensible y otros relatos, de Odilon Redon (2010), El trabajo del sueño, de Jerome Rothenberg (2013) y Caraj: Vislumbres (2014)

Fotografía: Isabel Cadenas Cañón

miércoles, 19 de noviembre de 2014

"En América Latina está, en estos momentos, la gran poesía en lengua española" – Entrevista a Rodolfo Häsler por Raquel Abend van Dalen

Naciste en Cuba pero vives desde los 10 años en Barcelona. ¿Cómo influyó este cambio de cultura y del uso del español en tu interés por la literatura?

Quizá te comente primero que nada, que ya durante esos primeros diez años en Cuba, y desde que tengo conciencia, el sentimiento de desarraigo, o de multiculturalidad, estaba dentro de mí. Mi padre era suizo alemán, y ese hecho marcaba una diferencia, y no solo por los valores que recibía en la educación y por observación. Mi padre era pintor, y ese hecho ya me daba entrada a un mundo que no era el que me rodeaba, en ese momento un entorno absolutamente ideologizado. Los valores éticos y humanistas de mi padre, su cultura centroeuropea y su entrega al arte, fueron siempre un modelo.
Claro que al llegar a España, a Barcelona, el uso de la lengua era otro, mucho más conciso, directo, y ese choque me dio conciencia del valor de la las palabras.

¿Crees que hay una búsqueda consciente de la Cuba de tu infancia en tu escritura?

Uno va añadiendo con el paso de los años. En mi caso particular, he ido sumando y modificando lo que me iba siendo dado con otras formas, otros aspectos y matices que son absolutamente fruto de mis circunstancias vitales. Y es lícito mirar en un momento dado hacia atrás. Cuba está presente en mi bagaje emocional, y eso se refleja en un libro de 1997, De la belleza del puro pensamiento, que es mi retorno al origen y mi deslumbramiento ante todo aquello que está y no está pero que sí siento mío.

En alguna oportunidad dijiste que solías pintar de niño. ¿La llegada a España cambió tu registro de expresión, de la palabra visual a la palabra escrita?

Sí, así mismo. La pintura es una forma de expresión intrínsecamente humana. Las primeras manifestaciones humanas son incisiones y pinturas en las cuevas donde habitaban, y todos los niños se expresan pintando. Y claro, en mi caso, ya lo tenía en casa. Mi padre siempre tuvo el taller en casa y para mí como niño verlo pintar era maravilloso, observar cómo los colores se transformaban, cómo unos tapaban a otros y seguían vibrando debajo, cómo un rojo de repente destacaba, era algo mágico, y formativo, y sigue estando en mí, a pesar de que ya no pinto, desde que la familia se instaló en España. Aquí vuelvo a lo que comenté más arriba, el cambio de acento, el uso diferente del lenguaje, la intencionalidad otra, me abrieron los ojos al poder de las palabras, y descubrí que lo verdaderamente grande estaba detrás. Y la lectura y después la escritura se convirtieron en un camino de descubrimiento.

Vives en una casa familiar de artistas: tu hermana es cantante de ópera, uno de tus hermanos es pintor y el menor también es pintor y escultor. ¿Cómo se alimenta tu vida como escritor estando en contacto tan de cerca con otras artes?

Todas las formas de creatividad se relacionan, y por suerte cada vez lo sabemos con mayor certeza. Las artes son todas el fruto de una forma diferente de ver y sentir la realidad y nuestra situación en el entorno. Lo que siempre me ha llamado la atención es cuando los poetas no se relacionan con otras expresiones artísticas. Para mí es uno de los grandes motivos de inspiración, la música, la pintura especialmente, de repente un cuadro y su contenido puede ser el punto de partida de un poema o una serie de poemas, el brillo de un color amarillo, un encuadre, una sugerencia que abre un espacio nuevo en la mente y que busca otra lectura.

Cada uno de tus poemarios desarrolla un tema distinto, siempre con una finura y exactitud en el uso del lenguaje. Frecuentemente veo a la casa, a la familia, el transcurso del tiempo, lo plástico, la lengua. ¿Qué es lo más importante para ti, como autor, cuando estructuras un libro?

Bueno, es cierto que tengo algún libro unitario, que comenzó con algún poema como punto de partida y de pronto seguía y seguía extendiéndose permitiendo nuevos motivos de escritura. Pero cada libro nace de una manera que no puedo decidir ni controlar. Cada uno toma su propio camino. Algunos, como Elleife, Paisaje, tiempo azul, Cabeza de ébano, están formados por secciones, a veces lejanas en el tiempo unas de otras, pero que evidentemente tienen un nexo que las une en su sentido. El último publicado, Diario de la urraca, sí nació como libro unitario pues la idea, el punto de partida, es esa figura del córvido que es testigo de un recorrido vital, de un diario casi sentimental que tiene como marco la gran urbe donde transcurren aquellos aspectos con los que me relaciono y me nutro.

En tu poesía hay un trabajo muy delicado de lo erótico. Muchas veces expresado a través de personajes que creas en tus poemas. ¿Qué me puedes contar de esto?

La verdad que este tema es difícil para mí de contestar. Tú lo destacas y otros entrevistadores o críticos también lo mencionan, pero no es algo que busque. Como sabes a la escritura va a parar todo aquello que nos acucia y que busca una nueva explicación, un cuestionamiento, una duda, un nuevo orden. Pero acepto que mi mirada al entorno es densa y ha aprendido a atrapar, a apoderarse de todo aquello que descubre. Es una forma de posesión. Disfruto muchísimo paseando, deambulando por el espacio urbano, también por la naturaleza, y establezco un juego mental de interiorización con múltiples aspectos que destacan a mi paso. Es algo muy excitante. La belleza está en tantísimos instantes.

Pareces ser un hombre que disfruta la vida, que sabe apreciar las pequeñas cosas, los pequeños placeres, las amistades. ¿La lectura y la escritura de poesía te han llevado a establecer algún tipo de vínculo con tu entorno?

Voy en esa dirección de manera intuitiva. Nunca me ha gustado aquello que exige una ruptura forzada en mi interior. Disfruto con todo aquello que se da de manera natural, no soporto la pose, la fatuidad y lo que no responde a un curso que avanza lineal y encadenado. Una cosa lleva a otra, se ramifica, se bifurca, pero lo vas descubriendo. Para mí pasear, hablar con los amigos por la tarde, al caer el día en un café, observar desde una terraza el transcurso de la vida, observar los cambios en la naturaleza, las estaciones, los animales, es fascinante. El paisaje urbano, la arquitectura como entorno que nos abraza, es para mí uno de los grandes placeres de estar vivo. Llegar a una ciudad donde no vivo y hacer ese esfuerzo de comprensión, me hace sentir con plenitud.

¿Qué te interesa de la lectura de narrativa a la hora de escribir poesía?

Desde hace algunos años reconozco que leo menos narrativa. Y he leído mucha narrativa desde muy joven. Me gustan aquellos narradores cuya prosa estalla y te hace ver del otro lado de lo aparente, y encuentro ahí ese estallido de la poesía, ese descoloque que rompe con lo ya aprendido y asentado.

¿La traducción es un trabajo que tiene conclusión? 

Uno lo da por bueno en un momento dado, cuando sientes que hay una acomodación entre el original y el paso a otra lengua. Si no tiene fin, uno ha de saber cuándo poner el punto final.

¿Cómo se sintió traducir a Kafka? ¿Tuvo influencia en tu propia escritura?

Acepté ese ofrecimiento por tratarse de Kafka y por la curiosidad por sentir cómo iba a meterme en sus minirelatos. Pero nada más aceptar y pensar un poco me sentí aterrorizado. Hay traducciones anteriores de esos relatos, pero uno ha de olvidarlo todo y acercarse al original con la mente en blanco. Fue apasionante traducir el conjunto de minirelatos de Kafka y ahondar en esos textos que marcan una nueva manera de situarse. El desasosiego, la fragmentación, la terrible conciencia de estar vivo, el absurdo de toda acción humana, abren las puertas a la narrativa moderna.
En relación a la poesía propia creo que el sentido más importante está en descubrir que uno no escapa a ese sentimiento de deterioro y fragilidad que conlleva la existencia.

También tradujiste a Novalis. El brinco que significa traducir a un autor de otro siglo y otro lugar, ¿tuviste dificultades con el vocabulario?, ¿encontraste distinta esa forma de pensar del siglo XIX?

El romanticismo alemán sigue vigente, y su aspecto en relación a la naturaleza como espejo de las emociones humanas es tremendamente actual. El respeto por el entorno natural, el equilibrio con la naturaleza sigue siendo un referente. Cuando ese equilibrio se viola el resultado es catastrófico, lo vemos todo el tiempo.
La dificultad de esa traducción fue a menudo el lenguaje, un alemán con ciertos términos en desuso, pero todo eso queda en nada frente a su actualísimo sentido.

¿Qué estás leyendo en estos momentos?

Leo ensayo y poesía. Poesía latinoamericana que es mi gran pasión. Aprovecho las invitaciones a festivales en América Latina para descubrir a poetas, conseguir libros de poetas que no están editados en España, y sobre todo descubrir en la medida de lo posible a los jóvenes poetas en esos países. En América Latina está, en estos momentos, la gran poesía en lengua española, y no me refiero tanto a nombres aislados como a la gran propuesta, la gran poética.
Estoy leyendo a algunos poetas en este momento: la edición de la obra completa de Yolanda Pantin, a Diego Maquieira, una edición preciosa de Gerardo Deniz, a la brasileña Hilda Hilst, releo a Rafael Cadenas…

¿Qué literatura joven española estás leyendo y a quién recomiendas?

Es difícil tener una visión completa sobre lo nuevo que se está escribiendo en este momento, por un motivo de distribución de los libros, ya que mucho de lo que se está escribiendo por poetas jóvenes se edita en editoriales que tienen ciertas dificultades de distribución. Es interesante que a pesar de la crisis aparecen editoriales dirigidas por gente joven y que tratan de sacar lo más reciente, rompiendo con el monopolio de editoriales ya muy reconocidas. Me interesan algunos de los que he podido conocer, pero seguro que hay mucho más que no conozco. Me interesa la poesía de Esther Ramón, de Joan de la Vega, de Rafael Mammos, de Laia López Manrique, de Ana Gorría. No es todo lo interesante que se escribe en este momento, pero creo que son poetas a seguir con mucho interés.

¿En que proyectos estás trabajando ahora?

Después de mi último libro publicado el año pasado, Diario de la urraca, estoy con dos proyectos que vamos a ver cómo van a evolucionar. Uno es un libro de poemas. Cada poema parte de un lugar donde ha dado un instante o una situación intensa, como una visita a Duino, un café de del Raval de Barcelona, la fachada de una casa medieval de Zürich, unas líneas leídas sobre Hildegard von Bingen, etc. Y el segundo trabajo en el que estoy metido es un libro de prosas poéticas donde caben pensamientos y vivencias que no encuentran su desarrollo en el poema.



Rodolfo Häsler nació en 1958 en Santiago de Cuba y desde los diez años reside en Barcelona. Estudió Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Tiene editados los siguientes libros:
Poemas de arena (Editorial E.R., Barcelona, 1982),
Tratado de licantropía (Editorial Endymión, Madrid, 1988),
Elleife (premio Aula de Poesía de Barcelona 1992, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993),
De la belleza del puro pensamiento (beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York 1993, Editorial El Bardo, Barcelona, 1997),
Poemas de la rue de Zurich (Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000),
Paisaje, tiempo azul (Editorial Aldus, México D.F., 2001),
Cabeza de ébano (Ediciones Igitur, Barcelona, 2007) -  este último libro ha sido traducido al italiano, macedonio, portugués, francés y parcialmente al alemán - , y Diario de la urraca (Editorial Mangos de Hacha, Ciudad de México, 2013), además de Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005) y Antología de Tenerife (Ediciones Idea, Tenerife, 2007) y
Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002).
Ha sido incluido en numerosas antologías de poesía latinoamericana y española.
Ha traducido la poesía completa de Novalis (DVD Ediciones, Barcelona, 2001), los minirelatos de Kafka (Editorial Thule, Barcelona, 2006) y Los instantes silenciosos de la poeta francesa Cécile Oumhani, y es responsavble de la edición de la antología de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter, El festín de la flama (Editorial La Cabra, Ciudad de México, 2012).. Perteneció al equipo de redacción de las revistas Hora de Poesía y Poesía080, ambas de Barcelona.
Ha sido invitado a diversos festivales internacionales de poesía en España, Italia, Portugal, Suiza, Macedonia, Turquía, Túnez, Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay y Brasil.

Es miembro de la junta directiva de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña.

Fotografía: Lisbeth Salas