Desde la
publicación de tu primer poemario Huracanes de sueños (1983-1984),
has continuado una larga trayectoria como poeta. ¿Qué sigues buscando al
escribir cada una de estas obras?
No creo que exista una respuesta formal a ese demonio de la escritura que
nos acompaña y que en cierta medida nos acongoja de manera permanente.
Quizá haya una oculta ceremonia, metafísica por intraducible, que nos lleva
siempre a esa búsqueda de la palabra que permanece silencio.
Tienes una
formación como periodista. ¿Qué rasgos de esta labor se cuelan en tu obra
literaria?
Debo aclararte que toda mi formación tanto poética como
periodística y ensayística, es completamente empírica. Yo me enfrenté al
periodismo casi a los 15 años cuando tuve la necesidad de mi primer empleo y de
allí surgieron otras oportunidades en esa misma rama. Para entonces ya había
escrito innumerables poemas desde la infancia, algunos de los cuales fueron
publicados en aquel medio, -quizá por un gesto de generosidad absoluta del
editor-, así que mi obra literaria desde entonces y aún hoy, ha sido una
suerte de péndulo en el que oscilan los diversos géneros de la escritura.
Siento una
especial fascinación por el título de la antología La casa leída. ¿Cuál
es su historia?
La casa leída es una antología elaborada a cuatro manos
junto con Gonzalo Márquez Cristo, y en ese libro quisimos rendir tributo a
aquellos pensadores universales que han sentido la casa y sus espacios como
máximas encarnaciones de lo raizal y lo cósmico.
La casa… ¡Ah! ese simbolismo perfecto que como decimos en algún fragmento
de nuestro prólogo “…es la infancia del hombre, también la propiciadora de un
presente en el que ocurre la mitad de nuestra vida. Allí habita una efectiva y
cotidiana forma de la esperanza, que se reviste de todo su poder para criticar
a la intemperie y al esplendor temerario de la noche…”
Yo nunca tuve una casa ni viví en una casa. Pertenezco a esa generación
que debió resignase a los apartamentos y sus espacios encogidos. Siempre soñé
con ella, con una chimenea para disipar el frío, con un altillo para esconder
los sueños, con una habitación amplia donde existieran libros del techo al piso
y una cómoda silla para la lectura abrazada por una lámpara quizá como la de
Aladino iluminando las letras, con un jardín lleno de flores y un patio para
que también existiera la casa de mi perro, en fin… soñé tanto su cocina aromada
de especias expandiendo la albahaca y la yerbabuena en cada amanecer, soñé sus
ventanas para contemplar el horizonte, soñé en ella un árbol con el diario
trinar de los pájaros y la real ausencia de esta imagen de magia que con el
transcurrir de los años se convirtió en una de mis grandes nostalgias, hizo que
eligiera a la poesía como la casa de mis palabras, a la luna como la casa de
mis sueños, a la lluvia como la casa de agua que lavaba mis penas, a la ciudad
como la casa mayor con sus múltiples rostros, en fin, quizá todo esto sea
mi Casa leída por esa ausencia que se sabe ausente…
¿Qué se
quiebra, qué se reconstruye en ti al leer a otros poetas?
Hay una extraña analogía en ese “quebrarse” y ese “reconstruirse”. Cuando
el alma en su intento de asir las zonas más profundas de la otredad entabla un
monólogo exquisito con lo que va más allá del poema, tiembla ante esas
insondables preguntas que jamás tienen respuesta y es quizá allí donde un algo
o un mucho de nosotros se quiebra. Sin embargo y a su vez, esa vigilia que nos
procura el asombro, el hecho misterioso de entrar a la zonas vedadas donde
intuimos en su llama más viva la descarnada entraña del demiurgo –esa vigilia,
repito-, contiene los eslabones que nos permiten siempre y de manera definitiva
reconstruirnos en el fervor de la lectura.
Además de
poeta, también te desempeñas como ensayista. Normalmente el ensayo es
considerado el género literario donde la reflexión tiene el mayor peso. ¿Crees
que esto lo acerca o lo separa al oficio poético?
La reflexión es algo que tiene que existir en todas las zonas de la
creación. Pienso, sin embargo, que es en lo poético donde debe fulgurar su
mayor impronta. Mi visión -muy personal por cierto-, de cada uno de los géneros
literarios, es que a ellos debe entrarse como a un rito en el que gota a gota
se desplieguen esos signos que conducen al origen de la reflexión, a lo
primigenio de su etimología latina “reflectus”, y es allí precisamente donde la
palabra que va o aquella que recibimos, deben contener como en un prisma, todo
el peso de la certidumbre, de la interrogación, del asombro, toda la magia y la
desgarradura, porque es en su vórtice donde gravita lo innombrable. Así
entonces en cada línea de este oficio escritural, nada debe separarlo de ese
tránsito secreto por las vibraciones del misterio de la poesía. Ella, por lo
tanto, no debe ser escindida, pues es en su seno donde han nacido y se
enriquecen de manera constante las purificadoras aguas del pensamiento.
Cuéntame del
proyecto Común presencia Editores.
A 25 años del primer alumbramiento, Común Presencia sigue siendo un acto
de profunda fe en la poesía y en los valores metafóricos que ella encarna.
Nació como una Revista cultural cuya pretensión se basaba en crear espacios de
difusión para las diversas manifestaciones del arte. Luego se ramificó en una
pequeña editorial que ha dado albergue a los diversos géneros literarios
llegando ya a 180 títulos publicados y en la actualidad, acorde con su propia
naturaleza integrada por múltiples vasos comunicantes, es la precursora también
del periódico virtual Con-fabulación, que cuenta con más de 100.000 seguidores
en diversas latitudes del mundo, y que ininterrumpidamente acaba de arribar a
su No. 355.
Tengo
entendido que estás trabajando desde hace años en la escritura de una novela.
¿Por qué no te suelta este libro?
Ya lo hizo. Itinerarios de la sangre, mi única novela y que rondó
en mí por más de 22 años, pertenece a la estirpre de un viaje en el que
se refleja mi camino interior, sin mapas prefijados ni pretenciones con esta o
aquella estación profética. Es unaa criatura a la que le di todo mi aliento, y
ahora parte quizá en busca de su propia esencia.
¿En qué
otros proyectos estás trabajando ahora?
Hace tiempo me ronda un libro de largo aliento en el que vengo ya
trabajando. Preferiría sin embargo y por una secreta discreción que sus
detalles por ahora queden en el anonimato. De lo único
que estoy segura es que no tardará ese tortuoso y temerario tiempo que me llevó
la finalización de mi novela.
Amparo Osorio (Bogotá). Poeta, narradora, ensayista y periodista colombiana. Ha
publicado los libros: Huracanes de sueños (1983-1984); Gota ebria
(1987); Territorio de máscaras (1990); la antología La casa leída
(1996); Migración de la ceniza (1998); Omar Rayo Geometría iluminada
(entrevista, 2001); Antología esencial (2001); Memoria absuelta
(Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia 2004); Memoria absuelta
(Lustra editores, Lima, Perú 2008); la antología Estación profética
(2010), Grandes entrevistas de Común Presencia (coautora, Premio
Literaturas del Bicentenario, Bogotá, 2010); Oscura música (Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, Colombia 2013) y la novela Itinerarios de la
sangre (Bogotá, 2014).